Soy Angélica Rebolledo Rissetti, tengo 57 años, soy diseñadora gráfica. Estudié en la Universidad Católica y soy de la vieja escuela, eso significa que tuve que aprender de tecnología digital en el camino, cuando ya estaba trabajando. Hoy me desempeño como encargada de marketing en una empresa que elabora y comercializa productos para la cosmetología.
Mi biografía profesional tuvo sus inicios en las clásicas agencias de diseño, que nunca me gustaron en realidad. Había demasiado estrés, competencia y mucho rol asignado sin la posibilidad de optar a ellos. Después trabajé en un laboratorio de cosmética capilar donde tuve que armar el departamento de diseño. No había nada antes de mí, por lo que empecé a desarrollar el diseño aplicado a productos, a trabajar en coordinación con gerencias de marketing, de producción y comercial. Luego trabajé muchos años independiente, donde hubo diversidad absoluta. Trabajaba mucho en los distintos programas de la Vicaría de
la Pastoral Social, que en realidad era un tema que me satisfacía mucho porque había mucho de servicio. No es que yo no cobrara lo justo por la pega, pero me refiero a que en el desarrollo de esos trabajos había mucho contacto con lo social. También trabajé con universidades y una variedad amplia de clientes. Finalmente, llegué a mi trabajo actual en el cual llevo diez años como encargada de marketing. También me tocó armar el departamento, antes que yo llegara no existía. Empecé haciendo trabajo de diseño, diseño de productos, diseño de material de difusión, pero con el tiempo vi otras tareas que tienen que ver con el contacto del trabajo de las ejecutivas, todo relacionado con la difusión y con la comercialización de los productos.
No había tenido experiencias de registro, salvo mi diario de vida cuando era niña. Uno no se da el tiempo para hacerlo porque todo es tan vertiginoso. Debo reconocer que en algunos minutos me vi apremiada con la tarea. No es que no exista el tiempo, sino que de repente el cansancio te supera por estar todo el día corriendo. Además, yo hago distintas actividades.
Al comienzo empecé a anotar en hojas sueltas para después pasarlas en limpio. Cuando hice el ejercicio de ordenarlas por horario para sistematizar las actividades del día, me entusiasmaba escribiendo y reflexionando respecto de algunas situaciones que a veces pasan desapercibidas porque estás en otra cosa o tienes que pasar algunas cosas rápido nomás. Me pareció positivo constatar como a veces actividades que son pequeñas –o entre comillas insignificantes– igual te ayudan a construirte en el día a día, a tener otra visión más reflexiva y crítica respecto de lo que está pasando en tu trabajo y en la sociedad. Y también cómo tu participación en ella puede afectar o no afectar, puede motivarte o no motivarte, puedes involucrarte o mantenerte al margen.
La semana de registro no fue muy típica porque me tocó mucho cuidar a mi nieto que no vive en Santiago y viene eventualmente. Tiene 3 años y 7 meses, entonces cuando viene por una situación laboral del papá, tengo que acomodar los tiempos porque se queda con mi hija y ella está trabajando y estudiando, entonces me muevo para estar al servicio de él. Por eso no fue una semana típica, que no es lo habitual ni sucede seguido. Eso cambia mis actividades, me resta en los tiempos pero en términos emocionales suma porque no puede ser mejor. En realidad, de un tiempo a esta parte no he tenido las semanas que acostumbraba tener, porque he estado en pausa en algunas actividades por distintas razones. Pero no sé, igual si está sucediendo ahora pasa a ser algo cotidiano.
Pensar este ejercicio hace 20 años hubiera sido más exigente o estresante. Trabajaba como independiente desde la casa y me obligaba a disciplinarme mucho por los tiempos. Esa fue una opción que tomé para estar con mis hijos y no dejarlos tan abandonados en términos de tiempo. Hoy he aprendido a hacerme tiempo para otras cosas. Hace 20 años mis hijos estaban chicos, tenían 10 u 11 años y una todavía estaba criando. Eso implica algunas renuncias que van desapareciendo en la medida que ellos crecen. Mis tiempos estaban al servicio de otras cosas, no de mí. Lo laboral estaba en primerísimo plano, pero con el estrés de la casa que me obligaba a organizarme muy bien para cumplir con la pega porque era mi ingreso. Ahora que lo pienso siempre me las ingenié para hacer otras actividades, pero menos que ahora claramente.
Lo que mas extraño de trabajar independiente es el poder administrar tus mis tiempos, a pesar de que siempre me desbordaban porque trasnochaba mucho. Era joven y podía hacerlo, ahora no me daría el cuero para eso. Pero tener más tiempos disponibles se extraña, porque de alguna manera al poder administrarlos lograba hacer otro tipo de actividades. No sé, de repente ir a alguna exposición con un amiga al medio día. Me organizaba para dejar ese tiempo y luego volvía a trabajar.
Volví a tener una pega dependiente por una cosa económica, por la estabilidad. La gente te paga cuando quiere, y si no tienes un colchón que te resguarde a lo menos tres meses empiezas a hacer hoyos. Y bueno, partí de a poco. Primero me ofrecieron pega en este lugar por medio tiempo, lo que era genial porque podía continuar con el trabajo freelance. Pero después la empresa empezó a necesitar que me quedara todo el día, entonces renuncié a lo otro. Solo me quedé con un cliente bajo la manga que tengo hasta el día de hoy.
Me gusta lo que hago y siempre he tratado de seguir desafiándome. Cuando me piden un trabajo de diseño en donde se aplique la creatividad, siento ese dolor de guata al resolverlo que me gusta y emociona. El diseño ha cambiado mucho hoy en día a nivel conceptual, hay nuevas formas de hacer el desarrollo en términos de los estético y lo creativo. Para mí es importante el trabajo. No sólo porque me da el pan y el techo en el que vivo, sino porque siento que hay un desafío intelectual a enfrentar cada día, el estar a la altura de las problemáticas que se van presentando.
En ese sentido, el trabajo me define porque le dedico mucho tiempo. Pero también hay otras cosas que hago y me definen. No ocupan tanto tiempo porque son hobbies, pero son muy relevantes para mí. Por ejemplo, bailo en un grupo folklórico (Re Antü) y llevo muchos años. Empecé en la academia del BAFOCHI para adultos y he aprendido mucho. Para mí, el cuerpo y el movimiento, el desarrollo de la corporalidad ha sido un tema. Siempre he hecho actividad física, toda la vida ha sido así. He pasado por Tai chi, aeróbica, de hecho, de más joven estaba en un grupo de competencia aeróbica y llegó un punto, una edad en que ya no estaba para esos trotes, pero sí me interesaba el tema de conocer las tradiciones, del baile. Nunca pensé estudiar profesionalmente danza, tampoco soy “que bruto, que lo hago súper”. Pero lo disfruto mucho y después de entrar armamos un grupo con un profe de ahí que ya lleva siete años con altos y bajos porque a veces la gente se entusiasma, y luego se desentusiasma, pero ese es uno de mis disfrutes y es la manera que tengo de desestresarme, de alguna manera es mi válvula.
Y la otra actividad importante –que por ahora está en stand by– es una organización de mujeres a la que pertenezco con la que tenemos una radio online hace cinco años, (LaCentral). Con una amiga hacemos un programa que busca visibilizar los problemas sociales que no se ven en los medios de comunicación habituales. Damos espacio a la gente y visibilizamos distintas organizaciones. Ninguna de estas actividades es remunerada, por el contrario, tengo que pagar para poder solventarlas. En folklore tenemos que pagarle al profe una mensualidad y arrendar un lugar para ensayar una vez a la semana. Y lo de la radio, armamos nuestro estudio en un subterráneo que arrendamos en la calle Huelén, y ese arriendo hay que pagarlo todos los meses, pagar el agua, la luz, el internet.
Como el diseño ha cambiado mucho, los aspectos creativos de la profesión también lo han hecho. Yo estudié en la Católica, donde el tema principal era elaborar un concepto para responder a una necesidad gráfica. Eso era lo relevante, pero en el andar te das cuenta que los conceptos empiezan a ser un detalle que nadie considera porque debes responder rápido a las necesidades. Yo trabajo mucho con la difusión en redes sociales. Aunque no las manejo las maneja una community manager, yo creo los contenidos para hago flyers constantemente para promocionar productos, ofertas y actividades asociados al lugar donde trabajo. Más allá de darle una identidad a la empresa –que es muy global– no hay un desarrollo creativo en términos específicos porque no hay tiempo para eso. Piensas en los colores, la imagen a lo más porque con los bancos de imágenes eso también está un poco resuelto. Además, también existen modas que se reflejan en respuestas concretas. Entonces es difícil innovar, a lo menos en el ámbito en el que yo estoy. Por eso, lo creativo pasa por buscar una imagen adecuada, un mensaje claro, redactar textos para seducir al consumo del curso o producto. Todo eso dentro del mundo cosmetológico, que puede ser de lo más frívolo, sin embargo, he llegado a sorprenderme gratamente porque consigo buenos resultados en ese aspecto, en términos de elaborar un texto adecuado y seductor. También hago el diseño de gráfica aplicada a envases para los productos, lo cual es creativo y restringido a la vez. Al ser una empresa chica y familiar, tienes que batallar con los gustos del dueño y sus ideas. Cuando se lanza un producto nuevo trato de hacer una asociación de imagen con el producto para que eso esté plasmado en un estuche, en una etiqueta, pero no siempre me va bien, a veces mi apreciación y aporte estético y creativo se ve aplacado por la opinión y decisión del gerente/dueño.
Yo estudié diseño cuando no existía la computación. Cuando llegó, empezó a pasar que mucha gente que sabía de esto conocía los programas gráficos, pero no eran diseñadores, y se metieron en el área sin una formación estética. Aparecieron estas carreras técnicas de dos años, y se desató esta carrera loca donde lo creativo no tenía mayor relevancia porque venía la persona que solicitaba el diseño y planteaba: “Yo quiero que esto sea así”. Las soluciones y propuestas que tú dabas dejaron de ser válidas y para qué probar algo nuevo si este patrón ya está probado y funciona, entonces mejor copiamos. Entonces Finalmente, el diseño –dentro de todas las áreas creativas– es la más funcional. Está supeditada a otros requerimientos que llegan a ser estrictos en términos de que no te puedes expandir, no te puedes desbordar mucho.
Para mí un trabajo bien hecho es aquel que es armónico. Cuando uno estudia este tipo de carreras en donde se incorporan elementos de composición, colores, formas… hay algo que se construye dentro tuyo, es difícil de explicar. Yo me siento satisfecha cuando veo algo armónico, también cuando responde al objetivo del mensaje, por ejemplo, si es una promoción, que vaya unido a lo que la gente quiere ver sin salirte de los bordes de la moda. No respondes a tus singularidades e inquietudes de artista, sino que hay ciertas restricciones y asociaciones de color y forma que funcionan en los otros que van a recibir el mensaje. Por decir una tontera, para mí puede ser que el cielo no sea azul. Puede que sea morado porque es mi experiencia. Pero si yo no uso íconos o convenciones que nos identifiquen a todos, no sirve de nada porque me estoy alejando de la funcionalidad del mensaje, de que cumpla su objetivo. A lo mejor podría ser entre morado y celeste, se puede poner un tono de creatividad, pero de alguna manera tengo que aludir a lo que tenemos como inconsciente colectivo.
Mi trabajo está muy expuesto a la aprobación de los otros. Me siento frustrada cuando siento que he hecho algo bien, pero no lo aprueban. O no sé, cuando tienen otra idea. Pero me he dado cuenta en la historia de mi vida, que en la medida que me involucro mucho con el trabajo y con la contraparte de ese trabajo, concibo un vínculo más cercano y los resultados siempre son positivos. Puede haber correcciones en el camino, y cambios seguramente, pero en la dinámica cercana hay otra manera de aceptar y corregir más amable. Una dimensión más humana y social del trabajo que no siempre está visibilizado como parte de la tarea del diseñador.
En mi experiencia he tenido que tomar ciertas decisiones para compatibilizar mis expectativas materiales con mi inquietud y desarrollo profesional. Creo que me he quedado en una zona de confort en donde obtengo una buena remuneración, y por otro lado, he realizado otras cosas paralelamente que me sastisfacen mucho. Por ejemplo, esa pega que mantuve de mi época freelance, es una revista que hago para la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior (DICOEX) del Ministerio de Relaciones Exteriores. Más allá de las lucas –que son buenas– me gusta hacerlo. Entonces, independiente que estoy en esa zona de confort que no me sastisface absolutamente en términos profesionales, siempre busco otras cosas que me llenan gráfica y creativamente. Más mis hobbies, así compenso.
El tiempo de ocio aparece después de la pega, a eso de las siete de la tarde. En esta época en que el día se acorta por el frío, y además porque ya no soy la de antes, esos espacios se reducen. El ensayo del grupo folklórico es de siete y media a nueve y media, cuando ayudo a mi hija cuidando a mi nieto también es tarde, o a veces, excepcionalmente, tengo que pedir permisos que me descuentan de las vacaciones. Lo de la radio está detenido, pero también era en ese horario, siempre después de la pega. Y bueno, los fines de semana, trato de ir al cine o salir con amigos. Ahora, la pega se queda en la pega. No existe ese personaje que te anda persiguiendo, tampoco en los trabajos que hago por mi cuenta. He desarrollado un nivel de confianza con las personas –incluso de afecto– porque son muchos años y ellos saben que trabajo tiempo completo y a veces me puedo demorar. No tengo drama con eso.
En mis hobbies y aficiones los amigos son relevantes. Con el grupo folclórico llevamos tantos años que hemos forjado un nivel de amistad para juntarnos en otros momentos paralelamente. Y con la radio también. Hay una relación muy especial y cercana con las chicas a pesar que todas son más jóvenes. También hay otro grupo de la vida que entre otras muchas cosas, como la vida misma, nos une intereses comunes como es la lectura. Somos amigos de juerga, de conversa, de compartir nuestra historia, de reflexiones. Pero la lectura ha tomado un rol bien protagónico, siempre estamos hablando de lo que hemos estado leyendo. El trabajo no entra mucho en ese espacio, más allá de que a veces una tiene un problema en la pega y se desahoga, esa cosa emocional de querer sacarte la rabia de encima.
Si hace unos años me hubieran preguntado qué era el ocio, habría respondido que es perder el tiempo. Pero con los años empecé a darme cuenta que es súper creativo, es el espacio para desarrollarse, para volarse y pensar. El espacio para decir por qué esto no, o por qué sí no sé. Además, cuando supe que el origen de la palabra negocio es “negar el ocio”, entendí por qué los grandes pensadores y creativos de la historia fueron gente subvencionada por familias acaudaladas. Yo creo que la sociedad no lo valida ya que cada vez hay menos espacio para estos tiempos. Todo es muy vertiginoso y la gente se llena de cosas que hacer. Pero muchas veces en esos haceres no hay trasfondo, no repercuten en tu vida, y por eso es muy relevante tener tiempo para pensar. Hacerlo –en mi experiencia– ha sido la consecuencia de madurar. He ido entendiendo cosas, reflexionando respecto a los fondos.
Yo creo que mi generación tiene un tema con la enfermedad. Es algo que he conversado con gente de mi edad, la enfermedad está mal, tiene mala prensa en términos de que un trabajador no debería enfermarse. Fuimos criados en el rigor, crecimos en dictadura y construimos esa imagen del trabajador que responde siempre y no da espacio para enfermarse. Y si te llegara a pasar, tienes que estar ahí igual. Puedes ir a trabajar muriéndote, porque esa es tu responsabilidad. A mí me pasa así, aunque no tengo mala salud. Pero hace seis años me tuve que operar de un manguito rotador y túnel carpiano al mismo tiempo, y estuve tres meses fuera. Me costó usar mi tiempo. Ha sido un trabajo reconocer las vulnerabilidades que uno tiene como persona y que son válidas como potencialidad de trabajador. Ver dos aristas y darles el mismo valor al final, uno no es infalible, el cuerpo a veces falla.
Respecto a las vacaciones y fines de semana, siempre he intentado hacer la máxima actividad social posible y los aprovecho muchísimo. Siempre estamos organizando cosas con los amigos y la familia, es raro que me quede en la casa. Es un espacio que diferencio totalmente del trabajo.
Con la experiencia de la maternidad fue complicado. Tuve dos hijos, y cuando nació la mayor estaba trabajando en una agencia y vino esta cosa del pre y postnatal. Me costó mucho enchufarme de nuevo porque tenía un concepto de maternidad híper desarrollado respecto a la responsabilidad. No quería dejarlos en sala cuna y estuve un tiempo sin trabajar. Y luego surgió la idea de ser independiente para responder a mi rol de madre y formar a mis hijos. Tengo un tremendo hoyo en el tema de las imposiciones, gigantesco. Pero fue mi opición, no responsabilizo a nadie porque creo que dio buenos resultados. A lo mejor no fueron los mejores tiempos en lo económico, bueno, nunca lo han sido en realidad. Pero pude estar con ellos y me logré organizar.
Y respecto a la jubilación, para mí financieramente no es posible retirarme. Yo voy a tener que trabajar hasta el día que me muera porque tengo una tremenda laguna de imposiciones. Pero en términos de actividades, me gustaría tener más tiempo para hacer otras cosas. Seguir con lo creativo de forma independiente para tener otra remuneración. Tenía los tiempos distribuidos más equilibradamente, trabajando siempre, pero también dedicando más espacio a las cosas que me gustan. No creo que vaya a colgar el diseño, siempre ha sido parte importante de mi vida.