Mi nombre es Nicole Fuentealba Romero, tengo 28 años. Estudio Licenciatura en Historia. Estoy finalizando el proceso de tesis, por lo cual mi condición laboral es muy escasa. Actualmente realizo ayudantías en la facultad.
Recibí la bitácora poco antes del estallido social, así que comencé a escribirla el 16. Traté de mantener los días que seguían, pero no sé si representa mi vida cotidiana porque en este contexto es imposible, al menos intenté mezclar algunas cosas e integrarlas dentro de esa semana.
Durante ese tiempo el trabajo fue muy escaso, de hecho, paradójico. Yo llevaba como un tiempito algo desconcentrada con la tesis, pero justo el día anterior al estallido mi mente despertó y pude concentrarme para escribir algunos capítulos que me faltaban. Y vino el 18 y ya mi mente volvió a estar dispersa. Traté de leer o concentrarme, y me costó mucho. Busqué darme los tiempos. En la mañana como no tenía nada que hacer decía: "Ya, veamos si puedo tratar de avanzar algo", pero fue muy difícil.
Respecto a los tiempos libres, es complicado llamar “ocio” a las actividades propias del estallido social. Tenía mis momentos de ocio los viernes antes del estallido, ahí claramente carreteaba con mis compañeros en la universidad. Pero después de eso, el “ocio” era diferente porque más que nada era estar en la calle todos esos días, marchando, caceroleando, haciendo otro tipo de cosas, por eso no sé si corresponda llamarle ocio.
La mayoría del tiempo me muevo por la universidad, pero tiendo a concentrarme mucho más cuando estoy sola. A mis compañeros les gusta estudiar en unas salas de los aularios del campus Juan Gómez Millas, donde hay mucha gente y se puede hablar abiertamente, y yo no puedo porque necesito silencio. Así que normalmente voy a la biblioteca de Filosofía que es muy buena. En mi casa –a pesar que estoy sola la mayoría del tiempo– me cuesta concentrarme porque tengo perritos. En general, tengo un rutina bien marcada en mi vida. Soy bastante estructurada en varias cosas. Eso me ayuda cuando me siento en esos espacios definidos, pero también depende de las variables de si hay gente al lado o no y, a veces, del estado de ánimo.
Hace un tiempo trabajaba de noche, pero estaba reventándome físicamente así que empecé a hacer las cosas durante el día. Me di cuenta que el tiempo donde más trabajo es en la tarde, como de dos a nueve que coincide con el horario de la biblioteca así que me quedaba hasta esa hora. Y ahí avanzaba mucho. Esos son los horarios que actualmente me sirven un poco más. Incluso, durante estos días estuve trabajando con una compañera para escribir los últimos detalles de la tesis y volvimos a trabajar en la noche, pero yo no rendía.
A partir de la bitácora me di cuenta de que gran parte de las actividades que realizo las hago sola, tanto el estudio o a veces cocinar en la casa, y que mis tiempos de ocio son escasos y puntuales, no son espontáneos durante la semana, sino que se limitan al viernes. Mi vida es muy esquemática, así que creo que me puede faltar un poco de ocio, más allá de si eso ayuda o no. Sin embargo, el esquema que tengo me ha servido harto, pero algo falta ahí.
Si comparo mis rutinas con unos años atrás puedo notar cambios, antes no era tan estructurada y tenía ideas en mi cabeza de todos lados. Internamente tenía un proyecto de investigación a largo plazo, casi como para la vida, pero todavía sin forma. Ahora sí. En tercero o cuarto año ya había comenzado mi rutina actual, algo obsesiva con el proyecto. De repente, me pasa que ocupo tiempos que no son destinados al estudio, y todavía mi mente está ahí. Estoy viendo una serie y se me ocurre una idea. Creo que eso antes no pasaba, hubiese estado viendo series feliz de la vida. Paralelamente, ahora los reventones de carrete son más constantes. Antes me quedaba más en la casa, relajada, viendo tele o cosas así. Ahora no. Desde tercero todos los viernes es sagrado y constante. Me he vuelto más estructurada, con mayor intensidad en lectura, estudios, y producción, pero a la vez, mi espacio de reventón y ocio ha sido más constante e intenso. Lo único que ha continuado es el ser estudiosa y un poco ñoña. Lo he sido toda la vida.
Creo que estas transformaciones son más bien personales. La necesidad de tener más reventones de carrete, la nostalgia de que luego voy a terminar, y ese análisis de que no había hecho ese tipo de cosas durante los años anteriores, me obligan a hacerlo ahora. Y es raro porque mis compañeros tienen una edad diferente a la mía, mis 28 años no se condicen con la edad de mis compañeros, entonces ahí surge un tema que me influye desde lo externo. Si fuera por mi edad debería estar en mi casa tomándome una chelita, cómoda en casa, picoteando algo. Y no, estoy acá con mis compañeros carreteando en los pastos y lo disfruto. Entonces creo que lo externo influye un poco más, aunque sí me parecen decisiones personales.
Además, la organización de mis tiempos está condicionada por la tecnología. El celular ya me tiene aburrida, pero sigo usándolo, sigo pegada a él. El computador es el que norma mi trabajo. Al momento de despertar lo abro y lo ocupo durante todo el día. Lo uso para todo. Termino de estudiar algo, me canso y voy a Netflix. Entonces me mantengo ahí. Incluso si me llega la culpa sigue siendo frente a él. Entonces solamente cierro Netflix y abro el documento para trabajar.
La investigación tiene un lugar central en mi vida. Me gusta lo que estoy haciendo y me he obsesionado un poco con el tema para lograr abordarlo desde distintas aristas. Estoy trabajando la historia de las industrias, y en este caso, me concentro en textiles de Tomé. Particularmente estudio los sistemas de control social que ejercen los empresarios sobre los trabajadores. Uno de ellos –el más llamativo– es el paternalismo industrial, donde revisten de beneficencia muchas medidas que –en el fondo– son para controlarlos.
La investigación está en el centro de mi vida, es la prioridad. Hasta el punto que, por ejemplo, viendo The Crown, vinculé lo que pasaba con un derrumbe de un pueblo minero. Había unas casas y dije “No, esta es una población obrera” porque las casas son todas iguales, al lado de una mina. Y después decía: "Basta, basta". No puedo mirar una serie tranquila sin pensar en lo otro. Pero insisto, tanto por gusto como por obsesiones.
Los únicos límites que definen mi trabajo son la temporalidad de los días, de lunes a sábado, domingo descanso. Creo que después de tomar desayuno mi vida se centra totalmente en lo que trabajo. A veces desayuno en mi casa y a veces en la universidad. Llego a convesrar con mis compañeros y vamos a comer algo y luego trabajamos. Entonces, haciendo ese balance, mi vida comienza después del desayuno en las condiciones que sea. ¿Y cuando termina? Eso me complica. Podría ser con la once, pero sigo estudiando. Podría ser cuando me vence el sueño, pero el problema es qué no sé cuando pasa eso. A veces estoy muy motivada y me dan las tres de la mañana. O no, y me duermo a las diez de la noche porque ya estoy cansada y reventada.
La estructura es algo que me define como persona y en términos de identidad. No quiere decir que sea un robot, pero siento que mi vida es demasiado organizada. Tiendo a eso, me lo dicen todo el tiempo y lo comprendo. Pero siento que me ha traído beneficios, por ejemplo, el tener las ideas clarísimas en todos los aspectos. Tomar decisiones con mi personalidad es más rápido, a pesar de que antes no era así. Miro las cosas con demasiada frialdad y eso ha sido algo que he logrado recabar de los trabajos. El problema es que en ocasiones esto no lo veo tan positivo porque me he pasado un poco al extremo y debo controlarlo. Aún así, la estructura me gusta, las cosas me salen rápido, y eso me permite aprovechar las oportunidades. Esa misma producción es la que me ha abierto puertas en distintos lados.
Mi trabajo lo evalúo desde dos dimensiones, interna y externa. La primera depende del uso de fuentes que tiene que ser muy completo y abarcar todo lo que estoy tratando. El trabajo debe quedar irrompible. Y la segunda es la opinión del profesor que me acompaña, el cual es muy exigente. Por ejemplo, a veces me revisa un trabajo y me detalla errores desde la coma hasta la comprensión de textos. En el campo de la historiografía los criterios tienen relación con la presentación de mis trabajos, el que acepten mis postulaciones, cosa que no suele suceder muy rápido. Puede sonar burdo, pero la aceptación me dice que lo que estoy haciendo es entendible, es claro y es interesante, más allá de que la mayoría de la gente lo encuentre aburrido, porque la historia industrial tampoco es entretenida para toda la gente. También la validación de mis pares es relevante.
Creo que el éxito genera mucho ego pero también refuerza el trabajo. Los estudios y el éxito profesional son una de las cosas que más me validan conmigo misma. Si me concentro en los estudios es porque siento que tengo talento para ello y en ese espacio veo que se concreta mi éxito, a pesar de que siento que lo tengo para otras cosas. Por eso también el fracaso me da bastante pánico, y trato siempre de esquivarlo dándole mucho tiempo y trabajo a la investigación.
Una experiencia de fracaso que vivencié fue en mi ramo favorito. Me tiraba flores a mí misma, y por desconcentración y nerviosismo me confundí mucho. Eso fue penca y derramé algunas lágrimas. No era rabia contra el profe, era rabia contra mí misma. Ahí fracasé, pero doblé mi esfuerzo y salí adelante. Por eso me valido con el trabajo.
Como mi experiencia está recién empezando, no relaciono el trabajo con mis condiciones materiales. Las ayudantías que hago me han ayudado, aunque no es mucho lo que pagan. Entre no tener ingresos y tener algo, suma.
Durante la semana mis tiempos de ocio son más bien solitarios. Veo series en Netflix y a veces fumo marihuana cuando estoy muy reventada. También me pongo a ver documentales. Pero el viernes es mi día. Al terminar las clases –como a las dos de la tarde– me relajo y carreteamos con mis compañeros hasta la noche en que nos vamos a otro lado. Ahí es más que nada tomar algo, fumar, jugar en las casas de mis compañeros. A veces, cuando ya estoy chata y siento que avancé lo suficiente o no tengo sentimiento de culpa, los fines de semana los paso haciendo nada en la casa.
Los tiempos de ocio los comparto netamente con mis amigos. Acá en Santiago vivo con una familia amiga porque soy de región, entonces es poco el contacto que mantengo con mi familia, más allá de los días que de repente viajo. Acá comparto con ellos, o sea, la tía con la que vivo llega los sábados después del trabajo y normalmente ese tiempo lo destino a estar con ellos, conversar, ver tele, compartir. Sin embargo, creo que los amigos tienen un lugar importante en las decisiones, por ejemplo, hay algunas compañeras que son más espontáneas y dicen “tengo ganas de tomar algo” durante la semana en cualquier horario, y ahí apaño, incluso con mi resistencia a ocupar mi tiempo semanal para trabajar.
Para mí el ocio es justo el momento de rellenarse para lo que viene después, que es la producción. De hecho, nunca lo he pensado como algo negativo, incluso con mi obsesión por el trabajo. En primero tuvimos un profe que nos hablaba siempre del concepto de ocio en la Edad Media, ahí entendí el significado de seguir haciendo cosas. Para mí es un momento de producción y de relajo a la vez. Sin embargo, para la sociedad su valor es mínimo, sólo ve la producción sin ocio, en todo momento y en todo ámbito, con la pretensión de lograr más, en ese sentido, el ocio se entiende como una pérdida de tiempo, o bien, como una vía de escape a esa máquina.
En mi campo el ocio es fundamental porque si no, estaríamos locos. O ya estamos, porque nuestra salud mental no es para nada buena. Siempre estamos exigiéndonos más. Yo no soy la única, tengo todos mis compañeros en la misma. Pero siempre hay un grupo –como de cuatro o cinco– que son los que están produciendo, escribiendo artículos y metidos en proyectos. Yo pertenezco a él, y lamentablemente, somos los más enfermizos en ese mundo de producir. Por lo mismo el ocio es fundamental. El ambiente es muy competitivo y a mí me pesa la edad. Tengo 28 años y aún no termino la carrera entonces siento que voy muy atrasada, a pesar de los caminos que haya tomado anteriormente. Tengo profesores de 30 que ya son doctores, lo que me genera el impulso de trabajar obsesivamente para sentir que estoy en un nivel decente. De hecho, quiero empezar el magister el próximo año.
Me enfermo muy poco y lo valoro enormemente. Porque cuando me pasa me da muy fuerte y me siento inútil. Más que porque no produzca, porque no sé qué hacer. Lo bueno es que han sido muy pocas veces. Ahora con la “vejez” como que los resfriados son más brígidos, pero en general, como es escaso, creo que las pocas veces han sido catastróficas en mi vida. Justamente porque me siento…no sé si inútil, pero hay un tema físico, no me gusta sentirme enferma, me molesta el cuerpo. No tiene relación con el ocio.
Respecto a las vacaciones tengo mis momentos de relajo y realizo viajes. Me gusta mucho hacerlo. Pero siempre que lo hago priorizo lugares que se relacionen con lo que me gusta y con lo que trabajo en general. Entonces, en ese sentido, no sé si me desconecto mucho, aunque voy feliz porque me gusta el tema de la industria. No es una forma de separarme de lo que hago, sino que lo disfruto con mayor libertad, sin la carga académica de los profes, compañeros o lecturas.
Los tiempos libres, como fines de semana y feriados, normalmente los tomo como tal. Los domingo cocino, después de comer viene la sobremesa y así, entonces es un día donde no estudio ni hago nada. Los sábados siempre tengo más flojera porque vengo llegando del carrete. A menos que tenga entregas, no estudio nada.
Respecto a la maternidad, sí lo he pensado mucho y mis conclusiones tienden a verla como una traba para mis metas profesionales. Una traba grande porque me quita libertad de tener tiempo para dedicarme a estas cosas que me apasionan tanto. Más allá de que pueda sonar muy enfermizo todo, de verdad que a mí me entretiene. Y por eso proyectarme como madre no está dentro de mis planes. Sin embargo, el otro día fui a una ponencia donde una profe de 35 años fue con su hija. Le tocaba exponer en mi mesa, y su pequeña estaba dibujando al lado. En ese momento pensé que era posible. Pero hasta ahora, teóricamente, no lo veo para mí.
He pensado sobre el retiro y no me parece una condena. Sí creo importante y necesario mantenerse vigente por largos años. Para recibir una jubilación hay que ganar proyectos Fondecyt que financien algo y tener ingresos, si no, no hay pensión. Mi meta de vida es mantenerme vigente y cuerda para poder esperar eso porque no sé si de las jubilaciones puedo esperar algo. Quizás con el estallido social ahora sí, aunque es difícil porque nuestra historia nos dice que siempre ha sido difícil cambiar las cosas de un momento a otro. Aparte, la vida de investigación está conectada con el mundo laboral directamente porque actualmente te exigen investigar dentro de la academia. Yo veo en la facultad profes que siguen trabajando cuando ya no se sienten facultados. Eso puede cambiar, pero por lo menos a mí me preocupa mantenerme vigente y cuerda a cierta edad. Me aterra el hecho de perder la memoria.
Mi nombre es Pablo Insunza, tengo 53 años y trabajo en gestión cultural. Actualmente me desempeño como coordinador de conservación de preservación de la Cineteca Nacional. Es el área que maneja el archivo fílmico y de video y el laboratorio de restauración, estamos también en directa y permanente relación con la otra área de la cineteca que se centra en la difusión y mediación. De formación soy comunicador social e hice un magíster en gestión cultural. Mi experiencia de trabajo ha estado siempre ligada al cine, he trabajado como documentalista, productor y realizador audiovisual.
Vi este ejercicio como un registro de espectador, más que como productor de obras, de eventos o gestiones. Por lo tanto, no detallé el trabajo, sino que puse cómo me comporté esos días desde el punto de vista del ocio, si hice o no hice algo, si me fui para la casa y no hice nada. Eso registré básicamente, no lo había comprendido, en definitiva, como una bitácora de trabajo.
Pude constatar que esos espacios de ocio sí se vinculan con el trabajo. Si observas rápidamente, dos de las cuatro actividades están directamente relacionadas con el cine, fui a ver películas. Por lo tanto, en los pocos tiempos de ocio que tengo, trato de ver películas. A veces uno se hace el tiempo para hacer otras cosas también.
Voy al trabajo todos los días, salvo que tenga que hacer otra actividad laboral fuera de la Cineteca. Llevo aquí tres años y medio. Antes tuve pegas más bien freelance, o a cargo de una productora donde los horarios los establecía yo según lo que se requería. Ahora la estructura está más definida, a veces quedan cosas pendientes fuera de horario, pero intento que sean las menos posibles. Trato de cerrar acá, prefiero quedarme un poco más, terminar, y luego desenchufarme en mi casa. Si no puedo, bueno, me llevo para el fin de semana.
Si hubiera hecho este ejercicio quince años atrás sería muy distinto porque hoy tengo todo más estructurado. Antes –por decirte– si había un seminario a las once de la mañana en la Biblioteca Nacional, iba no más. Era más libre. Hoy no es así. En ese sentido las tecnologías le hacen un flaco favor a la administración del tiempo porque siempre estás ubicable, disponible: “¿Por qué no me contestaste si te mandé un whatsapp?”. Es pésimo negocio. Intento no pescar si mi horario terminó, o no mirar los correos del trabajo el fin de semana. Si tengo diez llamadas perdidas, bueno, contesto.
En mi vida el trabajo es algo absolutamente central. Uno siempre intenta hacer algo que lo llene, que lo satisfaga, que se sienta útil. No sentirse como… No sé, pateando piedras. En ese sentido, el trabajo que he tratado de hacer a lo largo de mi vida son cosas que me llenen como persona y que me realicen. Esto siempre ha estado ligado al mundo audiovisual, a los documentales y al cine.
La parte más creativa de mi pega es cuando uno está haciendo un trabajo de autor. Dirigir un documental, escribirlo, producirlo. Es ahí donde la creatividad permite un mayor crecimiento, no así cuando estás en una estructura institucional en que la parte creativa tiene un lugar y es valorada, pero está acotada a un contexto laboral distinto. Hay una planificación, pero la gracia es que participo también de esa planificación. Ahí es donde uno trata de instalar ciertos patrones para sacar adelante iniciativas valiosas y entretenidas. En este momento la carga laboral no permite abocarse a proyectos más personales porque el tiempo no alcanza.
Desde mi trabajo actual, lo más importante es ir avanzando respecto a los proyectos, ideas y metas que nos ponemos. Es un trabajo en equipo y cuando vemos que las cosas resultan, son factibles de realizar y tienen una buena recepción en la gente y otros pares, entonces sabemos que se hizo bien y nos quedamos felices. Eso es muy satisfactorio, una muy buena cosa. Por otro lado, desde la estructura organizacional, siempre tratamos que esto vaya creciendo. No ser la misma cineteca chiquitita, sino que ir de a poco avanzando en tener mejor equipamiento, o más gente, o un apoyo permanente en un nuevo proyecto. Todos esos logros son satisfacciones, pequeñas victorias para del equipo que hemos ido armando poco a poco, peleando por el presupuesto también. No es que cambie de un gobierno a otro, lo que varía son las grandes líneas prioritarias. Un gobierno puede darle más importancia al patrimonio y otro a la creación. Pero a nosotros no nos ha tocado un cambio tan radical, ni para bien ni para mal.
En esta etapa de mi vida he privilegiado la estabilidad en vez de ganar más plata, sé que con trabajos más inestables podría hacer más plata a lo largo de un año x, pero eso tiene sus pro y sus contra. Puedes estar dos, tres años bien, pero luego hay que volver a empezar con otro proyecto. Es una entretenida montaña rusa, pero cansa. Por otro lado, una pega más estable te deja tranquilo, pero tampoco permite grandes locuras. Eso significa hoy–a modo personal– la opción por trabajar en una institución en desmedro del trabajo autoral. A mí no me complica estar en una oficina, sobre todo porque estás con un buen grupo de gente y eso es impagable. Antes estuve en otro trabajo donde estaba bien y era apreciado, pero no enganché con el grupo. Entonces cuando salió esta opción no lo pensé dos veces. Y eso fue por la gente, y también porque el contenido del trabajo que es muy importante, y porque hay un compromiso colectivo que es fundamental.
En la bitácora registré muchas menos actividades de ocio que las que quisiera. El ideal sería hacer algo todos los días, pero son muchos los impedimentos. Por un lado el tiempo, y por otro, lo económico. Lamentablemente el ocio está ligado al consumo. Por ejemplo, puedes ir al Museo de Bellas Artes donde la entrada es gratuita, pero después al salir haces otra cosa que tiene un costo. Tienes que ir planificando donde priorizar la plata. Yo trato de ir al cine lo que más puedo, y tengo la ventaja que puedo ir a la Cineteca cuantas veces quiera. Por eso lo trato de juntar con una salida con mis hijos, o con mi pareja. Pero la verdad es que no me resulta mucho porque mis hijos son grandes, por lo tanto, están haciendo cualquier otra cosa menos salir con su papá, o los horarios no coinciden. Lo otro sería ir a comer algo. También tratamos de hacerlo con el equipo, cosa de tener una vida social juntos, no sé, una vez a la semana. Nos juntamos harto. Por otra parte, están mis amigos de otros lados o mis primos. Hay varios grupos.
Yo aprendí mal la palabra ocio. Cuando era chico, era casi un insulto. Poco a poco he ido aprendiendo a asociarla con el tiempo libre. Pero no creo que eso le pase al 90% de los chilenos, hay una asociación con la flojera. Hoy no me queda ninguna cuota de eso, mientras más ocio, mejor. En cierta parte, es algo contra cultural por el contenido. Uno se junta para compartir, saber del otro, criticar, despotricar y sacar rabias; pero lo haces en un espacio que es absolutamente sistémico, como una shopería. Un lugar mediado por el consumo.
Creo que sólo el ocio más casero está fuera de ese círculo consumista, como el estar en la cama haciendo nada. O almorzar en la casa. Aunque no me parece que sea un espacio de ocio, más bien de vida familiar. El juntarse con amigos sí, tomar o comer algo juntos.
Creo que para mí no hay tanta la diferencia entre un feriado y un día normal comparado con otros trabajadores. Un obrero de la construcción llega a las seis de la mañana y antes está en el transporte público una hora. Pero igual un feriado es un feriado. Hay otra dinámica de compartir distinta porque tengo la suerte de ir al trabajo contento, y hay ámbitos de la sociedad donde eso no pasa.
Ante la posibilidad de una enfermedad intentaría que esta afectara lo menos posible a mi rutina. Pero si no se puede hay que ocuparse, hasta ahora no me ha pasado.
Por otro lado, la paternidad cambió muy radicalmente mi forma de percibir y experimentar el ocio y el trabajo, ya no eres tu solo o una pareja. Sobre todo cuando eran más chicos, hay un antes y un después porque existe un otro del que hay que preocuparse. Ya no es que quieras irte a vivir a la isla Dawson y simplemente te vayas. Ahora hay una responsabilidad que te exige estar, y también te exige en lo económico. No cambié mis actividades laborales en un primer momento, el giro fue posterior. Al inicio estaba la la urgencia de generar los recursos necesariospor loqe se priorizaba el trabajo ante todo, pero poco a poco, con los años, uno va queriendo y estando más presente
No he pensado mucho en mi retiro, creo que voy a trabajar hasta que pueda hacerlo, eso deseo al menos. He conversado con gente que se imagina a los 65 en la playa, yo no lo siento así. Pero no sé hasta cuando estaré. Hoy no tengo apuro en terminar de trabajar porque me entretengo y hay gente que quiero. Pero si algún día me retiro me voy a la Isla Mocha.
Me llamo Alexia Oñate, tengo 29 años. Trabajo como ilustradora en una empresa de videojuegos, soy la artista principal y directora de arte. Hago las animaciones, arte final y también el diseño de personajes.
La bitácora fue un ejercicio difícil. Tuve que anotar todo en otro cuaderno porque no tenía tiempo para hacerlo en mis tiempos libres. Mis ratos de ocio son súper cortos entonces para mí fue complicado. Escribía rápidamente en una libreta que andaba trayendo lo que hacía de forma resumida y después lo pasé en limpio, si no iba a ser un desastre.
La semana que realicé el registro hubo más tiempo de ocio, por lo mismo la elegí. En general, trabajo todo el día en la oficina, llego a las 7.00 a la casa y sigo trabajando. Sigo trabajando en otros proyectos que pueden ser míos o donde obtengo remuneración de algún modo, proyectos, comisiones, dibujos para otras personas.
En la bitácora aparece un poco más equilibrado: tuve momentos en los que conversé con gente, dibujé cosas que no eran de trabajo, pero en general no tengo mucho tiempo de ocio.
Observé algunas formas de organizar mi tiempo con la bitácora. Siempre elijo los tiempos muertos, que son cuando no puedes pensar mucho como la hora de almuerzo, para hacer cosas que tengo planeadas desde antes. Por ejemplo, si quiero hacer dibujos para mi cómic ocupo esos momentos. Cuando tengo momentos más largos, que suelen ser en la noche, planeo otras cosas. Esa es la forma en que trabajo. Mis tiempos de ocio con amistades, para conversar o cosas así son más en la noche, después de la 10.00 aproximadamente. Antes de eso, ordeno mis cosas del trabajo y de ahí me doy espacio, pero siempre desde las 10.00 de la noche en adelante es tiempo de ocio acompañado.
Un espacio importante en mi rutina es la oficina. Después de almuerzo, me quedo en mi puesto de trabajo haciendo dibujitos. En la casa tengo un mini lugar, un escritorio que está en el living y que me permite conversar con mi mamá mientras está sentada en el sofá viendo televisión. Ese es un momento de hacer trabajos y dibujar para mí, mientras converso. Ambos son los lugares donde más escribí que había tenido momentos de ocio: uno, antes del almuerzo o después del almuerzo en mi escritorio en la oficina; lo otro es en la casa, también en mi escritorio.
El registro en la bitácora permitió darme cuenta de que en realidad soy demasiado trabajólica y que lo bueno de los momentos de ocio que me doy es que justamente me ayudan a liberar tensiones. Al trabajar estoy pensando generalmente en lo que quiero hacer después, como "Oh, me gustaría dibujar en este momento tal cosa, pero no puedo porque estoy trabajando". Entonces necesito darme esos espacios pequeños para poder relajarme y trabajar bien, porque a veces incluso me hace mal no darme el tiempo de ocio. Cuando escribía las cosas que hacía por ocio y anotaba lo que me hicieron sentir siempre era relajación, liberar tensiones o quitarme la ansiedad. Soy muy ansiosa, siempre estoy haciendo cosas. No me había dado cuenta de eso.
Hay muchos cambios respecto hace 10 años porque estaba estudiando y cuando estudiaba era mucho más complejo. Los cambios son más que nada de horario pues cuando uno estudia los horarios son súper raros. Hay un patrón muy parecido en el sentido de que también trabajaba todo el día. Yo estudiaba diseño y en diseño estudias un rato en la universidad y sigues en la casa, así que en mi caso estaba constantemente trabajando, igual que ahora. Siempre he sido muy trabajólica, pero la diferencia es que yo podía decir “No, este día no voy a ir a la universidad, voy a dármelo para hacer cosas para eventos, algo para mí”. Ahora soy mucho más estructurada con el horario de trabajo de la oficina, ese es el gran cambio que tuve.
Las tecnologías no han cambiado mis ritmos de trabajo. Yo soy súper tradicional para las cosas que hago; antes trabajaba en computador y tenía las mismas cosas. O sea, ahora uno tiene tecnología genial de tablets y otras cosas de este tipo que ayudan, pero sigo teniendo la misma forma de trabajo independiente desde hace 10 años. Para esa época ya estaba viviendo en Santiago. Antes yo vivía en Chiloé y era súper diferente, ahí cambió todo el asunto, pero en general siento que sigo siendo la misma persona.
Las redes sociales son un problema que tengo porque trabajo más de lo que las ocupo. A veces hay gente que cree que ya no existo, pero es debido a que no tengo tiempo para revisarlas y en realidad demandan un tiempo largo. Por ejemplo, si terminé un dibujo, tengo que ver el tamaño en que lo voy a subir, ponerle la firma, ver dónde lo voy a subir, qué le voy a escribir, qué hashtag, qué me van a responder y que no sé qué. Yo no sé cómo lo hacen otras personas, pero yo no puedo. Digo "¡Ya esta semana sí que sí voy a actualizar!" y cuando reviso las redes sociales aparece "Subido hace un mes” en mi última publicación. Me pregunto "¡¿Cómo es esto?! Si yo trabajo todos los días" y es porque es muy difícil darme tiempo. Prefiero terminar mis trabajos antes que darme esos tiempos, que a veces tienen que ver con culpas. En ocasiones si tengo que hacer algo o me comprometí a un trabajo, pienso que al subir un dibujo que es mío la gente va a decir “Ah, pero no estás haciendo el trabajo que debías hacer". Ese es un tema que se relaciona con que yo soy muy responsable, entonces no me gusta que piensen o que digan "Ay, no está haciendo nada, dice que no tiene tiempo". Al final, por eso me causan mucha ansiedad y angustia las redes sociales.
Ya no uso Facebook, o sea, a veces me hablan, pero reviso el chat al mes siguiente. Respondo “Lo siento mucho, prefiero que me hablen directamente por celular”, por ejemplo, a través de WhatsApp. Ahora he estado usando harto Instagram porque es menos cercano, es decir, no necesitan preguntarte cosas personales, es más sobre los mismos dibujos, las fotos. También uso Twitter, pero intentando no publicar mucho de mi vida personal.
Hubo un tiempo en que usé plataformas digitales para compartir mi trabajo, de hecho, fue el periodo en que agarré mi nombre como dibujante. Compartía mi trabajo en DeviantArt, que era la página donde estaban todos los dibujantes. Ahí me la pasaba todo el tiempo porque justamente tenía. Después de la universidad, me quedaba dibujando cosas y las subía. Mucha gente me seguía, me compartía y me pedía comisiones. Subía dibujos 3 veces a la semana o, por lo menos, 2 veces al mes, pero ya no subo nada. Hubo un tiempo en que fui súper asidua a las redes sociales, Facebook y DeviantArt, aunque hace hartos años que no.
El trabajo es, primero, una fuente de dinero. Es lo más importante porque me mantengo sola. Debo trabajar sí o sí en oficina, lo necesito para poder mantenerme, pero por mí no lo haría. Por otra parte, me ayuda a aprender cosas nuevas. Esta empresa en la que estoy no tenía un artista que estuviera siempre, contrataban diferentes personas y cuando llegué me dijeron “Necesitamos tal cosa”, a lo que respondí “Yo lo hago” sin saber cómo hacerlo. Ahí aprendí haciéndolo entonces me ha ayudado un montón. Por ejemplo, hicimos un juego para Nickelodeon y necesitaban que animáramos a las Tortugas Ninjas, las nuevas. Yo dije “Ya, yo hago las animaciones, démosle” cuando estábamos trabajando justamente con los animadores de la serie de forma directa. Trabajo súper bien a presión, aprendo mucho. El trabajo ha ayudado a acercarme a todas esas cosas que uno dice “En algún momento voy a aprender” porque en la pega tienes que hacerlo, te están pagando para eso. Me ayuda mucho, mucho a obligarme a ser mejor pues pasa bastante que uno, cuando es su propio jefe, se deja estar. Además, ayuda que mi trabajo sea lo que me gusta. Podría ser otro tipo de trabajo, pero dibujo, animo, diseño, así que es súper importante para mí.
Siempre he dibujado, desde que nací, porque mi papá era dibujante, trabajaba de arquitecto y mi mamá también. Además de estar siempre creando, mi papá hacía lettering y dibujos para afiches a mano y mi mamá hacía muñecas de tela, siempre en contacto con el arte. Ellos me metieron al mundo del dibujo, me decían “Ya, toma lápiz y toma papel”. Yo los veía dibujando siempre, desde que nací, porque trabajaban en la casa, era normal para mí.
Entonces dibujé, dibujé, dibujé y en algún momento, cuando tenía 12 años, dije "Ah, voy a ser veterinaria" porque me gustaban los animales, y al final nada que ver. Me acuerdo de que me metí a un taller de cómic que era muy malo, pésimo, pero me permitió conocer a una niña que dibujaba muy bien y yo pensé "¡Wow! Uno puede llegar a dibujar muy bien". Ella me mostró a las CLAMP, que este estudio de dibujantes japonesas, y me dijo "Mira, ellas son mujeres y hacen cómics". En esa época era extraño, era sorprendente que hubiera mujeres que hicieran cómic yfueran reconocidas, no se conocía mucho. Entonces en ese momento me dije “Ya, sí, quiero hacer esto” porque veía que era posible.
Cuando iba a salir del colegio me preguntaron “¿Qué quieres estudiar?” y respondí que no sabía porque en ese tiempo no había ilustración, no existía y yo no tenía idea de nada porque vivía en Chiloé, donde no se sabía nada de nada. Me dijeron “Estudia arte”, pero no quise pues sabía que se alejaba del “arte” que yo quería hacer, así que entré a diseño gráfico. Ahí me metí, no aprendí nada y me salí al tercer año por asuntos personales. En esa época estaba dibujando y subiendo muchas cosas a DeviantArt, donde me hice muy conocida.
Hubo un momento en que una compañía japonesa, DeNA, que estuvo en Chile por hartos años me llamó para que fuera a diseñar personajes. ¡No lo podía creer! Al principio les dije que no -esto pasó en el 2013-, pero pasó un año, me volvieron a contactar, dije “Ya, debería hacerlo” y acepté. Empecé a trabajar al tiro con profesionales, con gente de Japón, de Estados Unidos. Hice todo el diseño de personajes, cientos y cientos de personajes. Hacía 10 personajes diarios para un juego y ahí me dije “Ya, esto es lo que me gusta”. Siempre había querido trabajar en una empresa de videojuegos, aunque no era mi meta; yo quería hacer cómics en esa época. Después, con el tiempo, empecé a ver que me gustaban otras cosas, y por suerte los trabajos llegaron a mi. Yo creo que fue gracias a las redes sociales. Más adelante, cuando busqué trabajo de nuevo, me llegó de inmediato uno de videojuegos gracias a esa experiencia.
Los límites del trabajo no se terminan. Ese es un problema que tengo: siempre prefiero trabajar antes que descansar porque sé que en algún momento voy a estar estresada porque no hice las cosas. Entonces, al final, mi límite es cuando ya no puedo más.
Yo creo que un trabajo bien hecho tiene que ver con, primero, hasta dónde crees tú que puedes llegar. A veces uno dice “Ya, voy a hacer esto”, pero lo ves y dices “No, es que yo sé que puedo hacerlo mejor”. Para mí el límite es cuando dices “Ya, sé que en este tiempo que me dieron para hacer este trabajo, esto es lo máximo que puedo dar”. Eso es un trabajo bien hecho. Uno puede pensar que algo siempre se puede perfeccionar y si te dan un año para perfeccionarlo, eso va a estar constantemente mejorando y al final va a quedar maravilloso. Pero el trabajo tiene que estar delimitado a la cantidad de tiempo que tengo para hacerlo y hasta dónde puedo llegar en ese tiempo. Hay una relación entre calidad y tiempo porque no puedes dar más si no tienes más tiempo, pero tampoco puedes dar menos. Por lo menos, para mí, lo importante es dar el 100% siempre. Me veo súper loca, pero soy muy estructurada, a veces demasiado.
Los indicadores externos de valoración de mi trabajo dependen del cliente. En mi trabajo, si bien yo tiendo ser en general la directora de arte principal en varios proyectos, existe el jefe que es el que también dice “¿Sabes qué? Me gustó”, “No me gustó” o “Creo que le va a gustar al cliente”. Cuando dice “Sí, me gusta”, pasa al cliente al que le estamos haciendo el trabajo. Él puede decir “No me gustó” o “No es lo que yo quería”, independiente de si está bien hecho el trabajo. Al final es súper subjetivo porque se trata de si a la empresa o al cliente le gusta, de lo que está pidiendo. El trabajo nunca depende de uno totalmente, a menos que el cliente te esté buscando a ti específicamente como ilustrador y quieren tu estilo. Ahí da lo mismo lo que hagas porque le va a gustar igual.
La experiencia va a ser súper diferente, dependiendo si trabajas como independiente, si eres una marca conocida o tu nombre es conocido. En esta empresa siempre tenemos clientes súper distintos: hay unos que te dicen “Me encanta lo que hiciste” y nada más, está bien, te lo van a pagar; mientras que hay otros que te piden cambios y cambios, y va a depender solamente de si le gustó a él o a toda la gente de la reunión donde estaban revisando el asunto. En resumen, los indicadores dependen de los agentes externos porque es lo que quieren y es lo que están pagando, aunque obviamente cuánto vas a cambiar de eso dependerá de cuánto te paguen. Aparte, el cliente puede no entender de qué estás hablando. Te dice “Quiero tal cosa”, piensa que es un dibujo 2D y al final resulta que el dibujo que te estaba pidiendo era 3D, pero no entendía nada. Tengo un amigo que trabaja en la parte de diseño de interfaces, es seco y hace sus cosas súper bien. Tuvo que trabajar con un cliente que no sabía nada y cuando entregó su trabajo esta persona le dijo “No, es que yo esperaba otra cosa”. Le pidieron cambiar todo y quedó súper feo, desde la perspectiva de nosotros que sabemos. Dijimos “Esto no está bien. No se entiende, está desordenado”, pero para ellos estaba bien. Es súper subjetivo, va a depender de la suerte incluso.
El éxito tiene que ver con cuan feliz estoy. Por ejemplo, en la empresa en que estaba antes ganaba mucha plata, pero no era feliz porque los jefes me trataban mal. Era otra forma de trabajo: me exigían cosas que no tenían nada que ver con el trabajo, sufrí abuso laboral por parte de la jefatura, me trataron súper mal, se metían en mi vida. Ganaba bien, pero, aparte de eso, tenía una vida súper mala, entonces no lo disfrutaba. Si daba una idea no la tomaban en cuenta, no me escuchaban y no me respetaban. Entonces no era agradable, aunque tenía gente maravillosa de compañeros y me trataban super bien, los jefes me trataban como mano de obra y eso me terminó matando. Para mí no fue éxito por más plata que tuviera.
En cambio, ahora gano mucho menos y el jefe me deja "hacer lo que quiera" porque confía en mi criterio, confía en que lo voy a hacer bien. De repente me dice "Pucha, cámbiate esto porque el cliente no sé qué", "No, yo no me lo imaginaba así", pero nunca de una manera agresiva y abusiva. Entonces para mí el éxito es eso, o sea, que se den cuenta y aprecien lo que haces. En la otra empresa me pasaba que nunca me agradecieron nada, siendo que me esforzaba mucho en mi trabajo. Nunca en la vida me dijeron “Buen trabajo”. Acá me dicen cada vez que trabajo "Oye, sí, qué bueno, gracias" “te pasaste” “que lindo”. Para mí eso es éxito, independiente de la plata que tenga o de que no tenga mucho tiempo para hacer otras cosas, es que reconozcan lo bien que lo estás haciendo. Eso es lo más importante.
No sé si el fracaso es lo contrario al éxito necesariamente, sino que se relaciona con no llenar las expectativas que tú mismo tienes. Por ejemplo, un jefe te puede pedir mucho más de lo que tú eres capaz, y ahí no es fracaso, es simplemente que el jefe o el cliente no saben hasta dónde tú puedes llegar. Te pueden decir "Ah, tú dibujas. Hazme una animación", pero si no eres animador, ellos pensarán que lo hiciste mal o que no sirves. Creo que el fracaso es cuando te crees capaz de algo y no lo logras o si lo logras, pero no te sientes satisfecho. También puede ser que estás haciendo algo que no te hace feliz. Para mí eso sería la contraparte: ser feliz o no ser feliz con lo que estás haciendo.
La relación entre el trabajo y el dinero siempre ha sido como “Está bien todo, pero tengo menos plata” o “Tengo mucha plata y no está bien todo”. Generalmente trabajo mucho, mucho, mucho para ganar unos cuantos pesos. No tengo dramas con eso, me hace feliz igual. No necesariamente mucho trabajo es mucha plata, a veces va a depender de la suerte que tenga o en qué empresa esté. Yo conversé con mis jefes de que, como no gano mucho, necesito trabajar afuera entonces me dejan irme una hora antes. Eso moldea de cierta manera que pueda decir “Ya, me voy a las 6.00, puedo llegar a la casa y hacer tal cosa”, pero siempre depende de los horarios que me den ellos porque ya no soy una persona libre.
En general, identifico momentos de ocio cuando termino una de mis tareas. Yo planifico mi tiempo con 3 días de anticipación por lo menos, hago una checklist y cuando la termino sé que de ahí en adelante es mi tiempo libre. También es ocio cuando dibujo para mí y no se trata de algo que me pidieron. Otras actividades son conversar con amigos o comer. Tengo un hobbie que es bailar K-pop. Soy la líder junto con mi pareja de un grupo y bailamos los sábados desde las 6.00 de la tarde hasta las 10.00 de la noche generalmente. Tenemos horarios bien marcados.
Otro momento de ocio es cuando estoy con mi pareja, pero generalmente estamos juntas mientras estoy trabajando porque vivo con ella. La semana en que escribí la bitácora vimos una serie durante dos días porque estaba más tranquila. Eso sería un tiempo de ocio porque no estaba trabajando y es algo para mí.
El rol que tienen otras personas en mi tiempo libre depende de la actividad. Cuando el momento de ocio es dibujar, no importa con quién esté, en cambio, si es un momento para estar tranquila y compartir, obviamente son importantes las personas con que comparto, sobre todo mi pareja y mi mamá, que también vive con nosotras. El momento en que puedo estar con ellas y conversar de cualquier cosa para mí es relajante. Yo no tengo mucha vida social, no converso con mucha gente entonces llego a la casa a conversar de qué pasó en el día o cosas así. Si no estuvieran ellas no sería lo mismo.
Estar trabajando sin parar me ha causado problemas con amigos. Hay muchos que se han enojado conmigo por mi falta de tiempo. Al principio me dolía porque me decían: "Tú siempre dices nos vamos a ver algún día y al final nunca nos reunimos". No es que cancelara a último minuto, sino que nunca acordábamos una fecha. Tampoco tengo mucho tiempo, así que prefiero ocuparlo en terminar cosas que son para mí en lugar de dar tiempo a mis amigos, por consecuencia de cosas de mi infancia. Cuando estaba en el colegio, era todo lo contrario. Hacía mis cosas, pero mi tiempo lo ocupaba en mis amigos. Al final hacía todo por ellos entonces nunca me di tiempo para mí. Fui infeliz porque me tocaron malos amigos, no me valoraron, por eso hoy soy más pesada también. Los amigos que tengo ahora me valoran por quien realmente soy y no me juzgan, entienden mi manera de ser y me quieren a pesar de todo.
Antes asociaba tener tiempo de ocio a la mediocridad, pensaba como “Oh, la gente que es floja” porque para mí era así, no puedo vivir sin estar haciendo cosas. ¡Qué terrible! Me caigo mal cuando recuerdo esto, pero con el tiempo cambió. Un día mi papá me dijo “Tú eres demasiado trabajólica, parte de tu deber es descansar", y en ese momento, cuando me dijo eso, me di cuenta que había estado muy cerrada, de que el ocio era súper importante, que era un equilibrio. Lo veo ahora que hice la bitácora también porque me di cuenta de que esos momentos de ocio de ayudaron a relajarme. Estos días en que no los he tenido, no he estado relajada. He estado tirando todo lejos y estoy muy cansada. El significado del ocio cambió con los años, ahora me percato de que es súper importante.
Creo que, sobre todo para la gente creativa, cuando te obligan, o tienes un compromiso, o una responsabilidad, o un trabajo, en general, los momentos en que te dicen “Tienes que hacer tal cosa” la creatividad se esfuma porque obligar no ayuda, es así de simple. Los momentos de ocio te ayudan. Por ejemplo, yo roleo con mis amigos. Escribimos, roleamos cosas y a mí eso me ayuda mucho a pensar en historias, a crear personajes. Eso me saca un poco de encima el tema de estar trabajando siempre. Cuando estuve trabajando en la otra empresa -donde ganaba mucha plata, pero era terrible-, yo no dibujé nada para mí por 2 años aproximadamente. Me hizo pésimo, perdí las ganas de dibujar para mí. Aparte, estaba enferma entonces no me ayudó. De hecho, estaba estancada y súper bloqueada artísticamente. Así que el ocio significa un momento para poder refrescarme y que la creatividad siga fluyendo. Ahora le estoy dando el tiempo. Digo “¿Sabes qué? No importa, aunque sean las 12 de la noche, la 1 de la mañana, voy a dibujar un poquito para mí”. Me ha ayudado mucho a volver a imaginar, a volver a crear cosas.
En la sociedad actual siento que la mayoría de la gente es muy ociosa, porque yo soy el otro extremo. Creo que deberían hacer más cosas, tener más hobbies dentro de su ocio en vez de estar en el celular todo el día, por ejemplo. En el caso de las personas que trabajamos en el mundo creativo necesitamos nuestros tiempos de ocio porque siempre estamos haciendo cosas, pero no sé si el resto de la gente dosifica ambas cosas. Quizás deberíamos quitarle un poco de ocio a algunas personas, el equilibrio entre ocio y trabajo es importante. Por ejemplo, yo nunca me he aburrido en mi vida, para mí no existe y no entiendo que haya gente que se aburra porque hay tantas cosas que se pueden hacer. El ocio está bien porque te ayuda a crear cosas, funciona como un recreo de tu vida agitada si es que tienes que trabajar siempre. Yo uso el ocio para poder seguir creando cosas y creo que eso pasa en el campo en que trabajo. El ocio es para poder relajarse y no bloquearse, que es lo que pasa si estás solamente haciendo lo que debes y no lo que quieres.
En el 2015 tuve un infarto cerebral. Antes de esto, justo fue cuando tenía esta pega muy terrible. No podía trabajar bien ni tener tiempo de ocio. Como estaba enferma, usaba todo el tiempo que podía tener de ocio para trabajar porque no alcanzaba a hacer nada. No fue nada bueno, no tuve nada de tiempo para mí. Después de ese infarto cerebral y que dejé ese trabajo, seguí mal. Alguien podría decirme “Tuviste mucho tiempo de ocio en ese momento”, pero al final ya ni siquiera me acuerdo. Si tienes puro tiempo de ocio no creas nada, si tienes puro trabajo no creas nada tampoco, entonces en ninguno de esos dos momentos logré algo. Para mí realmente necesitan convivir esas dos cosas, ocio y trabajo, pero en enfermedad no pude hacerlo.
Otra experiencia de enfermedad, que ocurrió en agosto, fue una bursitis en el brazo. No pude trabajar por un mes y me quería matar porque una cosa es no poder trabajar y otra es no poder hacer nada más. De hecho, yo no sabía qué hacer porque no podía ni siquiera leer por no poder sostener un libro. Podía ver televisión, ver series, pero era fome. Me aburría, me estresaba por estar mucho tiempo sin hacer nada. No podía jugar, no podía dibujar, no podía hacer nada. Las enfermedades no fueron buenas, o sea, creo que ni el trabajo ni el ocio se pueden hacer bien.
Yo no tengo muchas vacaciones, me doy como 5 días al año y eso, por lo menos ocurrió, este año. Fui a Chiloé de vacaciones y fue una experiencia ociosa, no hice nada más que mirar pajaritos. Pero, en general, ese es el único rato que ocupé totalmente para “descansar” porque para mí todos los feriados, todos los días libres que me dan no son libres. Cuando me dicen “¡Mira este fin de semana, descansa!” yo respondo “Ah, voy a aprovechar de avanzar todo lo que no avancé en no sé qué”. Nunca me doy descansos, yo misma me impongo el trabajo, lo que sé que tampoco es nada sano.
No pienso en la maternidad. Siento que soy muy irresponsable conmigo misma. Si no soy capaz de controlarme en el trabajo, de decir “Ya, ahora sí que debería dejar de hacer esto”, creo que no podría tener hijos. Independiente de que dijera “Oh, qué lindo sería”, no tendría tiempo. ¡Ni perro tengo! Tengo un gato y se cuida solo.
Nunca he pensado en el retiro. De hecho, siempre imagino que voy a seguir haciendo esto hasta que me muera, voy a estar dibujando hasta el último momento. No imagino el retiro, no podría. Nunca he ido al psicólogo ni nada, pero siento que tengo ansiedad, déficit atencional, hiperactividad, todo junto porque me siento mal cuando no hago cosas, no puedo dejar de hacer cosas. Cuando llamo a mi papá le digo “Papá, estoy muy estresada”, a lo que me responde “¡Pero para de hacer cosas!”. Por mi parte, le contesto “¡Es que no puedo!”. Me cuesta pensar que en algún momento se va a acabar lo que estoy haciendo. No puede ser así porque me hace muy feliz hacer cosas, más que descansar. A veces digo “Voy a jugar un jueguito de celular” y si estoy media hora, para mí ya es demasiado, es suficiente. Siempre pienso “¿De qué me sirve este jueguito?” y si, por ejemplo, me gusta la gráfica se lo muestro a mi jefe. Nada de lo que hago es sin sentido, todo debe tener un sentido en mi vida. ¡Qué terrible! Soy muy cuadrada y pienso que ojalá todo pueda ayudar a hacer un producto nuevo. Quizás estoy muy loca y soy muy trabajólica, pero también soy muy feliz.
Soy Óscar Chávez, tengo 35 años. Me dedico a la ilustración, pero mi título profesional es Licenciado en Comunicaciones que es el término formal para referirse a un publicista. Trabajé 3 años en una agencia de publicidad cuando finalicé mis estudios hasta que me aburrí. Sin embargo, en ese lugar descubrí que existía el mundo de la ilustración publicitaria del que no tenía conocimiento previo. Cuando noté que existía ese “nicho”, comencé a investigar y hacer cosas para la misma agencia porque sentía que tenía las capacidades para poder hacerlo. La misma agencia resultó una especie de universidad para la ilustración porque comencé a diseñar ilustraciones para las campañas que me llegaban y siempre las aprobaron, les gustaban. El problema apareció al notar que no me pagaban extra por esta actividad, ya que consideraban que era parte de mi trabajo, pero normalmente si le pides a alguien externo que haga este trabajo le pagas un proveedor. Decidí renunciar a la agencia y me dediqué a la ilustración.
En este sentido, soy totalmente autodidacta, ni siquiera creo que sea tan buen dibujante. No estaba perfilado para estudiar Bellas Artes o algo similar en el colegio, sino que me gustaba dibujar para molestar a mis compañeros. Mientras trabajaba en la agencia noté cómo era la ilustración publicitaria y si veía algo, trataba de imitarlo para llegar a ese resultado. En general, mi forma de aprendizaje y de trabajo ha sido siempre más autodidacta, excepto publicidad que fue la carrera que estudié. Hace tiempo entré a una productora de animación y observando a mis compañeros, empecé a animar con el programa que utilizaban y aprendí.
Abandoné mi puesto en la agencia en el 2009; voy a cumplir casi 9 años de vida independiente como ilustrador. He tenido empleos fijos en oficinas sólo dos veces durante este tiempo. Hace 5 años llegué a una productora de animación a la que encargaron un cortometraje y me contactaron porque necesitaban directores de arte. El proyecto era lado, duraba un año aproximadamente y fue la primera vez que trabajé en oficina desde que me volví independiente. También estuve haciendo una tira cómica para la sección de deportes de La Cuarta. El horario era flexible, llegaba a la oficina los domingos a las 3 y me quedaba hasta las 7. Podía trabajar desde la casa, pero me gustaba ir porque estaban los compañeros y, en general, me aburría mientras estaba solo.
Por lo general, no trabajo en una sola cosa. Hay ocasiones en que hago una pega y al mismo tiempo tengo que entregar otra, entonces no sabía si escribir una vez la actividad en la bitácora o repetirla cuando la retomaba más tarde. Opté por describir poco y registrar rápido lo que hacía.
Me percaté en la bitácora que mucho de este tiempo llamado ocio estaba dedicado a mi hija, me desconectaba del trabajo cuando estábamos juntos. Por lo mismo, no lo registré. Al principio escribí que la iba a dejar al jardín y en ese trayecto me llamaron para ofrecerme una pega, entonces ese momento se volvió laboral.
Mis tiempos son súper estructurados pues voy a trabajar a la oficina de esta productora que mencioné. Cuando terminé el proyecto me ofrecieron seguir trabajando ahí, que siguiera usando el espacio porque nos llevábamos bien. Era parecido a tener compañeros de trabajo. El horario de trabajo de ellos parte a las 9 y termina a las 6, lo que me ayudó bastante a ordenar mi vida laboral. Cuando estaba en mi casa trabajaba hasta las 5 o 6 de la mañana, dormía y despertaba súper tarde. El nacimiento de mi hija colaboró con este proceso de estructuración. Ahora mi trabajo termina siempre a las 6 y a las 6.30 debo estar en el jardín para retirar a mi hija. Intento ser lo más productivo en esa ventana. Llevo trabajo para la casa cuando tengo que cumplir un plazo; si no terminé esa pega en la oficina, no me queda otra que seguir en mi casa. No alcancé a anotar en la bitácora porque justo pasó al terminar mi semana de registro, pero estuve trabajando en el storyboard que me encargaron durante los fines de semana, incluso pasé de largo una noche. Estas situaciones ocurrían a menudo hace un tiempo, pero ya no. Trato de no hacerlo porque quedo muerto, el cuerpo no resiste como antes. Quizás me acostumbré a dormir y levantarme temprano, ya que tengo que ir a dejar a mi hija a las 7.
Hace 10 años mi bitácora daría cuenta de varias transformaciones. Primero, no tenía una estructura de horarios. Cuando partí tenía más trabajo que en la actualidad, posiblemente por ser nuevo en el medio y porque manejaba un blog de humor que me mantenía súper activo en redes sociales. De esta forma, mi lado de autor hacía visible mi trabajo. Además, soy malo para venderme a las agencias, no ando con mi carpeta para mostrar mi trabajo, sino que más bien la gente me conoce por el boca a boca. En ese tiempo aceptaba todo lo que llegaba, entonces llegué a tener 3 turnos de trabajo: desde las 11 hasta las 2, después de las 2 a las 7 y finalmente desde las 7 hasta la noche. El desorden me permitía ir al cine en la tarde o simplemente salir, era más relajado. Antes de trabajar en la oficina, daba lo mismo si me juntaba con un amigo a almorzar y tomar unas cervezas, llegaba a la casa y si tenía que hacer algo dormía una siesta para seguir trabajando después. Ya no tengo esa flexibilidad e intento ser productivo para no llevar pega a la casa.
Siempre he tenido teléfono y he estado conectado a internet, son mis medios de comunicación. El uso de la tecnología no ha cambiado durante estos años, he mantenido los mismos elementos desde que partí. Cuando empecé a trabajar existían plataformas para enviar archivos de gran tamaño por correo electrónico, aunque en casos extremos se tenían que ir a dejar los discos externos. No obstante, todo funciona por internet actualmente, casi no me muevo de la casa. Mi relación con la tecnología se ha mantenido estática. Si bien soy súper digital, tampoco soy tan conectado. Por ejemplo, pierdo tiempo viendo Facebook, pero no genero contenidos, no soy partícipe. En mi Instagram soy un poco más activo porque empecé a hacer una tontera: publico efemérides todos los días con información sobre el nacimiento de personas conocidas o hechos que sucedieron. Pensé agregarles ilustraciones, pero significaba trabajo constante y más tiempo. Intento publicar 2 datos podría: ayer publiqué que Oscar Wilde fue juzgado y encarcelado por su homosexualidad, y que el ilustrador que hace las animaciones de Gorillaz nació en la misma fecha. Es una actividad sistemática que me entretiene y que creo que calificaría como ocio. Me gusta usar las redes sociales para mostrar mi trabajo o cosas complementarias que no tienen un fin laboral como chistes. Prefiero reflejar mi manera de ser en estas plataformas más que mostrar mi vida privada.
El trabajo tiene un lugar central en mi vida porque está mi hija. Si no trabajo no puedo dedicarle tiempo a ella. Cuando tengo poca pega o se atrasan con los pagos, me estreso mucho. Además, te percatas que la plata se va rapidísimo. El trabajo y mi hija son importantes, sólo que mi hija es el motor, el eje que articula al otro. Por el mismo motivo, intento ser cuadrado con las pegas, por ejemplo, no acepto trabajos que tomarán el fin de semana. Hay ocasiones que te contactan un viernes para entregar un trabajo el lunes siguiente, pero las rechazo. Pese a que antes las tomaba por asuntos económicos y me daba igual, el tiempo libre es importante para estar con mi hija. Mi trabajo dejó de ser un hobbie y una manera de obtener realización personal porque se transformó en mi fuente de ingresos. Me gusta la flexibilidad del talento que desarrollé para poder vivir y no depender de un jefe, sin embargo, tengo una mirada poco romántica: me parece un instrumento para generar dinero.
Tengo trabajos que se vinculan de forma más directa con mi dimensión creativa. Actualmente estoy en un proyecto de música infantil con unos amigos que se llama “Canciones de Marte” y que realizo solamente por amor al arte. Nos juntamos a componer y uno de mis amigos que es músico se encarga de grabar y de la producción musical. Ya que no soy músico, sino que soy bajista amateur, mi aporte musical se agota cuando bosquejamos una idea para componer. Después me desligo y trabajo sólo en el videoclip animado que hacemos para cada canción. Entonces mi rol consiste en ser animador y director de arte, Lilo, mi amigo músico, compone, y Andy hace las letras y se encarga del aspecto más comunicacional, publica en redes sociales. Mientras escribía la bitácora, lanzamos nuestro quinto tema en YouTube. Tuvimos un poco más de actividad como agrupación porque intentamos difundir y compartir el video con nuestros amigos, no se trata de una gran acción de marketing.
Sin embargo, establezco diferencias entre las pegas que me dan placer y las que no dentro de los mismos trabajos de agencia. Hace una semana tuve que crear un storyboard y me carga. En ese sentido, mi desempeño es súper instrumental, me interesa terminar y ganar rápido. Por otra parte, la gente de Flúor -productora de la oficina- está desarrollando un teaser de una serie de animación para un fondo CORFO que se ganaron. Ellos hacen las escaletas para los capítulos y yo realizo la dirección de arte de los personajes. Pese a que es harto trabajo, para mí es llenador porque la animación me gusta. A fin de cuentas, ambas actividades me generan plata, pero el diseño de personajes que cobrarán vida es un trabajo artístico de mi autoría. Puedo meter la cuchara con más facilidad en este tipo de trabajo que en publicidad, donde el cliente te entrega un boceto o una referencia del resultado que desea. De todas formas, me gustan los desafíos que solicitan las personas porque ayudan a nutrirme técnicamente, me ponen pies forzados para hacer cosas que no haría solo. En algún punto, opté por no casarme solamente con el estilo de la ilustración para abarcar la publicidad que es un proveedor más. Si bien no es un trabajo creativo, me ayuda en la parte técnica.
En general, tengo un estándar de calidad, aunque he entregado trabajos que no me gustan. Intento que los encargos no asusten porque imagino que si lo ve otro ilustrador no quiero que se pregunte: “¿Quién hizo esto?”. Mi postura está vinculada a aspectos técnicos y de ego; me interesa que un trabajo mal hecho no esté asociado a mí. Cuando pinto me fijo mucho en la luz, un elemento que, a partir de mis observaciones, no se considera en trabajos publicitarios. Si tengo varios elementos en una gráfica y la luz proviene desde un lado específico, hago que todos los elementos tengan una luz coherente a eso. Mis criterios son la coherencia y la estética. Sin embargo, hay un elemento que no estoy seguro si es un criterio porque es una sensación que proviene de la guata y te hace pensar: “Oh, está bien terminado” o “Está mal terminado”. También depende del tipo de ilustración, por ejemplo, se producen trabajos que tienen buenos detalles, pero son toscos. De todas formas, mi principal criterio es que me sienta orgulloso de lo que hice y de que guste a los demás. Pese a que no me guste la pega o la encuentre aburrida, si fuera el cliente que está pagando no me parecería que me entregaran una hueá, un mono feo. Tengo ese pudo de que finalmente estoy entregando mi firma.
No busco el reconocimiento de mis pares necesariamente, pero es rico cuando los ilustradores que admiras comentan que les gusta tu trabajo. Hice un grupo de amigos debido a la ilustración y a ellos les gusta mi trabajo, es una base que me da tranquilidad. Me encantaría ser más reconocido, pero no estoy en esa búsqueda. Los principales circuitos de validación de mi trabajo son la publicidad, que es lo que más hago, y la presencia de mis obras en la calle, en la televisión o en redes sociales. Son redes importantes porque permiten vender mi pega. Mi trabajo no es para exponer, no me imagino en una galería, más bien me interesa subir algo a redes sociales y que se comparta de manera masiva pues es para las masas finalmente. Por lo mismo, es entretenido hacer trabajos para marcas importantes. Mis redes sociales se transformaron en un portafolio/diario de vida; ahí subo mis creaciones y me explayo, es una vitrina de trabajo y una herramienta de venta. Lo único que no hago en este espacio virtual es opinar de la actualidad o de la contingencia, me carga usar las redes sociales para eso. Siempre me ha dado pudor y vergüenza que la gente opine por todo, ¿por qué tienen que hacerlo? Así que mejor guardo mis posturas.
El fracaso no lo he experimentado muchas veces. Me parece que cuando te enfocas en tu obra personal, te encuentras más con el fracaso, no obstante, nunca ha llegado a la fase del trabajo. Nunca he estado sin trabajar desde que comencé, he estado en una zona de confort bien grande. Hay ocasiones en que incluso me da lata porque siento que la comodidad me estanca. Actualmente el espacio donde puedo hallar la incertidumbre son las canciones que componemos con mis amigos, ya que es una obra personal que necesita la aprobación de la gente. Llevamos 5 canciones subidas a YouTube y todavía la repercusión es lenta, me gustaría que tuviéramos más. Sin embargo, sabemos que es un trabajo largo mientras no le dediquemos 100% de nuestro tiempo.
Vivir de la ilustración lo tomo como un éxito. Si dejara de ganar dinero me vería en la obligación de movilizarme para hacer otra cosa, reestructurarme o replantearme mi quehacer. La ilustración permite entrelazar un trabajo que me gusta con la plata. No hago millones, pero es una fuente laboral que permite una solvencia económica como a cualquier adulto. Lo único que no he hecho por mi estabilidad laboral es vivir en el extranjero, algo que quería hacer para tener nuevas experiencias y salir de esta burbuja. No lo hice porque sentía que me estaba yendo bien, así que decidí postergarlo y finalmente no lo hice. Ahora con mi hija es más difícil esa decisión. No me parece un sacrificio, sólo es un impulso romántico de querer moverse y conocer otras realidades.
En mi tiempo de ocio intento juntarme a tomar cerveza con mis amigos, en un bar o en la casa. Mis mejores amigos son el grupo con el que componemos canciones, tenemos una amistad de años, desde que somos niños. Siempre nos ha gustado hacer cosas creativas. Cuando estamos en el bar surgen ideas para los proyectos, ahí quedan todas las ideas. Al día siguiente hablamos por correo y aterrizamos lo que se nos ocurrió. No obstante, hay veces que descartamos ideas. Hace un tiempo están trabajando con Chilemonos porque se va a realizar un concurso de proyectos para Cartoon Network. Tenemos la idea de juntarnos para conversar y tirar ideas.
Los tiempos de ocio en que no imagino en un bar son aquellos cuando estoy en la casa sin hacer nada porque me ayuda a recargar las pilas. Me gusta no hacer nada porque suelo estar ocupado y poseo poco tiempo para mí. Considero que los aprovecho de esta forma. También está mi familia, que es mi hija y la veo todos los días. Aparte de ella, no comparto más tiempo con otras personas. Estamos separados con su mamá. Mi hermano vive en EE.UU., así que nos vemos casi nada, sólo chateamos. Mi hermana vive en Peñaflor con su esposo, tampoco nos visitamos mucho. Mi mamá era la persona más cercana, pero murió hace casi 2 años. Mi papá está fanático del parapente y ocupa su tiempo libre para hacer este deporte. El tiempo con mi familia es estar con la Celeste, que son 3 veces a la semana aproximadamente.
Usualmente los lugares de mis tiempos de ocio son casas, restoranes o bares. Al parecer somos un poco fomes con mis amigos, pero nos gusta reunirnos en casa porque podemos conversar. Los fines de semana no me interesa ir a una disco a bailar, prefiero sentarme a conversar con alguien, lo encuentro más llenador. Me desplazo entre estos lugares en bicicleta para escuchar música. Sin embargo, antes andaba harto en micro y lo extraño; recuerdo que dibujaba en el cuaderno o pensaba más cosas. Vivía en Maipú y estudiaba en Providencia, era bacán ese tiempo. Ahora los viajes son relativamente cortos y tienen un propósito más estructural. Últimamente escucho podcasts sobre astronomía cuando viajo porque soy un aficionado de la disciplina. Además, me sirve para pensar en el viaje porque la bicicleta me desconcentra mucho, no puedo pensar en otras cosas que no sean el cansancio. No suelo caminar pues los tramos cotidianos son cercanos para moverse en bicicleta, pero distantes para ir a pie. Sólo camino al supermercado. También tomo metro, aunque me subo y me bajo altiro. Ninguno de los trayectos me sirve para pensar proyectos.
El concepto ocio lo asocio al tiempo libre, a un momento de introspección, de sacar cuentas y consolidar. Es un periodo de tiempo en el que estoy solo y es totalmente agradable. Me desconecto de la rutina, descanso y pienso. Es un tiempo escaso y súper positivo. En mi círculo cercano también se percibe de esta manera, aunque creo que hay personas que lo asocian a algo negativo, a flojear. Para mí son tiempos de creación y dar vuelta a las cosas. De hecho, mis viajes en bicicleta, pese a que tienen esta dimensión instrumental, son ocio porque permiten expandir mis conocimientos, mis afinidades y mis intereses. Sin el ocio sería un esclavo de la pega. Por el contrario, las personas que lo aprecian como algo negativo consideran que no se hace nada productivo. En Chile el trabajo está asociado a la productividad y el no trabajo a la pérdida de tiempo.
La gente cercana tiene una percepción similar, piensan que el ocio es súper valioso. Tengo muchos amigos que son trabajadores independientes y coinciden con la idea de que los límites entre trabajo y ocio son difusos. Incluso en la oficina me pasa que tontear con mis compañeros es ocio/trabajo. A veces alguien encuentra un video y lo comentamos, o la hora de almuerzo se transforma en una hora de ocio.
El ocio es creación y no necesariamente ésta se vincula a mi trabajo. Por ejemplo, el proyecto para el concurso de Cartoon Network es ocio, más allá de que podría tener un fin laboral. En mis tiempos libres dibujo o pienso nuevas ideas, actividades que me impide hacer mi trabajo rutinario. No logro separar el ocio y mi pega; podría estar en el cine o de vacaciones y no me desconectaría completamente porque soy súper observador. Cuando veo una película me fijo más en la estructura del guion y el desarrollo, más que disfrutar la película sin pensar. Quizás soy medio fome, pero es interesante notar cómo resuelven la trama, por ejemplo.
Podría decir que me desconecto completamente cuando juego PlayStation porque no soy bueno y no tengo expectativas sobre mejorar. Sin embargo, en mi tiempo libre consumo cosas que me gustan y que influyen en mi quehacer. Hasta escuchando música o asisto a un concierto me fijo en los instrumentos, ya que toco el bajo. Nunca me desconecto de lo que algo me puede aportar.
La enfermedad es un obstáculo grande como trabajador independiente porque es difícil producir; es una inhabilidad que me genera estrés. No he tenido ninguna enfermedad grave, a lo más un resfrío que me tuvo un día en cama, pero aun así no puedo dejar de trabajar. Es un estorbo pues tengo que dibujar igual. Si estuviera en una pega estable posiblemente la enfermedad sería rico porque dejaría la licencia y me iría la casa, sin embargo, a mí me molesta, me enoja. Cuando murió mi mamá, una situación en la que podría pedir permiso en un trabajo normal, tenía una entrega y no pude parar de trabajar. Fui a ver a mi mamá, pero después volví a la casa para terminar el encargo. No tengo a quien delegarle mi trabajo ni tampoco puedo dejarlo porque hay responsabilidades que cumplir con los clientes. Cualquier situación que me dificulte trabajar me estresa.
Mi forma de trabajo es súper individual, así que no tendría un asistente. Si decido crear una empresa, una productora o un estudio de ilustración, necesitaría un asistente y daría lo mismo, pero nunca me ha gustado la idea de ser jefe. Me gusta la idea de mandarme solo, que nadie depende de mí y no dependen de nadie -entre comillas-. No me parece la formación de una empresa un sueño posible; lo más cercano sería la creación de un estudio de animación con mis amigos.
Tengo pocas vacaciones. No me canso tanto en el año porque hay épocas que casi no tengo trabajo, así que dedico ese tiempo a mis cosas o hacer nada. Por ejemplo, mi hija tuvo neumonía y el tiempo de trabajo que no tuve por dedicarme a su cuidado, lo veo como vacaciones, aunque no era descanso. Fue un mes de desconexión de la pega porque estaba preocupado, pero consideré que eran vacaciones por lo mismo. En ningún caso se trató de pérdida.
Los feriados intento no trabajar a menos que tenga que cumplir un deadline. El storyboard que mencioné antes lo hice durante Semana Santa a jornada completa, no fue el mejor fin de semana largo. Los feriados y las vacaciones son diferentes a las de las personas que trabajan de forma estable y cuentan con estos días siempre, ya que muchas veces tengo que trabajarlos. Por otra parte, puedo estar libre un lunes común y corriente, pero nadie más lo está. Además, soy maniático, no me gusta sentir que estoy sin hacer algo, me da miedo. Tomo vacaciones durante el año: dejo de trabajar dos días mientras el resto sigue su rutina. No me gustan los tumultos por lo que no voy a la playa o a otro lugar en verano. Ahora me desconectaré un poco porque vendrá mi hermano.
Ser padre transformó mi distribución de tiempo de ocio y trabajo. Nos separamos con la madre de Celeste antes de que naciera, lo que me hizo recordar la experiencia de mi mamá que también estaba separada de mi papá. Ella siempre se llevaba toda la carga, mientras que mi papá se mantenía al margen de la crianza. No me gustaba esa idea de la paternidad. Me decía a mí mismo que si algún día me volvía padre le dedicaría todo el tiempo que pudiese a mi hijo. Cuando nació mi hija me autopresioné con la idea de ser un buen papá; el primer año ocupé todo mi tiempo libre para estar con ella. Gracias a mi flexibilidad laboral, hubo días que no trabajé para cuidarla si se enfermaba. El trabajo por proyectos permite que tomes días libres porque nadie te exige algo, cada uno ve cómo distribuye sus tiempos. Mi rutina cambió mucho desde que nació Celeste, los tiempos que tenía para mí ya no existen pues ahora pertenecen a mi hija. Estar separados también es más desgastante, de hecho, tomé la decisión de hacerme una vasectomía porque si tuviera un hijo nuevamente sería con otra mujer, no la mamá de mi hija, así que tendría que dividir el tiempo libre entre dos familias y no me cae. Tampoco quiero ser papá una segunda vez.
En algún momento imagino que desearé descansar y vivir de mis ahorros, pero no detendré mis actividades creativas. Me proyecto haciendo cosas en el futuro ni siquiera para la gente, sino que para mí. No me imagino jubilando, menos ahora con mi papá que tiene 63 años y está súper activo con el parapente. Dejó su pega y comenzó a trabajar como administrador para la gente que tiene un negocio de parapentes. Él se quedó con su hobbie y me imagino que trabajará en ello hasta que muera, al igual que mi abuelo que fue joyero toda su vida. Yo me visualizo como ellos, son mis modelos a seguir. No sé qué hobbie adoptaré a esa edad porque mis intereses son súper cambiantes. En estos 10 años he pasado por 40 mil etapas diferentes, entonces no creo que haga lo mismo que ahora, pero seguramente será algo vinculado a la creación. Quizás me dedique a pintar o a hacer guiones para cómics o animaciones, me encantaría. Mi vida laboral a gran escala es tan difusa que no tengo certezas sobre cómo será mi vida de jubilado.
Me imagino trabajando siempre, no creo que me detenga, excepto si sufro algún accidente, quedo postrado o me da cáncer. Sin embargo, seguiría trabajando incluso en esas condiciones, no me echaría a morir. Además, los viejos son más felices cuando hacen cosas.
Mi nombre es Gabriela de la Piedra de la Cerda. Actualmente soy directora docente de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Mayor. Además, trabajo en mi oficina independiente, soy socia de PM200 Arquitectos, donde nos dedicamos a la arquitectura de retail, y estoy muy feliz escribiendo un libro sobre El Claustro, que es este edificio. También hago clases en pregrado, ahora estoy haciendo Análisis histórico en Arquitectura 3, que tiene relación con Chile y Latinoamérica.
No había tenido una experiencia de registro como ésta. A veces cuando viajo hago algo similar, o de más chica tal vez. Ahora con el celular se sacan fotos y todo queda digital. Cuando no existía ese recurso me iba de viaje con croquera en mano y luego las guardaba. Era interesante revisarlas después, pensar “Estuve en tal lugar”, “Mira,
qué entretenido, se me había olvidado”. Me pasó ahora en el verano que fui a México. Yo ya había ido y pude revisar esa bitácora. Fue divertido poder verlo con mis niños y revisitar los lugares que había registrado. En ellas escribía, dibujaba, pegaba recortes, hacía harto collage. También hacía croquis que tienen las medidas y proporciones de ese momento. A mí me gusta mucho el arte precolombino e hice mucho tiempo clases sobre el tema, y justo en esa época viajé a México y Perú. Esas bitácoras en algunos casos las usaba para mis clases, en otros casos era mi necesidad de entender. Una cosa es verlo en libros, y otra cuando lo tocas y tienes esa sensación y dices: “Ay, esto es piedra pulida”. Las bitácoras servían mucho en ese dibujo, para tomar las medidas. Son cosas de arquitecto ¿o no? Para nosotros la medida y proporción son súper importantes, te da la escala que necesitas, por un lado, para las clases, pero también por la necesidad de vivenciar las cosas. Estar en Teotihuacán, ver la Pirámide del Sol en su dimensión real, es una diferencia importante respecto del libro.
No aprendí a realizar estas bitácoras en la universidad. Tengo una prima historiadora que cuando se iba de vacaciones con nosotros siempre iba registrando. Ella es profesora de Historia y Geografía, y hace sus registros porque le interesaban las huellas de las cosas. Y tengo eso, no sé si es mal o buen hábito, de coleccionar imágenes que creo viene de ella. O sea, toda mi colección de tapas que ves aquí en los muros son parte de ese “estuve aquí, pisé este lugar”.
Registré una semana bien laboral en la bitácora. Me di cuenta que el trabajo tiene un peso interesante porque me produce alegría, felicidad, un montón de sensaciones. Aún así, no es lo más importante para mí, y eso que estoy prácticamente todo el día acá.
Cuando terminé la bitácora me di cuenta que le dedico el mismo espacio a dejar a mis niños en la mañana, que a mis horas de trabajo. Eso fue bien alucinante, como que incluí dentro de mis horas de trabajo todas las cosas que tengo que hacer. Me agradó constatar que mi día es muy largo porque siempre pienso que es corto y que me falta tiempo. Soy muy activa, me gusta hacer muchas cosas entonces me di cuenta que mi día no era tan corto como pensaba, o sea, tengo un montón de actividades.
Despertarse en la mañana es un rito importante que marqué en la bitácora. Llegar a trabajar también lo es. Y luego volver a mi casa. Yo además entreno hockey y me di cuenta que el equipo tiene más importancia de lo que pensaba. Fue muy interesante escribirlo, es muy distinto a dibujarlo. Mis otras bitácoras son más de dibujo que escritura, aunque tienen notas y observaciones.
La relación entre mis trabajos ha ido mutando con el tiempo. Antes me dedicaba más a la oficina y sólo venía a la escuela a dar clases. Luego pasé a estar medio día en cada lugar. Hoy sólo voy a la oficina por proyectos, o sea, me piden un proyecto y voy a la oficina. Ya no somos PYME, ahora somos mediana empresa. En ella trabajan quince personas, siete son profesionales, está la secretaria, la señora Isabel que nos ayuda con el aseo y una cuadrilla de maestros. No solamente diseñamos, también construimos. Y además tenemos una mini fábrica de muebles.
El trabajo como directora docente lo realizo hace dos años y, en general, es el que más concentra mi atención. Tiene una carga emocional que no me había tocado antes. Yo soy un poquito arisca y no me gusta mucho el contacto físico. Entonces he tenido que experimentar esa cercanía desde un plano de contención emocional. Todo el día apago incendios. “Ay, profe es que se murió mi mamá y no pude entregar”, u otras veces “Ay, es que se murió la abuela” y tú sabes que te está mintiendo, por lo que hay que lidiar constantemente con eso. Tiene de dulce y agraz, por eso me produce bastante emoción.
Por otro lado, el libro me tiene súper contenta, pero avanzo muy lento, atroz de lento. Por suerte tengo un alumno en práctica que me está redibujando los planos que era algo que tenía que hacer en algún minuto y no había podido. Así que ya vamos avanzando algo. Tengo deadline, así que no hay vuelta. Y la otra patita que tengo en mi cabeza, que también funciona todo el día, aunque más desde el celular, es mi trabajo gremial con la Asociación de Oficina de Arquitectos (AOA). Estoy en el comité editorial de la revista que realiza la asociación. Allí siempre tengo la cabeza activa, pensando “Ay, mira qué lindo el edificio. ¿Será socio para ver si lo podemos poner en la revista?".
Todo lo que tenga relación con la arquitectura pura y dura me fascina. Me gusta muchísimo hacer clases, pero lo hago hace tanto tiempo que ya le pongo play, así que tampoco estoy todo el día pensando en eso. Pienso más en otras cosas que me llenan el alma en este momento de mi vida.
La oficina se ha vinculado fuertemente al retail, particularmente en el área outdoor. Hace trece años que somos los arquitectos de The North Face para Chile y Latinoamérica. Casas hacemos poquitas porque son un cacho. Como vendemos un paquete completo también nos hacemos cargo de la postventa que es súper jodida. Por ejemplo, después de tres años entraron a robarle a un cliente, le rompieron el vidrio y forzaron la chapa. Nos llama, vamos y arreglamos la chapa que es cacho, pero bueno tienes que hacerlo. Nosotros somos súper comprometidos en la oficina y por eso tenemos clientes de tantos años.
En este momento hay un proyecto que me tiene entusiasmada que es una peluquería para una amiga, me gusta esa escala porque es más pequeñita y también la vinculo con mi lado más creativo. No sé si va a salir, en eso estoy, pero de eso no me despego nunca. En general, con la oficina es más difícil porque trabajo con mi marido –que es mi socio– y él está a cargo. Entonces tratamos de no hablar tanto de eso en la tarde salvo excepciones que nos entusiasmen mucho. En el área de la arquitectura es común que tu socio sea tu pareja. Antes, cuando trabajábamos juntos más tiempo, era difícil porque nos llevábamos los problemas de la oficina a la casa. Y ahora que no es así, se hace llevadero porque en común sólo tenemos algunos proyectos particulares. Revisamos planos, estamos en otra cosa. Es súper llevadero, antes no era tan así.
Decidí seguir con la academia por dos cosas. Primero porque muchas veces nos enfrascábamos en peleas de trabajo y las discusiones familiares aumentaban. Y segundo, porque me gusta muchísimo y es bueno tener los huevos separados. Por mucho que tengamos una oficina hace tiempo, sigue siendo independiente y ante cualquier crisis puede ser complejo. Pensamos que esto era mejor y se fue dando así nomás.
En este momento el trabajo y su importancia depende de la época del año. Probablemente cuando estemos acercándonos a las admisiones mi mundo se volverá el trabajo y estemos todo el día metidos en eso. Entonces cambia un poco la perspectiva. Pero hoy –sobre todo cuando hice la bitácora¬– me llamó la atención de que el trabajo era súper secundario porque estaba muy involucrada con los niños. En parte porque estamos listos para partir de vacaciones entonces mi cabeza está más con ellos que en la oficina. Ahora, lo que nos pasa a todos los arquitectos es que nunca dejamos de serlo. No sé, voy a la casa de un amigo y estoy mirándole la casa, el terreno, pensando en arquitectura. Yo reconozco abiertamente que no es un problema, pero podría transformarse en uno. Soy súper pegada y me encanta.
Mi profesión ha sido muy importante en mi vida. Desde el momento en que decidí estudiar arquitectura, mi vida tuvo un vuelco súper interesante. Soy de esas mujeres con suerte, la verdad. Entonces la arquitectura me cayó como anillo al dedo y ha sido muy fácil. Mi papá tenía una suerte de vocación de arquitecto frustrado, era mueblista. Eran otros sus intereses, pero compartía el gusto por la decoración. Él tenía un muy buen gusto. De todas formas, no podría decir que haya sido una gran influencia tampoco en mi vida. Yo creo que la escuela hizo mucho en mí y mis amigos, la mayoría son arquitectos. La escuela en que estudié es esta misma, yo entré el año ’96 y nunca más salí.
Yo creo que mi identidad volcada a lo profesional es una psicopatía personal. Soy una persona que se involucra 100%. Las cosas a medias tintas no. Me acuerdo en mis primeras clases en la escuela que me dijeron: “El problema de los chilenos es que dicen que Santiago es gris porque caminan mirando para abajo”. Y yo pensé: “Cresta, camino mirando para abajo”. Y dejé de hacerlo y efectivamente algo cambió. Aprendí a observar las cosas.
Yo creo que todo cambia, incluso los elementos que busco que dejen un sello en mi trabajo. No soy la misma que hace veinte años y probablemente que hace cinco años tampoco. No voy a decir la palabra rigor porque no soy rigurosa en muchas cosas, pero cuando realizo mi trabajo soy súper constante y súper leal, y creo que eso hace que tenga un sello súper claro. Por ejemplo, pienso que ser parte de la educación de la arquitectura es relevante. Y por eso tienes que tener un sello y hacer una diferencia. No soy un genio y tampoco sé mucho más que el que está sentado al lado mío, pero yo puedo enseñarle a mis alumnos a ser constante, a no rendirse, a buscar otras maneras. Todo eso se valora porque el interés está puesto en que sean capaces de explorar por su cuenta más allá. Y para eso hay que ser constante. Si tu picoteai de aquí, después picoteai de allá, y picoteas acá, probablemente vas a tener un picoteo de muchas cosas, pero no vas a poder tener una línea que defina hacia dónde quieres ir o cómo quieres ir. Eso va a cambiar muchas veces. Hace como diez años me vino una crisis vocacional con respecto a la pega que hacía en ese momento. Estaba a cargo del Centro de Extensión de la Facultad de Arquitectura, y yo quise darle un vuelco distinto. Fue frustrante porque realmente no lo pude hace por un motivo que iba mucho más allá de mí persona. Por mucho que uno trate de ser constante, por esa línea no hay vuelta, tienes que buscar otra. En ese sentido la flexibilidad es también importante, entender que uno se puede equivocar y partir. No lo digo de la boca para fuera, porque es fácil decirlo. Yo, por ejemplo, estuve en el Centro de Extensión durante diez años, y ahora estoy en esto que es totalmente lo opuesto. Entonces, hay que ser flexible y aprender a crecer y cambiar.
La crisis en las escuelas de arquitectura por las altas exigencias y su impacto en la salud mental son un tema grave, sobre todo por las consecuencias en los estudiantes. Yo lo vivencio aquí, aunque no tan fuerte como en la FAU que tiene una enseñanza de mucho tiempo sin cambios. Lamentablemente, lo más grave bajo mi perspectiva sobre la enseñanza de la arquitectura es que no ha tenido modificación hace 200 años. Se enseña exactamente igual. El taller como cabeza, un profesor con un alumno explicando cómo debe desarrollar el proyecto. Y claro, le agregamos cosas, le sumamos todo lo digital, la sustentabilidad, y otros temas, qué sé yo. Pero la manera de enseñar sigue siendo la misma. Yo creo que hay que impulsar un cambio importante en casi todas las escuelas, incluso en las que no partieron tan bien, pero se han encaminado. En Chile, en general, se enseña buena arquitectura, pero igual que hace 200 años y por eso hay que generar un cambio.
Es que los tiempos han cambiado, el arquitecto artista es inevitable, yo creo que eso va de la mano. El arquitecto poeta, artista o todos esos apodos que tenemos, son súper ciertos. No se puede disociar, o sea, estás creando. Aunque claro, no es un diseño, es un proyecto que tiene sus variaciones. Diseñar es mucho más difícil que proyectar porque puedes tomar cualquier cosa y proyectarlo. El diseño parte de cero y eso lo hace distinto. Pero es inevitable, el arquitecto entra y sale del diseño, entra y sale del mundo del arte, va de la mano. Y sí, tenemos esa parte que es genial, pero ha mutado. Desde los 90´ hasta los 10´, yo diría que el arquitecto tomó un vuelco muy fuerte hacia la ingeniería. Uno por el mismo diseño de la arquitectura que estaba tomando vuelo desde la línea más minimalista, o desde el movimiento moderno donde el detalle constructivo empieza a ser muy importante. El detalle empieza a ser un fetiche en el área y entonces el ingeniero se acerca más al arquitecto y por eso muchas veces somos más cuadrados que los artistas. Es la flexibilidad que tiene el arquitecto que entra y sale de la construcción, de la ingeniería, de las artes, del diseño, de la academia, y somos todos felices. Me cuesta explicarles a los alumnos que el ser arquitecto tiene más que ver con una cosa integral de explorar distintas cosas que construir un edificio o diseñar una casa. No, es mucho más. Escribir un libro ¬-como yo estoy haciendo ahora- me tiene mucho más involucrada en la arquitectura que antes cuando proyectaba. Es loco, pero es así, y va de la mano de los tiempos modernos el cómo se han ido manejando los tiempos.
En términos materiales está el problema de los arquitectos. Ahí es cuando no somos como los ingenieros, sino como los artistas. La mayoría trabaja por placer y el reporte económico nunca es suficiente. Yo he tenido la suerte de no tener que tomar decisiones respecto a la economía. Pero si tuviera que hacerlo, con niños, pagando colegios y todo lo que eso involucra, probablemente lo haría priorizando la economía. Nunca hay que dejar eso de lado, o sea, yo trabajo y me pagan. No sé si trabajaría lo mismo si no me pagaran. Probablemente estaría haciendo otra cosa, no lo sé. Claro, a veces no hago un trabajo porque me pagan poco. A menos que sea pro bono, donde es distinto. Por ejemplo, el 2015 participé en la Bienal de Arquitectura como parte del equipo curatorial, y eso fue pro bono. Nos pagaron 1 millón por ocho meses de trabajo intenso, lo que fue buenísimo porque con eso pagamos unos viajes a Viña. Pero lo digo, porque no ha sido problema para mí. Mi marido es súper trabajador, se saca la cresta trabajando y tengo la suerte de compartir con él y por eso no hemos tenido problemas económicos. Eso me da la posibilidad de no tener que pedir grandes sueldos donde trabajo. Tampoco sé si se paga más de lo que hago por mi trabajo, tendría que entrar a otros proyectos y no sé si el tiempo me da. Pero soy una mujer con suerte, nunca he preguntado cuánto voy a ganar, lo que es una tontera porque me dio vergüenza. Cuando me llegó el cheque a fin de mes lo encontré estupendo y luego fui avanzando. No sé negociar y cuando encontré que no me iba mal dije: “Ya bueno, estoy de acuerdo, listo”.
El trabajo que tengo en la universidad en cierto modo subvenciona otros proyectos. También la oficina lo hace. Gano menos en la oficina porque estoy menos tiempo, pero ambos subvencionan la posibilidad de hacer el libro, estar en la Asociación de Oficinas de Arquitectos, la Bienal cuando la hice, la exposición que quiero montar y todas esas otras cosas que rodean. Yo sé que puede tener un costo alto en tiempo, pero finalmente creo que una es complemento de la otra indiscutiblemente.
Para organizarme hago post-it de las cosas que tengo que hacer, de hecho, había uno que decía “bitácora” y ya lo saqué. Tengo a la Caro que me ayuda, me recuerda lo que tengo que hacer. Me cuesta ene cambiar el switch y entrar a una actividad de otra, aunque no tanto la asociación porque no es acá, en mi oficina. El trayecto me permitía cambiar el ritmo. Antes era mucho más importante cuando venía en micro, era perfecto porque se trata de una hora y veinte minutos de sólo yo. Entonces leía muchísimo, era mi momento de lectura, era un momento mío. Yo me comía así un alto de libros y fascinada, iba rayando y usando post-it. Ahora que me vengo en auto lo que hago es hacer llamadas de teléfono. Hago otras cosas, tengo la posibilidad de ir a dejar a mis niños al colegio, que me gusta muchísimo porque es el momento en que vamos conversando, me cuentan lo que van a hacer en el día.
La principal actividad que vinculo al ocio es el hockey. Entreno dos veces a la semana y juego los domingos. Me encanta ir, lo paso chancho, tengo un súper equipo. Es bien loco, whatsappean todo el día así que estamos en eso constantemente, es divertido. Mis niños también juegan, así que funciono bastante en modo hockey. Entreno en el colegio de mis niños con un grupo de mamás. Allí no hay espacio para la arquitectura, es mi círculo que no es de arquitectos.
Los fines de semana nos juntamos hartos con un matrimonio de amigos con los que fuimos vecinos durante mucho tiempo. Ella es amiga de mi marido hace muchos años y ahora es mi mejor amiga. Tendemos a hacer asados los fines de semana, los maridos se van a surfear en la mañana, lo pasamos chancho. Pero habitualmente, el ocio involucra estar en nuestra casa. Somos súper caseros. Esa gente que sale para todos lados me parece una locura si es tan rico estar en casa. Salimos, obvio. Generalmente en las mañanas a jugar jockey y llevar a los niños a distintos lados. Y luego en la tarde, los asados generalmente son en mi casa. La diseñamos con mi marido y un amigo que trabaja aquí también, Sebastián Cifuentes, entonces está pensada para eso. El primer piso es totalmente abierto incluyendo cocina, living comedor, jardín. Por eso tiende a estar un poco llena también. Mi hermana que juega conmigo está constantemente allí y me encanta.
Dentro de esos momentos también hay espacios para mí. El hockey es uno de ellos. A veces hace frío y me dan ganas de quedarme, pero me obligo. Todos los tiempos son para mí porque soy súper individualista y me gusta serlo. Me agarro de todo, y siento que si estoy en la oficina también es para mí. Si hago clases –lo que me encanta– es para mí también porque aprendo y lo paso bien. Aún cuando soy una madre culposa, no tengo la sensación de que necesito espacio. Con un grupo de amigas nos vamos una vez al año, ahora vamos a Chiloé. Y ese es un súper tiempo para mí, tanto que me llego a aburrir porque no estoy acostumbrada. Mi mente piensa que los niños van a venir a almorzar, que tengo una reunión, u otras mil cosas. Y el deporte en general, antes cuando podía, salía a correr bastante, pero ahora tengo menos tiempo. Pero siempre ha estado. Debo reconocer que en los años que estudié arquitectura partí jugando hockey igual que siempre, pero lo abandoné como por seis años. Tuve un accidente y luego retomarlo me costó ene.
Cuando estudié en la universidad me organizaba para no trasnochar. Soy súper disciplinada y constante, entonces me hacía estas cartas gantt gigantes para planificar los tiempos. Soy muy intensa en el día y no duro mucho en la noche. Por ejemplo, a mí me encanta carretear, me encanta, pero de día. Porque a las 8 de la noche estoy muerta y ya a las 10 me quiero acostar. Por eso en la escuela era importante organizarme, no trasnoché nunca. Yo creo que efectivamente la escuela tiene una carga importante de trabajo, pero si te organizas bien se puede. Para mí había dos cosas importantes de establecer. Uno, que había que entregar siempre, como una ley. Y dos, me gusta mucho carretear, en la escuela peor. Así que tenía que dejar ese espacio o me volvía loca. El viernes me gustaba salir a bailar y salir, porque sentarse a conversar yo me quedo dormida. En ese tiempo mi espacio de ocio no tenía que ver con el deporte, para nada, tenía relación con los amigos y pasarla bien. Lo pase chancho en la universidad. Todos dicen; “ay, me repetiría el colegio”. Yo no, me repito feliz la universidad, pero el colegio ni cagando.
Para mí el ocio es fantástico. Es el momento de creación, en que uno está pensando en otras cosas. Pero para que pasen estas cosas increíbles tienes que saber que estás en un tiempo de ocio. El concepto no tiene ninguna connotación negativa, todo lo contrario. Y el aburrimiento tampoco me parece terrible y trato de inculcárselo a mis hijos. Porque es ahí cuando empiezan a aparecer cosas. Tanto el ocio como el aburrimiento son momentos que me parecen súper necesarios. Pero a nivel social creo que tienen una pésima valoración y el ocio se considera algo terrible. Es como si fueras un patán, estar echado, sin hacer nada. ¡Como si eso fuera tan terrible! Claro, si ese es todo tu día puede serlo. Pero no es así, son tiempos súper acotados y no es no hacer nada. Es tu tiempo de ocio y tienes que disfrutarlo y eso está perfecto. Pero claro que tiene una connotación negativa que se asocia a la flojera. Yo lo pienso como unas mini vacaciones.
Antes trabajaba los fines de semana, contestaba mails y otras cosas. Pero cuando entré a trabajar en la escuela y me empezaron a llegar infinitos mails de estudiantes me di cuenta que si lo hago pierdo totalmente mis tiempos personales. Así que no, no trabajo los fines de semana. Si hago otros proyectos que me interesen, como hoy que voy a hacer los marcos de los cuadros que quiero colgar. Para mí los fines de semana me gusta estar con mis hijos, con mi marido. Son tiempos importantes. Por ejemplo, me gusta que los niños inviten a sus amigos los viernes. Si quieren la casa llena, llena. Pero que sábado y domingo estén con nosotros. E invitamos a este matrimonio que tiene niños de la misma edad, o mi hermana con sus hijas, qué se yo. Porque es el único tiempo familiar. O sea, mis niños salen a las 5 de la tarde, lunes y miércoles se van con su abuela, martes y jueves juegan hockey, o sea yo estoy con ellos de 7 a 8:30. Ah, porque en mi casa es más servicio militar, a las 8:30 están durmiendo. Porque también a las 8:30 yo empiezo a tener día con mi marido. Uno tiene vida, un poquito después de la pega, después de los niños.
La idea de enfermarme o estar inhabilitada es difícil. Yo no me enfermo. Y si lo hago, sigo conectada, híper conectada. Una vez tuve una amigdalitis que me noqueó, y no me quedó otra porque el cuerpo me dijo: “Ya, se acabó”. Soy súper sana, no me enfermo. He tenido un montón de cálculos renales, me han operado dos veces y he faltado un día. Mi sentido de responsabilidad es terrible. Niego la enfermedad, totalmente. A veces se la niego a mis pobres hijos que están enfermos: “No, no, estás perfecto. Partiste al colegio”. Y después a la media hora tengo que ir a buscarlo. Es que pienso que estar enfermo también es un estado mental, y no me lo permito. Ni tampoco estar depre, ni estar triste, no. Hay momentos, pero en general, no. Espero que nunca nos toque una enfermedad grande. Tuve una cuñada y una amiga con cáncer, muy mal. Y prefiero no pensar en eso. En cuanto a la pega, mientras pueda venir lo voy a hacer, aunque esté enferma. Nunca he pedido una licencia más que el pre y el post natal, pero con mis dos niños volví antes del tiempo a trabajar. Soy casera, pero no me gusta hacer las cosas de la casa la verdad.
La maternidad es todo un tema. Tengo dos hijos, Catalina de 11 e Ignacio de 10. Son muy seguidos, si no hacía la pega de una no la iba a hacer. Yo soy así, intensa, es todo o nada. Y después ya se acabó. Yo no quería ser mamá, no estaba dentro de mis planes. De hecho, resultaron totalmente distintos a lo que había imaginado. Habría sido otra mi vida. Yo me iba a ir a estudiar afuera, pero me casé súper joven, a los 26 años. Ser mamá fue tema porque no fue fácil. Soy individualista, independiente y me gusta serlo. Preferí trabajar de sol a sol y endeudarme antes de seguir viviendo en la casa de mis papás. Quería tomar mis propias decisiones y con niños es imposible porque piensas en ellos. He ido mejorando con el tiempo, porque mientras más grandes más he podido recobrar mi independencia. Pero cuando eran chicos la culpa era terrible. A los 4-5 años estaban toda la tarde en la casa con la nana. Corría de un lado a otro para alcanzar a verlos. Ahora no es así, se quedan hasta tarde en el colegio y eso me da más espacio. Me encantaría decir que me fascina ser mamá, pero en realidad no es que me guste mucho. No fue fácil cuando eran chicos. Ahora somos más partner, cuando juegan hockey voy a verlos y les grito. Tenemos más tema de conversación y más posibilidades. Pero cuando chicos, no había nada que conversar y veíamos monos todo el día, una cosa terrible. Hoy tengo otras preocupaciones, de hecho, me dan más pega que la pega. A veces cuando estoy mucho tiempo de vacaciones quiero volver a trabajar porque descanso. Siempre he tenido la suerte de que disfruto mi trabajo, y los niños dan mucho que hacer. Me encantaba bañarlos con la espuma y jugar. Pero me carga cocinar, ordenar la casa todo el día, los juguetes por todas partes. Ahora tengo ropa por todas partes.
La jubilación me da pánico. Lo único que tengo claro es que cuando jubile voy a volver a fumar. Pero no, no quiero jubilarme. Yo creo que la vida al final te jubila, pero en este momento de mi vida no me interesa hacerlo. Por suerte la arquitectura es bien longeva. No quiero ser vieja tampoco, voy derecho para allá. Lo he pensado mucho. Y he tomado dos decisiones al respecto. Una, es que no me voy a jubilar. No sé, me pueden preguntar en cinco años más y puede que piense otra cosa. Pero no pretendo dejar de trabajar por lo tanto tengo que buscar algo para hacer en mi época de jubilación, tengo que cranearlo. Y lo otro es que tengo que preparar mi cuerpo para la vejez y por eso decidí cambiar mi alimentación. A mí me encanta comer, soy dulcera terrible, y decidí sola que tengo una adicción a la azúcar. Por lo tanto – yo soy súper de extremos y las adicciones se me dan fácil- es todo o nada. Dejé el azúcar hace un mes y medio y he bajado siete kilos. Como que me desinflé, se me apareció la cara. Yo soy deportista, no tengo mi cuerpo hecho mierda, al contrario. Lo que no he dejado es el alcohol, sé que es azúcar, pero límites. Tomo champaña y vino no más sí. Entonces yo creo que hay que prepararse, antes no me importaba tanto pero ahora sí. Me ayudó mucho mi amiga Daniela, que está muy enferma, a pensarlo porque hay que hacerlo.
Y bueno, lo otro, es que tengo claro que cada quien tiene que forjarse su vida. Eso significa que no estoy preparando nada para dejarle a mis hijos aparte de su educación. Pero yo no pretendo dejarles mi casa. Si en un minuto siento que la jubilación está muy pobre, se venderá. Y viviremos como queremos vivir, quizás afuera. Con mi marido siempre lo pensamos y no hemos podido hacerlo. Creo que hay que tener claridad en ese sentido, la vida es de uno y ellos tienen que forjarse la suya. No tienen que pensar que los papás les van a dejar cosas. Si ocurre maravilloso, es una suerte. Pero si en algún momento alguno de mis hijos quiere ser arquitecto y nosotros seguimos con la oficina, tendrá que partir de cero y no se la vamos a hacer fácil porque estaremos vivos y necesitaremos un sueldo. No, pobre y vieja ni cagando. Y para eso la jubilación juega un rol importante.
Igual que muchos arquitectos creo que es mejor tener propiedades que un fondo mutuo. En eso prefiero invertir, pagar 20 años una casa antes que rentar en un fondo. Aquí en Chile hay que pensar en la jubilación, nuestra generación se impone poco, sobre todo los arquitectos. Yo tengo papás de amigas que no tienen jubilación, punto. Viven de sus rentas, pero no es suficiente. Es difícil, es un temazo y a mí me tiene bien cagá la psiquis. No estoy todo el día pensando en eso, pero sí creo que es algo muy importante de ver. Sobre todo, siendo mujer porque para nosotras es más larga la vida y hay más preocupaciones que se reflejan en el deterioro del cuerpo. O sea, yo no pretendo ser miss Chile a los 70, lo único que quiero es poder caminar tranquila y que no me duelan los dedos o los hombros. Cosas bien básicas, pero hay que llegar bien. Las mujeres somos más longevas, en estricto rigor tres años, pero en verdad son más. Lo viví con mis abuelos y son 10 años de diferencia. Y 10 años pobre, sola y cagá, no.
Mi nombre es Andrés Ortega. Soy arquitecto de la Católica de Valparaíso, lo cual ya habla de un cierto perfil. Mi trayectoria no se ha ajustado a los cánones tradicionales del arquitecto. Mi primer trabajo después de la universidad fue abrir un bar, donde igual se aplicaron principios de diseño y fue como una escuela para mí. Era gestionado, atendido y diseñado por mí y mis socios. Fue un choque de realidad después de salir de la universidad, desde aprender a hacer un excel hasta la gestión de diversas cosas. Estás todo el tiempo resolviendo, y la arquitectura es así también, pero más a largo plazo. Esto es de gestionar y proyectar en términos de números y personas. Una especie de empresario nocturno. Quizás si hacemos un paralelo son similares, es como salir de la universidad y que te tiren altiro a hacer una obra. Es algo que ocurre, pero no a mí por lo menos.
Después de eso, me metí en temas asociados a participación ciudadana como Servicio País por un año. Ahí empecé un recorrido más cercano a las personas. Trabajé un tiempo en temas de patrimonio y estuve trabajando para el gobierno en un proyecto sobre Gabriela Mistral. Fue muy bonito, con mucha articulación y varios actores. Después me fui para afuera un rato. Estuve un tiempo en Italia donde hice una pasantía de investigación, y luego partí a Hungría. Allá trabajé en una empresa de tecnología donde estaba encargado de la experiencia de oficina, que era tipo Google. Entonces tuve que implementar un sistema de servicio interno full Google: que hubiera comida, refrigeradores con cerveza, mejorar la disposición, el layout, qué sé yo. Entonces investigué mucho lo que hace Google en su oficina, que tienen un rollo de recursos humanos asociado a la experiencia de trabajo, y eso asociado a métricas, incluso. Y lo fuimos aplicando a esta oficina, fue bien entretenido y diferente.
Luego volví a Chile y me hice cargo de Estudio Racimo. Lo había creado cuando estaba en La Serena pero al salir el viaje lo dejamos en el congelador. Al comienzo se movió con licitaciones públicas, nos fue bien. Trabajamos con el Laboratorio Ciudad y Territorio de la UDP viendo temas de revitalización de las galerías del centro de Santiago. De a poco nos empezamos a aburrir de las licitaciónes porque es complejo y nos asociamos con una etnógrafa para poder comenzar a abordar otro tipo de proyectos. Ahí se abrió el campo privado y nos metimos full en temas de estudios de usuarios y etnografías para diseño de productos. Es el gran fuerte que tiene Racimo en este minuto, ha sido el corazón de la pega. Ahora estamos trabajando con Casa&Ideas, por ejemplo. Y en paralelo, empecé a trabajar sobre cómo esta mirada de entender a las personas en profundidad, sobre cómo se relacionan con los productos y servicios, y eso lo llevamos al territorio. Encuentro que va un paso más allá de la participación ciudadana, que es bacán, pero como que se queda muy corta.
Fui bastante poco ortodoxo con el registro. Partí dos días continuos y luego hubo una ventana hasta la semana siguiente. Pasaron dos semanas y fui poniendo lo que me acordaba, así que hice una ensalada. Pero son cosas que igual son rutina dentro de la no-rutina. Hay un condicionante muy fuerte, que es mi hija que va a cumplir seis meses. Desde su nacimiento intenté esperar una semana relativamente estándar y justo se dieron cosas que registré –celebraciones y otras– que no ocurren siempre. Me gustó registrarlas porque grafican un estilo de trabajo que es diferente.
No identifiqué patrones, pero hay ciertas rutinas. Todos los días voy a dejar a Vicente al colegio a las 8 AM en bicicleta. Es nuestro espacio. Más que nada, lo que vi, es que hay un respeto o una rutina que privilegia igual heavy el espacio de no trabajo. Podría ser poco productivo desde una mirada neoliberal. Pero eso es lo que se valora y lo he intentado respetar dentro de lo posible. O sea, los tiempos con los hijos son los tiempos con los hijos. Igual hay proyectos que te hacen estar hasta las 11 de la noche o pasar de largo, pero trato igual de mantener ese equilibrio. Yo creo que la bitácora refleja esa búsqueda.
Hacer este ejercicio diez años antes habría sido distinto porque los recorridos y las lógicas de organización del trabajo lo son. Cuando trabajé para el Gobierno Regional de Coquimbo estaba en un contexto de ciudad en donde después de almuerzo se va a dormir siesta. No sé si es comparable como si hubiera estado haciendo una pega en Santiago porque probablemente hubiera estado todo el día en el trabajo y no hubiera ido a dormir siesta a mi casa. O cuando trabajé en el Laboratorio de Gobierno y Racimo tenía proyectos en paralelo, fue una época súper intensa. En Hungría, en esta pega start-up, era otro mundo. Se vive de hacer creer que todo es buena onda, con unas jornadas de trabajo de 6 AM hasta las 9 de la noche, pero siempre comiendo pizza y tomando cerveza. Entonces fue heavy. Me levantaba a las 5 de la mañana al mercado y estaba volviendo a la casa a las 7. Me mandaba unas jornadas brígidas. Me contrataron gente y todo, pero fue el minuto donde más he trabajado en la vida. Pero buena onda, con pizza y cerveza. Entonces claro, todo es diferente.
Este año he tratado de separar el espacio laboral de la casa. Antes tenía un solo computador y eso influye. Ahora tengo uno acá fijo en la oficina y eso me ha ayudado. Creo que como he tenido más tiempo, me ha tocado estar más de noche con la guagua, recuperando el tiempo que no pude estar. También con el Vicente estuvimos yendo a unas terapias en las tardes y entonces ahí no trabajaba. Trato de separarlo. El celular ayuda en esa coordinación de Whatsapp, porque igual a veces se necesitan cosas, pero veo más Instagram que otras cosas.
Creo que como generación hemos superado ese mantra que tiene la generación de nuestros papás: “El trabajo dignifica”. Para mí es un vehículo para canalizar intereses. He tenido la suerte de trabajar en cosas que me interesan y darles forma a través del trabajo. No me ha tocado hacer la pega de otro. En ese sentido, me siento privilegiado. A pesar de que obviamente eso ha impactado en mi situación económica y en mi tranquilidad. Hasta ahora, he hecho lo que me gusta. Llámese el bar, que fue mi interés por la música electrónica que tuve desde siempre. Ese fue el lugar donde pude traspasarlo a una cosa pública. La ruta de Gabriela Mistral también, ese entendimiento del territorio y la relación con el diseño. Ahí me dieron carta blanca para hacer lo que quise.
Creo que el trabajo cumple un rol súper complementario en la búsqueda de la felicidad. Conozco gente que trabaja para ganar lucas y estar tranquilo. En mi caso, el modelo familiar que tengo influye porque es una decisión súper consensuada. Durante grandes periodos mi mujer ha tenido trabajo fijo y eso me ha dado cierta libertad porque no tengo la necesidad de “buscar el pan” para mi familia. Hemos sido súper complementarios, aunque en algún minuto ella dejó de serlo, sobre todo el año pasado, que para Racimo fue súper pesado porque se cayeron muchos proyectos y ella justo había tomado la decisión de renunciar para trabajar con nosotros. Fue el peor momento posible y, por suerte, eso mejoró.
En Chile todavía cuesta mucho tener ética laboral. O sea, es súper duro. En algunos momentos hacíamos unos proyectos donde uno decía: "No puedo estar mintiéndole a estas personas”. O vivir situaciones en que le dices al cliente que no puedes estar dando la cara por algo que es imposible. La crisis que tuvimos el 2018 tuvo como resultado el tener que despedir a gente. Dijimos a todo que sí, sacrificando lo robusto de la oferta de servicio. Eran clientes que te hacían dudar mucho, que intentaban vender seguros cuando la gente estaba débil y nos pedían ayuda para eso. Entonces dijimos: “Chao”. Aunque no tengamos plata hay que mantener cierta ética dentro de lo posible aún cuando se sacrifique un poco la rentabilidad. Hay un balance con lo monetario, aunque eso implica muchas veces cargarnos de trabajo y reducir costos por otros lados.
Hay distintas formas de medir y evaluar un buen trabajo. Por un lado más cualitativo, tiene relación con el cliente y, por otro más cuantitativo, hay que ver los resultados. Es difícil hacerlo. En general, se trata de los comentarios del cliente, pero internamente también uno se da cuenta de cómo trabajó el equipo y cosas así. Ahora trabajamos con muchas personas externas. Somos un grupo chico, optamos por un modelo freelance que es mucho más complejo. Antes teníamos a todo el mundo acá, a las personas al lado. Eso ha impactado en algunos proyectos, y en otros, no tanto.
Me pasa algo bien especial con el reconocimiento externo. Por ejemplo, me cuesta mucho explicarle a mis pares qué es lo que hago. Siento que soy un arquitecto que conecta dos mundos. Está lo urbanístico y el diseño, yo estoy en la mitad y, en ese sentido, es curioso. Me cuesta caleta explicarlo. Siempre me ha tocado trabajar con personas y para mí el reconocimiento es que la gente esté contenta, sastisfecha. Yo disfrutaba mucho, por ejemplo, el proyecto que teníamos con las galerías del centro, cuando hacíamos activaciones. En esa época, las movíamos nosotros, a las 4 AM montando cosas, muy como si aún estuviéramos en la escuela. Y al otro día ver a los niños rayando las cuestiones era bacán. Hacíamos muchos talleres para distintos contextos. Por ejemplo, cuando trabajamos con un cliente como Casa&Ideas, yo entrego el reporte con el perfil del cliente, con estrategias. Y en vez de dejarlo ahí, hacemos un taller e incorporamos eso y vemos cómo los tipos realmente entendieron. Y eso es como check. En general, nos va bien con los talleres y tenemos evaluaciones súper buenas. Y después, como en reconocimiento público, creo que ahora ha empezado a haber artículos. Salimos en El Mercurio la semana pasada. Eso es como para la mamá chocha. Pero lo compré y lo tengo. Más allá de eso es difícil ver como feedback.
Para nosotros, el fracaso significa que no pase nada. Para mí, ese es el fracaso. Como hacer un trabajo de levantamiento, entregarlo y que no pase nada, que lo guarden. Eso es como "¿Para qué?". Y nos pasó mucho con el Estado. Nos generó harto esa sensación. Como que: "Tenemos que gastar el presupuesto, hagamos un estudio" y no sirve de nada, no lo van a usar. Nosotros trabajamos, por ejemplo, en el Nueva Alameda-Providencia. Y siempre estaba todo mal. Ese proyecto para nosotros fue emblemático en decir "Chao con el Estado". Por ejemplo, teníamos que cumplir con hitos y ellos nos decían "No, no comuniquemos nada todavía", y luego me ponían multa por no haber hecho los hitos. Esa fue primera vez que mandaba un correo del tipo "Nunca más vamos a trabajar con ustedes".
He pensado en el ocio. Históricamente he tenido un déficit atencional no tratado. Mis tiempos de ocio son cada quince minutos, lo cual me ha traído problemas más de alguna vez. Soy más lento, la mente se va cuando tengo que estar aquí. Me hago unas libretitas con to-do list y las pego en el computador. Por otra parte, empecé a usar unas herramientas para planificarme. Vas dejando carpetas y asignas responsables, tiempo y el sistema te va diciendo. También en un minuto implementamos un sistema que aún odio, donde se nos pagaba por hora. Tú tenías que rendir: “Hoy trabajé dos horas en este proyecto, tres en este otro, estuve una hora mirando internet”. Y eso todos los días. Era un sistema de Racimo para el tema de los cálculos de hora, y para medir qué tan eficientes estábamos siendo. Fue el 2018, en plena crisis donde trabajábamos con un ingeniero comercial que nos dijo que teníamos que medir para poder cachar como fluyen las platas en una empresa. A mí se me olvida, pero para que eso no pase voy agendando todo. Hoy sigue siendo una tortura, pero lo he ido resolviendo con este tipo de herramientas. En este minuto, mi sueldo fue 80% pagado por proyectos, que es lo ideal porque no puede ser que las utilidades te paguen el sueldo. Es lo que nos pasaba cuando estábamos sin proyectos, nos comíamos las utilidades de ese año.
Fuera del trabajo creo que la música siempre ha sido un factor de interés en mi vida y muchas veces el ocio tiene que ver con darse el espacio de buscar música nueva. Si bien puedo estar trabajando, es un momento donde se traslapan el ocio y la pega. Otra cosa que se generó heavy acá en la oficina, fue que hubo buena onda entre todos, hasta entre nuestros hijos. Siempre hay un espacio en el día donde todos paramos, nos tomábamos un café o íbamos a almorzar juntos. Durante el estallido social de octubre, fue el espacio de contención mutua. La primera semana no vinimos al trabajo, pero después de a poco empezamos a venir para estar juntos. Otra cosa que hago mucho acá es que tengo una caja con mis instrumentos, entonces a veces me ponía de acuerdo con un amigo para tocar acá.
Relaciono el ocio a algo desestructurado, en términos de que cuando trabajas tienes una estructura de "Tengo que hacer esto". Aunque igual respecto al ocio uno puede decir: "Voy a ir a andar en bicicleta". Me acuerdo de un profesor de la escuela que hablaba de que hasta el juego tiene reglas. Entonces, si bien es desestructurado, igual tiene un lineamiento. Nunca lo he visto como algo negativo, al revés. Todo ese mundo start-up Google, en el fondo lo que hacen –para que estés hasta más tarde en la oficina– es meterte espacios de ocio entremedio. Y a veces hay que entender que puede ser tomarse un café. Abro la concepción de ocio a que no sólo son cosas lúdicas. No necesariamente lo asocio a lo colectivo o a la sociabilidad. Por ejemplo, disfruto mucho andar en bici, entonces todos los días veo por donde me voy, y ya es un juego en sí. Disfruto mucho eso, siendo que es algo funcional, independiente de que hay veces donde me voy al cerro y eso es full ocio.
Siempre me ha costado la relación entre ocio y eficiencia. Me costó el cambio. Nunca he estado en un trabajo que haya que marcar huella ni tarjeta. Hasta ahora, 42 años, la raja. Cuando en mi empresa tuvimos que implementar esas cosas, fue un shock porque tenía la utopía de la autoregulación. Fui el que más resistencia puso. La información que sacamos me permite tomar decisiones y funciona, pero me cuesta todavía. Tengo un rollo con la libertad que choca mucho con esa instancia. Me pasan cosas con la pérdida de tiempo, como esas reuniones que podrían haber sido un mail. A veces termino sintiendo culpa por mis tiempos de ocio, no siempre, pero pasa.
Parte de la crisis que tuvimos fue porque dentro del trabajo veíamos que estábamos demasiado funcionales y operativos con los clientes, y no proponíamos cosas nuevas. No había espacio para la creatividad. Este año fue un poco el quiebre al decidir arriesgarnos un poco más con los proyectos. Echo de menos la libertad del artista porque siento que como arquitecto estoy en un mundo más corporativo. Por eso, parte de lo que me encanta ahora que voy a hacer el doctorado, es tener el tiempo de reflexión creativa de revisar y buscar nuevas lecturas, algo que en el mundo corporativo que no tiene mucho espacio para la creatividad. Eso es lo que me tiene más contento con lo que se viene ahora. Porque realmente en el día a día es muy difícil encontrar ese espacio. Aunque igual lo tenemos, a veces uno puede ver cosas y nutrirse. Y lo tenemos dentro del trabajo, lo que fue una lucha. Yo les decía: “Yo trabajo así”. Si para resolver algo igual me gusta ver otras cosas y no necesariamente dentro de la misma área.
Los tiempos de descanso se respetan bastante. En trabajos anteriores tuve que trabajar fines de semana, o en los inicios de Racimo, cuándo éramos dos y teníamos que hacer todo. Pero en la medida que construimos un cuerpo y habían más lucas, contratamos gente y se comenzaron a poner límites. Cuando viene un fin de semana largo no quiero llevarme el computador. A veces lo tengo que hacer, pero por cosas súper puntuales. En un 80% respetamos esos espacios, termina la jornada de trabajo y cierro el computador y lo guardo. Y ahí claro, tenemos mucha libertad. Si bien hay una medición de hora y tenemos que regirnos por tiempos de vacaciones legales, igual hay un punto donde dices: “Ya, chao”. Nosotros tenemos una chica que nos ve todo eso y es súper aguja, entonces igual es como: “Ya poh, dame dos días más de vacaciones”.
En esos momentos de vacaciones no abro ni mail. El año pasado nos fuimos a un lugar sin señal. Una vez se me quedó el teléfono y estuve dos días con síndrome de abstinencia, pero después fue maravilloso.
Por otro lado, no he tenido grandes enfermedades, pero me ha pasado tener que quedarme en casa trabajando por un resfrío. Tengo el problema de que me cuesta delegar, no por falta de confianza, sino porque soy mañoso. Pero no vinculo ninguna enfermedad específica con mi trabajo, son cosas más contextuales, como que no hay ventanas abiertas, o la falta de sueño por la guagua. Son cosas que afectan cotidianamente.
Para el ocio el gran impacto es la paternidad, tus prioridades cambian y se deja a un lado. Por ejemplo, hice música el otro día después de cinco meses. Entonces claro, eso baja porque lo dejas de lado. El deporte –en cierto modo–sigue estando porque a Vicente le embala la bicicleta y yo lo acompaño. No es que el ocio desaparezca, sino que está en términos de paternidad. Ese rato que estás con tu guagua, ahí es heavy lo de apagar el teléfono y tirarlo lejos, es como un mindfulness. No en términos de calma, sino que del estar presente en el aquí y el ahora, sin que importe nada más.
La idea de jubilación es un hoyo negro. Me he dedicado a vivir y tener trabajos que me den mis tiempos, pero eso no se refleja en un ahorro razonable. Estoy en plan de propiedades. Tenía un departamento, lo vendí y con lo que me quedó quiero comprar otro. Esa es la jubilación. Desconfío completamente del sistema de AFP y lo pospuse hasta que la ley lo impidió.
Fuera de la parte financiera, está la utopía de ir a vivir al bosque valdiviano y aportar haciendo lo que te interesa desde otra vereda. Como familia nos hemos cuestionado todo el sistema. Ahora nos vamos a Australia, pero si volvemos, no vamos a meter a Vicente al sistema de educación tradicional. Hemos ido perdiéndole el miedo a las cosas. Conocemos mucha gente, sabemos hacer muchas cosas, confiamos en lo que podemos hacer con mi conocimiento en territorio y diseño. Entonces te puedes ir al bosque y armar algo.
Mi nombre es Felipe Guillon, tengo 38 años, me titulé de arquitecto el año 2008 y trabajé en Valparaíso hasta el año 2016. Entre medio estuve dos años en Buenos Aires, pero volví a Valparaíso luego de ese estudio. Actualmente soy arquitecto asociado en algunos proyectos de la misma empresa en que trabajaba anteriormente. Me hago cargo del desarrollo más técnico y milimétrico, el detalle de cada proyecto de arquitectura. Las ideas y conceptos las trabajo con el arquitecto titular de la oficina que está en Valparaíso. Eso me tiene bastante dividido entre Santiago y Valparaíso, tengo que viajar seguido. Es parte un poco de mi rutina. Acá me desempeño en el tiempo de estudio de esos trabajos, y en proyectos que hago yo sólo por mi cuenta sin estar asociado a esa firma. No tengo un sueldo constante, sino que cobro mis honorarios cuando se producen los estados de pago.
Nunca había hecho nada parecido a este ejercicio de registro. Me enfoqué en las actividades que no tienen mucho que ver con el trabajo la verdad. Así lo entendí. Las primeras dos actividades que están registradas son netamente trabajo o se inscriben en una rutina de un día de trabajo, como almorzar, por ejemplo. Y luego empecé a pensar qué era más interesante registrar. Están las actividades numeradas, y me pregunté: “¿Qué es una actividad?”. Entonces definí que para mí las actividades que tienen que ver con el ocio generaban una especie de sentimiento, había expectativas. Yo esperaba que sucedieran de alguna manera. Y esas fueron finalmente las actividades que etiqueté como de ocio y que terminé registrando. Por ejemplo, el almuerzo. Sobre todo en el contexto de los viajes a Viña, almorzar era muy esperado por mí porque podía detenerme un poco. Son días muy agitados, ando corriendo y los tiempos están súper justos. Siempre estoy tratando de hacer las cosas más rápido para ganar un poco de tiempo. Entonces, al segundo día de la bitácora, me di cuenta que era un espacio que esperaba no porque tuviera hambre sino porque necesitaba parar. Dejar mis cosas y sentarme. Incluso almorcé con el computador porque todo lo que hiciera en ese tiempo es ganado. Es la histeria por avanzar y liberar un poco la tarde, terminar antes la jornada. En mi condición contractual no tengo horario. Finalmente, mientras más rápido haga las cosas que tengo que hacer antes me desocupo.
Fuera de la pega casi siempre estoy con mi hija. También lo registré en la bitácora. Tenemos una rutina en la que voy a buscarla caminando. Yo habitualmente ocupo el auto, pero decido dejarlo acá, voy a buscarla y volvemos a la casa caminando. Aquí estamos un rato, de hecho, ella raya ese pizarrón. Tiene dos años, es chiquitita, pero camina y le gusta mucho estar fuera. Me gusta que a ella le guste. Luego agarramos el auto y la llevo de vuelta. Ese también es un tiempo que considero que es más rutinario. No se producen actividades de ocio en la casa generalmente.
Mi oficina es bien portátil, pero casi siempre prefiero hacerlo en el taller porque es lo que más me acomoda. Pero no sé, los correos igual los puedo mandar desde un restaurant en la carretera o cerca del terminal. Aprovecho esos espacios cuando son cosas urgentes, pero es una actividad que no me produce ninguna satisfacción realmente. El trabajo, acá en el taller, me gusta mucho.
Para organizarme hago unas listas cada tanto. Casi siempre contienen las actividades más urgentes o inmediatas, que se llevan a cabo dentro de los próximos tres días. Porque una lista de más actividades incluye muchas cosas y el sólo verlas me hace sentir que no las voy a terminar. Entonces tengo que hacer una lista que me permita ir tachando y sentir que avanzo un poco. Las cosas que llevan mucho tiempo postergadas dejan de ser importantes para mí, las voy chuteando. Como ya lleva dos meses, puedo dejarla un día más. Y al final eso se termina transformando en un mes, y luego en otro, y en otro. Un cliente me dijo en marzo: “¿Podremos terminar esto antes de fin de año?”, y yo me relajé un poco y todavía no se ha hecho. Trabajo con plazos y también tiene relación con el carácter del cliente. Las cosas más informales pierden un poco de prioridad. Las cosas que implican un equipo más grande que está esperando ese input me preocupan y trato de sacarlas antes. Pero cuando es una persona que necesita que le regularicen la casa, lamentablemente y es una lástima, no va ascendiendo en la lista.
En general las cosas que más me interesan –por alguna razón– surgen en los momentos de mayor estrés. De alguna manera ayuda a liberar tensión. No me agrada trabajar bajo presión porque siento que no me gusta lo que hago. Entonces necesito hacer algo que sí disfrute como un set art de música. Aquí me doy vueltas y juego con eso un rato, luego me voy a dar vueltas de nuevo para seguir avanzando un poco más. Tengo algunos proyectos fuera de lo arquitectónico que conviven bastante bien con lo que hago, tampoco tengo mucha tolerancia a pasar mucho rato haciendo música. Entonces es una cosa de media hora que me permite descansar, y ya puedo volver a la actividad anterior. Justo cuando logré terminar la bitácora el trabajo de arquitectura se volvió un poquito más distendido y lúdico con parte de los proyectos vinculados al diseño, quizás el lado más creativo de la arquitectura. En general, para eso me dan más tiempo, o yo me tomo más tiempo para hacer la entrega. Ese trabajo lo disfruto mucho más y no siento que necesite darme vuelta para tocar música.
La creatividad en mi trabajo tiene que ver con poner algo donde no hay nada. Hacer que algo aparezca en el fondo, ver algo que apareció antes en un plano y cómo se ve ahora en la realidad. Esa parte de la arquitectura me parece bien llenadora, no necesito mucho más. Con eso estoy súper satisfecho, aunque son pequeños momentos, yo diría que un 5% del total.
En general, me identifico bastante con lo que hago. Igual trabajo con otra empresa y todos los encargos tienen una coordenada fuerte del arquitecto de Valparaíso. No puedo tomar decisiones por mí mismo porque lo represento a él en su proyecto. Estoy tratando de reproducir su mano, su mente, su gusto, sus criterios. Me siento representado en esos proyectos, pero en un porcentaje menor.
Acerca de lo que identifica mi trabajo, tengo que diferenciar entre lo que es la oficina de Valparaíso y lo que es mi propia oficina. En esa oficina trato de aportar un grado mayor de racionalidad a las cosas y a las atenciones que se hacen, que las cosas y las decisiones tengan una justificación. Y al momento de presentar proyectos, que haya una forma ordenada de hacerlo. Eso es porque el arquitecto es un poco desordenado y yo trato de complementarlo. No es porque crea en el orden y la racionalidad, pero trato de hacer algo que ayude en ese sentido, como ser más ordenado en los temas normativos, más riguroso, más claro, más transparente. No me pasa tanto cuando trabajo solo porque siempre trato de ir descubriendo una metodología nueva o una forma de trabajar distinta. Cada proyecto aparece como un nuevo vacío que hay que definir. Mi actividad es más cercana a la experimentación. El camino aprendido con la oficina de Valparaíso es como el “camino”, pero de repente esa no es mi forma. Aprendí circunstancialmente que hay otros modos. Haber venido a Santiago me ha ayudado a encontrar mi propia forma que es algo que me preocupa heavy. También se producen ineficiencias a raíz de esto por creer que hay otra forma de hacer las cosas y que quizás tengo otra distinta a la de mis colegas. Quizás voy a llegar a un resultado similar, pero tengo que permitirme explorar.
Para encontrar tiempo para mis proyectos he tenido que pasar de varias ofertas de Valparaíso. Hubo un tiempo en que estuve muy ocupado con cosas que no me gustaban particularmente, ramas de la arquitectura y la construcción que no me resultan fáciles ni gratas. Estuve coordinando muchos proyectos y esa no fue una experiencia muy rica porque, en el fondo, tenía que hablar con ingenierías que es un conocimiento tan específico que tampoco me sentía muy capacitado para hacerlo. Requería un esfuerzo muy grande, invertir mucho tiempo para generar las definiciones e instrucciones. Entonces finalmente fui rechazándolas de a poco para dejarme un espacio, emprender cosas nuevas y atender lo que ya está en curso.
Mi formación profesional estuvo un poco distorsionada por una visión de la arquitectura que yo tenía heredada de mi viejo, que también es arquitecto. Entré a la universidad entendiendo lo que me transmitió y durante los últimos años he aprendido a definir mi propia visión. Él era de una escuela racional, práctica y funcional y esa perspectiva me resulta fácil porque es lo que aprendí desde chico. Yo lo escuchaba hablar y por osmosis recibía. No alcanzamos a trabajar juntos porque él se jubiló antes que yo me recibiera.
Para mí el éxito en arquitectura es que el proyecto se haga, es fundamental que termine existiendo. A pesar que uno aprende mucho al desarrollarlo, dibujarlo, al hacer el recorrido, el proyecto sólo termina cuando existe materialmente el producto. A los primeros proyectos que hice en Valparaíso les tengo un cariño particular porque me sorprendían mucho. En el plano uno dibuja algo, pero al comienzo no hay mucha noción de cómo se va a ver ese espacio. Por eso me sorprendían los tamaños de los recintos, las dimensiones de las cosas, los muros anchos y largos, el lograr ver el resultado de una intención, como se materializa el espacio finalmente.
Por otro lado, el fracaso tiene que ver con el mal funcionamiento de los equipos. Uno le pierde el cariño a los proyectos si no se comparte la visión del mandante o tus colaboradores. Se va armando una cosa muy estéril que cumple, pero no te representa. Ese para mí es el mayor fracaso.
En la bitácora registré actividades variadas. De hecho, las estuve catalogando un poco entre ocio y trabajo solamente. Y también rutina, como estos almuerzos que están inscritos en lo cotidiano, pero tienen algo especial, como algo meritorio que finalmente los hace quedar en la bitácora. Porque las actividades más operativas de trabajo no quedaron registradas, tiene que ver con el tiempo que tiene algún grado de justificación. O sea, es un espacio que uno puede decidir, yo decido ocupar este tiempo en esto y no es algo obligatorio ni es parte de mis responsabilidades. Por ejemplo, cuando estoy súper estresado trabajando acá, el poder darme una vuelta de diez minutos a hacer un poco de música me permite sentir que tengo control sobre mi tiempo y que puedo administrarlo. No es tanto una actividad sino más bien el ejercicio de la voluntad. Y por ello, puede o no vincularse con el trabajo. Te llena un poco, te da una cuota de sentido porque hay un sentimiento de realización cada vez que digo: “Ah, tengo media hora para ir a buscar a mi hija”. Normalmente me demoro cinco minutos, pero me voy a tomar media hora. Y eso hace que todo pare. Son cosas que ocurren mentalmente y también físicamente. Creo que tiene que ver con hacer las cosas particularmente lento. De repente, media hora en ir a buscarla y volver, pero me tomo la media hora, no como cuando estoy en Valparaíso, que trato de hacer todo muy rápido para terminar antes. Aquí hago un esfuerzo para demorarme la media hora que dije que me iba a demorar. Varios de mis tiempos de ocio son bien personales, pero igual muchos de ellos también están asociados a otras personas finalmente, como la familia, o los amigos.
Hay algunas actividades que asocio a una especie de complacencia. Tienen que ver con cosas intelectualmente no tan intensas. Esas cosas que son tonteras, como dibujar un plano a mano, un esquema de un terreno. Me produce mucha satisfacción hacerlo porque es algo más instintivo. Ves el terreno, sabes para donde está el norte, la vista de la casa. Es un dibujo súper básico, no es técnico. Me imagino que en la pintura también debe haber una parte que no es tan racional tampoco, que es puramente manual.
Creo que los tiempos de ocio están siempre bien. En las actividades que registré pude notar qué es lo que pasaba con el tiempo cuando estaba ocupado y no podía destinarlo al ocio. También cómo percibía ese tiempo mientras estaba haciendo mi actividad de ocio. Cómo percibía mi rutina y mi trabajo. En general, el ocio me permitía salirme de ese espacio y poder analizar las cosas que pasaron durante el día y reflexionar sobre cómo está yendo un proyecto. Es como hacer una pausa y tomar distancia para mirar las cosas.
Para algunas personas el ocio está vinculado a la culpa. A veces puede haber un grado de eso, como cuando estoy con un plazo encima y me pongo a hacer un poco de música. Pero siento que es algo que necesito, aunque está esa sensación que me dice que no debería estar haciendo eso. Pero en la mayoría de las actividades registradas, yo diría que, en general, son cosas que están plenamente justificadas y yo entiendo que sin eso todo se vuelve más difícil, más vacío.
La paternidad cambió un poco la proporción de los tiempos. Sigo teniendo momentos de ocio, pero en menor medida. También trabajo menos. Estoy bastante convencido que estos tiempos son tan importantes como trabajar, por eso soy insistente en conservarlos. Hubo un tiempo en que era más activo en tomarme mis momentos, tenía un estudio formal más armado. Había un tiempo en la semana destinado a, hoy está más diluido. Pero también he encontrado otros espacios de nada. No siempre el ocio tiene una connotación creativa, a veces se trata solamente de parar, sentir que el tiempo está corriendo bajo tu control y que te pertenece. Con eso basta.
En los trabajos que realizo de manera personal sigo un poco esta lógica de control porque en parte reemplazan esas actividades de ocio. Uno prueba cosas nuevas y se permite hacer actividades más complacientes. La inmobiliaria no las va a apreciar ni te las va a pagar. Uno le hace un dibujo súper bonito a la inmobiliaria y te cambian el proyecto altiro. Y a veces, a otros clientes les gusta simplemente ver un dibujo bien hecho. Eso también tiene que ver con el goce, el que alguien valore lo que hiciste. También se relaciona con el éxito, saber que hiciste algo que a alguien le gustó.
Hace mucho tiempo que no me tomo vacaciones, desde que soy padre. Tampoco he salido con mi hija. Y los fines de semana la verdad es que son bien trabajados. Por el estilo de vida que llevamos con mi pareja, los tiempos en casa estamos los dos 100% con mi hija. No vemos tele, no le mostramos el celular, entonces en realidad estamos siempre con ella. Valoro harto el tiempo que pasamos solos, porque siento que la estoy estudiando un poco a mi manera. También estar los dos con mi hija 100% me resulta súper cansador. Yo preferiría de repente un pin poneo. Yo dos horas, tú dos horas, bueno, un rato juntos también. El tiempo que estoy con ella solo también siento que la Lore está de alguna manera descansando, y eso para mí es la forma que uno debería hacerlo. Parar un rato. Lo mismo con salir a tomarse una chela o hacer música. Son tiempos que se agradecen porque te llenan de energía y te reviven un poco.
La idea de inhabilidad supone una contradicción porque es un tiempo en que te preocupas, pero no puedes trabajar simplemente. A mí personalmente me cuesta mucho entender o justificar el tiempo de inhabilidad en el que estoy incapacitado. Me cuesta comprenderlo y asimilarlo como un tiempo de no trabajar. Me siento incómodo.
No añoro la jubilación o el retiro. Todavía me gusta mucho mi trabajo. La idea que está más presente es poder elegir finalmente qué hacer y qué dejar de lado. Hay algunas cosas que preferiría no hacer, como la coordinación de ingenierías, pero muchas veces uno las hace porque están bien pagadas y se necesitan las lucas. Acá las pensiones son tan malas, que surge la idea de hacer algo como un negocio para tener un segundo ingreso. Quizás que te permita trabajar menos, o darme el lujo de decir que no, que ya no voy a hacer eso.
Mi nombre es Omar Reyes Valentín, tengo 23 años. Realizo trabajos esporádicos. Estudié turismo aventura, pero no ejerzo en ello e intento dedicarme a la música.
Con el ejercicio me pasó que de repente no sabía qué cosas escribir. La primera vez escribí desde que me levantaba hasta que me iba a acostar o me lavaba los dientes. Pero después iba poniendo lo que yo encontraba más relevante del día. No lo hice días seguidos porque no tenía tiempo, pero alcancé a hacer los siete días.
Me di cuenta de que tengo harto tiempo libre porque en mi día a día intento evitar justamente la rutina. Entonces me hago bastantes tiempos de ocio en general. En realidad, trabajo mucho, pero es un trabajo que no es todo el tiempo remunerado. Como intento dedicarme la mayor cantidad de tiempo a la música, igual eso generalmente se considera como un momento de ocio porque como no estás trabajando de forma esclavizada o por un pago, te tomas tus tiempos y lo haces en el momento que tú decides. Por ejemplo, cuando compones o vas a la sala de ensayo a tocar.
También tengo otras pegas. Trabajo en una empresa de turismo, pero en este tiempo está súper malo porque es temporada baja. Entonces no hay mucha pega y –cuando la hay– es súper esporádica. Te llaman de repente: “Necesito hacer esta pega”. O de repente sale algo en otro lugar y me voy moviendo. Menos mal siempre tengo pega. Nunca me ha faltado la plata, siempre tengo para pagar las cosas que necesito. En el ámbito de la música, ocupo harto tiempo para componer, para practicar guitarra y los días de ensayo también.
Hacer el registro me ayudó a ver lo mucho que me gusta hacer lo que hago. También me hizo darme cuenta de lo que aprecio estar con mi familia. El tiempo que ocupo en estar con ellos y amigos es importante.
Si comparo este momento con cinco años atrás no estaría dedicándome a la música. Estaría preguntándome qué es lo que tengo que hacer y qué es lo mejor. Estaría en un conflicto existencial conmigo mismo. En ese momento estaba saliendo del colegio sin saber qué es lo que me quería hacer de verdad.
En ese tiempo mi rutina era ir al colegio; no prestar mucha atención en clase, pero disfrutar harto el tiempo que tenía con mis amigos. Allí aprendí muchas cosas, pero no era por los profesores sino que por la materia. Mi día a día era levantarme temprano, ir al colegio de mala gana, salir, estar con los amigos, con la familia y tocar guitarra. Componía para mí no más. Tenía el deseo de armar una banda y qué sé yo, hacer cosas mejores. Componer siempre ha estado presente.
Al salir del colegio me tomé un año sabático en donde tuve harto tiempo libre. Pero también estuvo atareado porque realizaba un trabajo no remunerado. Transportaba a un tío que tenía cáncer desde Maipú hasta La Cisterna, y luego hasta el hospital. Ocupé gran parte de ese año preocupándome por eso la verdad. Luego el próximo entré a estudiar turismo. Desde entonces, he continuado trabajando en la creación musical.
Hoy soy un poco reacio a las redes sociales. Me lo cuestiono mucho. Pienso que, si bien sirve para propagar lo que estás haciendo, a la vez te quita mucho tiempo y uno ocupa sus redes sociales o saca su celular a cada momento sin darse cuenta. Antes usaba más mi teléfono. Intento no tener muchas aplicaciones y ocupo lo mínimo las redes sociales. La difusión de la banda está a cargo del otro guitarra y se mueve principalmente por Instagram. Nos llamamos Malditos Vecinos, para que nos escuchen.
Mi trabajo está en la banda. En realidad son dos trabajos. El trabajo que me gusta y el que tengo que hacer para ganar plata. Lo primero es la música y espero que algún día se transforme en algo con lo cual me pueda sustentar. Lo segundo es la pega remunerada. No tengo una fija pero siempre hay trabajo y estoy dispuesto a tomar cualquiera con tal de tener para lo que necesito, que tampoco es mucho. La plata que gano casi siempre la invierto en la banda. El transporte, cosas para la guitarra, pedales. Ese tipo de cosas.
Mi interés por la música nace de muy pequeño ya que en mi familia siempre ha estado la música. A mis viejos siempre les ha gustado y desde que nací hay una guitarra en la casa. Mi papá es guitarrero. Tocaba un montón de canciones de la trova, de Víctor Jara y la Violeta. Entonces me empezó a interesar, agarré la guitarra, fui aprendiendo. Mi viejo me enseñó un par de cosas, después más autodidacta. Y fueron naciendo bandas como emblemas de mis gustos o de mi vida en realidad. Eso me fue ayudando a crecer y darme cuenta de cuál era mi verdadero gusto y hacia dónde quería ir. Comencé a hacer canciones, escribir letras y componer durante un montón de tiempo. Hace como dos años creamos la banda y pude desarrollar mejor lo que venía haciendo hace ya mucho tiempo.
Nunca me interesó estudiar música formalmente porque sentía que la música que podía hacer –más que de la razón o el cerebro– venía del corazón, visto bien románticamente. Entonces sentía que no era necesario aprender las grandes cosas, con el poco conocimiento que tenía podía hacer canciones bacanes.
Para mí algo está bien hecho cuando se pone lo mejor de sí. Cuando le pones corazón de verdad, pasión a lo que uno hace. Y cuando uno se la cree igual. Cuando uno sabe que lo está dando todo. Yo creo que esos son los mejores resultados: cuando uno realmente entrega lo que más le gusta. Siempre tengo la mentalidad de ir creciendo y de ir aprendiendo cada vez mejores cosas. Cuando componemos entre todos, uno se da cuenta de eso y hay retroalimentación de la gente. Cuando escuchas: “oh, de verdad está muy bueno esto”, ahí sé que todo el esfuerzo y todo el corazón da resultados. En el campo de la música se valora la originalidad creo, como intentar hacer las cosas – valga la redundacia – lo más original posible. Muchas veces uno se topa con que quiere más o menos reproducir lo que uno escucha, hacer algo parecido, pero ahí está el punto, en hacer lo más original posible.
Las críticas buenas y malas son igual de importantes porque te sirven para crecer, para ir arreglando las cosas donde tienes falencias. Entonces, en ese sentido, las dos tienen el mismo peso. No sé si hay fracasos la verdad, pero que no haya fracaso tampoco quiere decir que todo el tiempo haya éxito. Hay que mirar las cosas malas que te pasan como un punto de aprendizaje. Y respecto al éxito, se tiende a relacionar con el bienestar económico, pero yo creo todo lo contrario. El éxito va para cada cual y sólo uno sabe en qué consiste. Para mí es conseguir eso que he estado buscando, es encontrar gente que valora lo que tú estás haciendo. Yo creo que ese es el éxito, cuando cumples tus metas. Por ejemplo, hace poco tocamos en un lugar que nos habíamos puesto como objetivo a principios de año. Y salió todo muy bien, como esperábamos. Éxito también fue sentirse seguro de lo que uno está haciendo y haberse dado cuenta que todo el trabajo anterior fue reflejado.
La relación entre el trabajo musical y el dinero es violenta. Quizás ni siquiera existe. Ha sido de pérdida ya que siempre salimos para atrás. Por eso el dinero que yo intento ganar por otros lados lo invierto todo en esto. A veces eso nos duele, pero intentamos trabajar para que un día sea todo lo contrario o por lo menos no salir para atrás, quedar en cero. Nos proyectamos pensando que algún día podremos mantenernos con la música. Por ahora la mayoría tenemos otros trabajos en paralelo y –en gran parte– somos mantenidos económicamente. No para financiar la música, para eso tenemos pegas aunque no son fijas.
No me veo haciendo otra cosa. En realidad, no sé qué más podría hacer. Quiero trabajar mucho para poder cumplir eso que es un sueño que tengo desde hace mucho tiempo.
En el mundo de la música me fui metiendo antes de formar la banda. Tenía un montón de contactos por mis amigos que tocaban y también porque yo era roadie de una banda. Los otros cabros tenían conocimiento, estaban en las mismas. Entonces la primera tocata que tuvimos fue gracias a la invitación de una banda amiga. Y así fuimos tocando y sacando fechas en distintos bares y lugares donde nos ofrecieran tocar.
Mis tiempos son súper irregulares porque las pegas que tengo no son estables ni hay un horario establecido. En los momentos que tengo tiempo libre escucho música, estoy con mis amigos, con mi familia. De repente me meto al computador, juego a la pelota o salgo a carretear. Caminar me gusta harto también, puedo hacerlo un montón de rato. Subir el San Cristóbal y después devolverme hasta Santa Ana. Eso me ayuda a pensar y me gusta.
Mi tiempo libre y la música van de la mano. Cuando no estoy directamente tocando con la banda, igual escucho y estudio música. En ese caso, se entrelazan porque utilizo gran parte del tiempo en la música misma.
El ocio es aquel momento en que no tienes mayores responsabilidades. No estás presionado para hacer algo, sino que empleas tu libertad como lo deseas. Socialmente tiene un gran valor ya que representa el tiempo en que la gente es feliz. Cuando está en sus vacaciones, sin hacer nada, sin sentir responsabilidades ni preocupaciones.
En el campo de la música el ocio es relevante ya que es el momento en que tú tienes la posibilidad de conversar o de exponer tus pensamientos con las otras personas acerca de eso que te gusta hacer. Por ejemplo, me imagino un momento muerto donde estás sentado con tu banda escuchando música y hablando si te gusta esto o aquello. Qué rumbo quieres tomar y ese tipo de cosas. Por eso los momentos de trabajo y de ocio se mezclan, tampoco vas a estar en ese trabajo estresándote todo el tiempo. Necesitas ese respiro para poder despejarte.
La enfermedad puede ser jodida. Cuando uno se resfría hay momentos en que casi no puedes hablar y quedas inhabilitado para cantar. O haces deporte y te fracturas el brazo, ahí cagaste. Me pasó con mi tobillo. Y a mí que me gusta saltar harto mientras toco, tenía que estar todo el tiempo pegado al piso sin poder hacer nada.
Respecto a las vacaciones y fin de semana, para mí no existen como tiempo de descanso. Mis pegas son muy irregulares. Cualquier día puede significar trabajo y cualquier día puede significar ocio. No hay nada definido. Pero es lo que me agrada y lo que quiero. Me da miedo la rutina. Estar esclavizado a una pega y trabajar de lunes a viernes.
He pensado en la paternidad y no quiero ser padre. En este momento no me puedo proyectar porque no tengo el poder económico para ser independiente. Entonces es imposible imaginar una vida responsabilizándome por otra persona. Además, siento que ya hay muchas personas en este mundo. Está sobrepoblado. Entonces traer una personita no es una opción para mí. No es algo que piense y sienta que quiero.
Todavía no existe la opción de retirarme de la música. A veces hay desmotivaciones que te llevan a pensar en salirte y tener una vida regular. Cuando pierdes mucha plata y no ganas nada. Pero ese pensamiento se va rápidamente.
Mi nombre es Elvira López, tengo 43 años, soy de profesión actriz. Me formé en la Universidad Católica, en la carrera de Teatro desde el año 94’ hasta el 98’. Desde entonces me he dedicado al teatro, a las clases, a la música y a ir juntando esas áreas entre sí. En universidades he realizado principalemente clases, y paralelamente, desarrollo proyectos artísticos como actriz, como cantante, como intérprete o como directora.
Al comienzo lo encontré súper lindo. Era como el útil escolar a principio de año: “Ya, lo voy a hacer súper bien”. Pero no. Como hago muchas cosas también, fue una tarea que se transformó en una más, y ya no fue tan entretenido en verdad. Fui llenando de una manera muy concreta, no lo hice tan creativamente, para nada, ni tampoco surgieron en mí reflexiones.
El concepto de la bitácora se usa en teatro para los estudiantes. Es para llevar el registro de sus procesos, de lo que les pasa, sus preguntas, las cosas que rescatan, lo que sintetizan. Se usa como material visual y escrito. E igual yo también uso cuadernos que son como de procesos creativos, pero no con una estructura. La pregunta “¿Qué es lo que hice y cómo se relaciona con mi trabajo?” está tan en el día que distanciarse para verlo es como un ejercicio extra que requiere igual un análisis.
La bitácora no me permitió ver especialmente un aspecto de la distribución de mi tiempo. Sí me di cuenta que trabajo mucho, trabajo todo el tiempo. Y eso que estaba de vacaciones supuestamente. Los espacios están súper relacionados. Pero eso ya lo sabía, no es nada nuevo. Es casi una opción ir generando redes de espacios, de ciudad, de personas para que sea posible organizarse y hacer cosas que resulten. En el fondo, es una optimización de recursos el trabajar con quienes veo y son mis amigos. O sea, cual es la prioridad también: ¿ver a mis amigos o el proyecto? Eso es entretenido, ese límite. Uno termina haciendo proyectos para ver a sus amigos también.
Pensar este ejercicio quince años atrás seguramente habría sido distinto, aunque no sé cómo habría sido realmente. Uno aprende a criar, a llevar la práctica de un arte, de una profesión u oficio que es más libre, artístico, creativo. Y claro, uno va seleccionado las cosas que le hacen más sentido y va dejando otras. Pero yo todavía siento que me hace falta dejar de hacer muchas cosas y tener más espacio de ocio.
El trabajo se ha ido transformando con el tiempo, principalmente en el ámbito de las clases. Es parte de un flujo mayor que es el de la educación, que se ha ido transformando a nivel país en las universidades y las tácticas en las clases. Entonces pienso que a mí –por mi edad– me tocó recibir una educación que era de una escuela antigua, con prácticas muy diferentes a lo que hoy requiere la práctica teatral en las relaciones, en el trato, desde donde se construye el aprendizaje, desde donde uno aprende para crear. Para nosotros la cosa era más: “Las cosas son así o asá, así está bien y así está mal”.
El mundo universitario del teatro es súper absorbente y se arma una cuestión muy poderosa en cuanto a redes. En el fondo, fortalece el trabajo de equipo y del colectivo. Entonces uno tiene que poner ciertos límites, sobre todo si quieres tener una vida. Yo cuando fui mamá puse un límite súper concreto. No se puede todo. Pero apenas pude, volví a entrar a ese ritmo que es súper absorbente igual.
He vivido cambios en mi práctica, por ejemplo, en un momento como profe. Al principio todo tenía que ver con la investigación específica del trabajo vocal, del interés de meterse, y también porque era una oportunidad laboral para tener una estabilidad alternativa al trabajo de creación. La práctica era de investigación, y muy patudamente, empecé a dar clases desde un lugar bien intuitivo, con cero formación pedagógica. Y se me dio harto, me resultaban bien y empecé a hacerlo mucho. Entre los 28 y los 32 era una máquina para hacer clases. Y entonces la cuestión como que perdió sentido, no para las personas que hacían las clases, pero para mí era una productividad sin… faltaba algo. Y fue un momento en que me dije: “No, tengo que empezar a encontrarme de nuevo con la motivación que me mueve para estar aquí”. Y comencé a buscar otros caminos y aprender sobre mí misma. Entendí que tenía que hacer menos para hacer mejor.
Los espacios en que trabajo se mantienen y varían a la vez. El que más ha durado es la escuela de Teatro de la Católica, donde estoy desde el 2003. Luego estuve en la UNIACC, en la Arcis, y ahora en la Finis. Los espacios creativos son múltiples: la casa, las salas u otras. Depende del proyecto que a veces es propio, y a veces es una invitación. En general, he tratado que la movilización sea acotada para andar a pata. Lo logro bastante aunque a veces salen proyectos en que hay que desplazarse más.
Ser actriz es súper intenso e interminable, mezclado y misterioso porque es aprender a separarse de uno mismo como material de trabajo, y uno mismo como ser. El ejercicio es agotador igual, pero a la vez súper fascinante porque no es solamente con uno mismo, sino que también con los demás. Por eso es tan absorbente el tema humano en el teatro, porque en el fondo te pones a disposición a ti mismo en tanto fuerza de trabajo, pero también en tanto biografía, cuerpo, imaginario, todo. Entonces eso es súper agotador en verdad, pero uno no puede parar. Siempre quise esto, aunque ahora de repente digo: “¿Sabes qué? Ya está bueno”. Sí, ahora me pasa un poco más. Pero siempre estaría ligada a lo mismo porque es donde uno funciona.
Los límites en el trabajo los pone el tiempo, se da hasta lo que alcanza. Pero en realidad yo estoy siempre trabajando porque todo se mezcla. O sea, cuando estás almorzando, también estás en ensayo mientras diriges. En el mundo del teatro se hacen múltiples cosas a la vez porque es colectivo y porque es pobre, no hay recursos. Hay que agenciar, hay que levantar proyectos de la nada. Más encima uno lo hace y tiene dos funciones y se acaba. Y todo ese trabajo ya desaparece. Entonces es como unas explosión, un suicidio. Es súper vertiginoso. Una temporada y ya. Bueno, hay unas obras que tienen más vida y otras que no. Pero finalmente a mí me gusta eso también, como esa sensación de dar vida y participar en cuestiones que son con mucho esfuerzo, mucho trabajo, y que no importan tanto en general.
En este campo los grupos humanos son fundamentales: con quién lo estás haciendo, el tiempo que inviertes, cómo te organizas, qué objetivo te mueve. La calidad de un trabajo artístico, en el teatro, tiene esa cosa de que se construye entre todos. Entonces no es como un artista visual que está ahí y hace sus obras. Yo también estudié joyería, y si estoy sola y hago una joya, eso es tiempo, dedicación, referentes, materiales, recursos. Si lo paso al teatro, también, sólo que con más gente.
Al ser colectivo, el reconocimiento de pares o el estar validado por tus estudiantes como un profesor que está activo son cosas que valen la pena. Y también determina. Hay harto prejuicio también ahí, se arman como cofradías estilísticas, estéticas, políticas, humanas. También creo que es una red de personas que están súper vinculadas y que te puede tocar –también por lo flexible que es– trabajar con unos o con otros. Creo que hay una red hacia adentro, pero también cada vez hay más interés en vincular las cosas, de dejar de mirarse el ombligo. Cada vez los intereses están más puestos en mezclar las cuestiones, no sólo las artes, sino con la ciencia, la educación, la política con la vida.
Afortunadamente creo que tengo una manera bien sana de relacionarme con las nociones de éxito y fracaso. Busco las cosas que me hacen feliz. En el ámbito de la música a veces pienso: “Pucha, qué ganas de que el disco lo escuchara mucha más gente”. Pero para eso hay que ser más conocido, o sea, la gente que trabaja en la tele es diametralmente más conocida. Está esta cuestión, opera, pero no siento que un disco fracase porque lo escuche poca gente, la verdad. O que yo fracase por eso. Me siento más realizada por haberlo hecho.
En el teatro se convive con la sensación de fracaso al no lograr un personaje o en el proceso de una obra. En un ensayo puedes sentirte súper frustrada y no saber cómo traducir algo que quieres significar, hacer cuerpo. Y eso es muy ligado a ti mismo y a tu sensación más íntima de fracaso. Fracaso también en la comunicación con las personas, al dirigir por ejemplo. Si bien yo decía que es súper lindo y poético cuando uno levanta cuestiones y después mueren, también es súper frustrante cuando eso pasa. Yo siempre leseo con esa frase “¿Y cómo te fue?, y es como: “Bien, bacán, triunfamos. Y fracasamos después porque se acabó”. Es ese ejercicio permanente y efímero. La adrenalina y la sensación física que se produce en el cuerpo cuando uno, por ejemplo, estrena una obra. A mí por lo menos me pasa como una sensación física en el cerebro, no sé qué será, pero la primera vez que lo sentí fue como “¿Me va a dar un derrame cerebral?”. Porque hay mucha energía, y eso es súper choro. Y luego se acaba, y te ves a las tres de la mañana, con tu perros comiendo, y todo pobre, es parte de la cuestión. Del juego y el humor, de darse cuenta que uno está inserto en este Chile haciendo esto. No hay una industria y el éxito tiene que ser una realización personal de las cosas que elegiste.
Las clases atraviesan y me encanta hacerlas aunque son cansadoras. Es lo que más conozco, a menos que sea un curso nuevo. Es un espacio que tiene una orgánica en sí misma y yo participo de ella porque soy la profesora, pero no estoy en mi exigencia creativa. Pienso que me gustaría hacer menos. Por el contrario, el teatro es cada vez más permanente. Y me encanta hacerlo en el rol de directora, me gusta harto dirgir. Como actriz yo creo que me gusta un poco menos. Me gusta un montón, pero me da miedo y encuentro que no me sale tan bien, no sé. El teatro es mi lugar. La música me encanta, pero lo hago más esporádicamente. Ya se ha formado un pequeño patrón de eso, que es teatro, teatro y música. Pero para que llegue ese espacio de la música tiene que pasar todo ese tiempo necesario, un carril más lento que va en paralelo. La joyería, por ejemplo, es una cuestión que me encantaría hacer pero no tengo tiempo.
En mi trabajo muchas veces no obtengo dinero, lo que determina un límite. Hay veces que trabajo y no me pagan. Pero sí, podrían ser hobbies que no hago porque no tengo tiempo, como recolectar conchitas, hacer cosas con alambre, terapia de manos, bordar, todas esas cosas. Me cuesta hacer distinciones. Pienso que las clases son lo más laboral, eso es como ir al trabajo. Tiene esa categoría porque hay una institución. Pero todo lo demás me parece creativo y se cruza. O sea, soy como Diógenes. Salgo a la calle y recojo una basura, me la llevo a la clase, la uso en ella e invento una actividad en relación a lo que recogí. Con el tiempo he ido tratando de hacer una combinación entre cosas que me gustan. Nunca he hecho algo que me cargue por plata, pero si tuviera una condición económica diferente, tal vez dejaría de hacer algunas cosas.
Mis tiempos libres los vivo en mi casa y en la playa. Lo relaciono con dormir, descansar, estar en familia, mirar el techo, salir a pasear. Me encanta estar sola y me encanta también tener tiempo para poder estar en familia. Relaciono el ocio con la contemplación y el placer. En general, me llevo bien con el ocio. Las vacaciones para mí son un momento donde yo busco eso. Trato de irme siempre al mismo lugar, todos los años, el mayor tiempo posible. Y en el año busco estar en un estado que se parezca al ocio, o busco mezclarlo. Hacer que mi clase pueda ser un espacio que no es, o que tenga ese ingrediente de tiempo, contemplación, placer.
El trabajo y el ocio son distinguibles. No voy a traer a mis estudiantes aquí a la casa, aunque en algún momento lo hice. Ese podría ser un límite y el otro es la intensidad emocional con la que uno se involucra en los proyectos. Antes se lo ponía a las clases y ahora menos, la pongo más en los proyectos.
Fui mamá hace 15 años, entonces ya estoy en una etapa donde puedo volver a retomar ese espacio más parecido a antes de ser mamá. O sea, soy súper mamá, pero Nicanor es mucho más independiente ahora, mi hijo. Y la familia también. Estuve mucho tiempo en un estado más libre de soltería y ahora con una familia más armada, pero igual está mezclado, trabajo con mi pareja. La maternidad te obliga a poner ciertos límites, tiempo y dedicación porque un hijo te requiere. Pero siempre intenté mantener aguas separadas entre el trabajo y mi hijo usando mis redes de apoyo.
Respecto a la enfermedad generalmente me exijo tanto, tanto, tanto, que llega un momento en que colapso y caigo. Ese es como mi ciclo. Me reviento, me bajan las defensas y me enfermo de cualquier cosa. Amigdalitis, gripe, bronquitis, cistitis. Siempre es el mismo patrón: reviento emocionalmente, me bajan las defensas y me enfermo. En ese momento tengo que quedarme en cama y cuidarme.
Los tiempos de descanso muchas veces son ocupados por el trabajo. Fines de semana y feriados, depende de cómo esté el panorama en general, depende si no queda alternativa. Por ejemplo ayer Jueves Santo teníamos ensayo, muchas de las actividades pararon a medio día, pero yo estaba trabajando en una obra y teníamos ensayo. No íbamos a suspender por eso. A veces se puede. Estoy dispuesta porque uno está todo el tiempo armando un puzzle bastante imposible. Sólo puedo hacer teatro los fines de semana porque de lunes a viernes estoy haciendo clases. O si me sale una gira, igual tengo que recuperar.
Imagino mi jubilación en el lugar de mis vacaciones y haciendo joyas. Me imagino creando. En el lugar donde te hablo, estoy haciendo un mosaico hace quince años, desde que me quedé embarazada. Cada vez que voy lo continúo. Entonces hay un trabajo siempre relacionado con el hacer cosas creativas.
Soy Angélica Rebolledo Rissetti, tengo 57 años, soy diseñadora gráfica. Estudié en la Universidad Católica y soy de la vieja escuela, eso significa que tuve que aprender de tecnología digital en el camino, cuando ya estaba trabajando. Hoy me desempeño como encargada de marketing en una empresa que elabora y comercializa productos para la cosmetología.
Mi biografía profesional tuvo sus inicios en las clásicas agencias de diseño, que nunca me gustaron en realidad. Había demasiado estrés, competencia y mucho rol asignado sin la posibilidad de optar a ellos. Después trabajé en un laboratorio de cosmética capilar donde tuve que armar el departamento de diseño. No había nada antes de mí, por lo que empecé a desarrollar el diseño aplicado a productos, a trabajar en coordinación con gerencias de marketing, de producción y comercial. Luego trabajé muchos años independiente, donde hubo diversidad absoluta. Trabajaba mucho en los distintos programas de la Vicaría de
la Pastoral Social, que en realidad era un tema que me satisfacía mucho porque había mucho de servicio. No es que yo no cobrara lo justo por la pega, pero me refiero a que en el desarrollo de esos trabajos había mucho contacto con lo social. También trabajé con universidades y una variedad amplia de clientes. Finalmente, llegué a mi trabajo actual en el cual llevo diez años como encargada de marketing. También me tocó armar el departamento, antes que yo llegara no existía. Empecé haciendo trabajo de diseño, diseño de productos, diseño de material de difusión, pero con el tiempo vi otras tareas que tienen que ver con el contacto del trabajo de las ejecutivas, todo relacionado con la difusión y con la comercialización de los productos.
No había tenido experiencias de registro, salvo mi diario de vida cuando era niña. Uno no se da el tiempo para hacerlo porque todo es tan vertiginoso. Debo reconocer que en algunos minutos me vi apremiada con la tarea. No es que no exista el tiempo, sino que de repente el cansancio te supera por estar todo el día corriendo. Además, yo hago distintas actividades.
Al comienzo empecé a anotar en hojas sueltas para después pasarlas en limpio. Cuando hice el ejercicio de ordenarlas por horario para sistematizar las actividades del día, me entusiasmaba escribiendo y reflexionando respecto de algunas situaciones que a veces pasan desapercibidas porque estás en otra cosa o tienes que pasar algunas cosas rápido nomás. Me pareció positivo constatar como a veces actividades que son pequeñas –o entre comillas insignificantes– igual te ayudan a construirte en el día a día, a tener otra visión más reflexiva y crítica respecto de lo que está pasando en tu trabajo y en la sociedad. Y también cómo tu participación en ella puede afectar o no afectar, puede motivarte o no motivarte, puedes involucrarte o mantenerte al margen.
La semana de registro no fue muy típica porque me tocó mucho cuidar a mi nieto que no vive en Santiago y viene eventualmente. Tiene 3 años y 7 meses, entonces cuando viene por una situación laboral del papá, tengo que acomodar los tiempos porque se queda con mi hija y ella está trabajando y estudiando, entonces me muevo para estar al servicio de él. Por eso no fue una semana típica, que no es lo habitual ni sucede seguido. Eso cambia mis actividades, me resta en los tiempos pero en términos emocionales suma porque no puede ser mejor. En realidad, de un tiempo a esta parte no he tenido las semanas que acostumbraba tener, porque he estado en pausa en algunas actividades por distintas razones. Pero no sé, igual si está sucediendo ahora pasa a ser algo cotidiano.
Pensar este ejercicio hace 20 años hubiera sido más exigente o estresante. Trabajaba como independiente desde la casa y me obligaba a disciplinarme mucho por los tiempos. Esa fue una opción que tomé para estar con mis hijos y no dejarlos tan abandonados en términos de tiempo. Hoy he aprendido a hacerme tiempo para otras cosas. Hace 20 años mis hijos estaban chicos, tenían 10 u 11 años y una todavía estaba criando. Eso implica algunas renuncias que van desapareciendo en la medida que ellos crecen. Mis tiempos estaban al servicio de otras cosas, no de mí. Lo laboral estaba en primerísimo plano, pero con el estrés de la casa que me obligaba a organizarme muy bien para cumplir con la pega porque era mi ingreso. Ahora que lo pienso siempre me las ingenié para hacer otras actividades, pero menos que ahora claramente.
Lo que mas extraño de trabajar independiente es el poder administrar tus mis tiempos, a pesar de que siempre me desbordaban porque trasnochaba mucho. Era joven y podía hacerlo, ahora no me daría el cuero para eso. Pero tener más tiempos disponibles se extraña, porque de alguna manera al poder administrarlos lograba hacer otro tipo de actividades. No sé, de repente ir a alguna exposición con un amiga al medio día. Me organizaba para dejar ese tiempo y luego volvía a trabajar.
Volví a tener una pega dependiente por una cosa económica, por la estabilidad. La gente te paga cuando quiere, y si no tienes un colchón que te resguarde a lo menos tres meses empiezas a hacer hoyos. Y bueno, partí de a poco. Primero me ofrecieron pega en este lugar por medio tiempo, lo que era genial porque podía continuar con el trabajo freelance. Pero después la empresa empezó a necesitar que me quedara todo el día, entonces renuncié a lo otro. Solo me quedé con un cliente bajo la manga que tengo hasta el día de hoy.
Me gusta lo que hago y siempre he tratado de seguir desafiándome. Cuando me piden un trabajo de diseño en donde se aplique la creatividad, siento ese dolor de guata al resolverlo que me gusta y emociona. El diseño ha cambiado mucho hoy en día a nivel conceptual, hay nuevas formas de hacer el desarrollo en términos de los estético y lo creativo. Para mí es importante el trabajo. No sólo porque me da el pan y el techo en el que vivo, sino porque siento que hay un desafío intelectual a enfrentar cada día, el estar a la altura de las problemáticas que se van presentando.
En ese sentido, el trabajo me define porque le dedico mucho tiempo. Pero también hay otras cosas que hago y me definen. No ocupan tanto tiempo porque son hobbies, pero son muy relevantes para mí. Por ejemplo, bailo en un grupo folklórico (Re Antü) y llevo muchos años. Empecé en la academia del BAFOCHI para adultos y he aprendido mucho. Para mí, el cuerpo y el movimiento, el desarrollo de la corporalidad ha sido un tema. Siempre he hecho actividad física, toda la vida ha sido así. He pasado por Tai chi, aeróbica, de hecho, de más joven estaba en un grupo de competencia aeróbica y llegó un punto, una edad en que ya no estaba para esos trotes, pero sí me interesaba el tema de conocer las tradiciones, del baile. Nunca pensé estudiar profesionalmente danza, tampoco soy “que bruto, que lo hago súper”. Pero lo disfruto mucho y después de entrar armamos un grupo con un profe de ahí que ya lleva siete años con altos y bajos porque a veces la gente se entusiasma, y luego se desentusiasma, pero ese es uno de mis disfrutes y es la manera que tengo de desestresarme, de alguna manera es mi válvula.
Y la otra actividad importante –que por ahora está en stand by– es una organización de mujeres a la que pertenezco con la que tenemos una radio online hace cinco años, (LaCentral). Con una amiga hacemos un programa que busca visibilizar los problemas sociales que no se ven en los medios de comunicación habituales. Damos espacio a la gente y visibilizamos distintas organizaciones. Ninguna de estas actividades es remunerada, por el contrario, tengo que pagar para poder solventarlas. En folklore tenemos que pagarle al profe una mensualidad y arrendar un lugar para ensayar una vez a la semana. Y lo de la radio, armamos nuestro estudio en un subterráneo que arrendamos en la calle Huelén, y ese arriendo hay que pagarlo todos los meses, pagar el agua, la luz, el internet.
Como el diseño ha cambiado mucho, los aspectos creativos de la profesión también lo han hecho. Yo estudié en la Católica, donde el tema principal era elaborar un concepto para responder a una necesidad gráfica. Eso era lo relevante, pero en el andar te das cuenta que los conceptos empiezan a ser un detalle que nadie considera porque debes responder rápido a las necesidades. Yo trabajo mucho con la difusión en redes sociales. Aunque no las manejo las maneja una community manager, yo creo los contenidos para hago flyers constantemente para promocionar productos, ofertas y actividades asociados al lugar donde trabajo. Más allá de darle una identidad a la empresa –que es muy global– no hay un desarrollo creativo en términos específicos porque no hay tiempo para eso. Piensas en los colores, la imagen a lo más porque con los bancos de imágenes eso también está un poco resuelto. Además, también existen modas que se reflejan en respuestas concretas. Entonces es difícil innovar, a lo menos en el ámbito en el que yo estoy. Por eso, lo creativo pasa por buscar una imagen adecuada, un mensaje claro, redactar textos para seducir al consumo del curso o producto. Todo eso dentro del mundo cosmetológico, que puede ser de lo más frívolo, sin embargo, he llegado a sorprenderme gratamente porque consigo buenos resultados en ese aspecto, en términos de elaborar un texto adecuado y seductor. También hago el diseño de gráfica aplicada a envases para los productos, lo cual es creativo y restringido a la vez. Al ser una empresa chica y familiar, tienes que batallar con los gustos del dueño y sus ideas. Cuando se lanza un producto nuevo trato de hacer una asociación de imagen con el producto para que eso esté plasmado en un estuche, en una etiqueta, pero no siempre me va bien, a veces mi apreciación y aporte estético y creativo se ve aplacado por la opinión y decisión del gerente/dueño.
Yo estudié diseño cuando no existía la computación. Cuando llegó, empezó a pasar que mucha gente que sabía de esto conocía los programas gráficos, pero no eran diseñadores, y se metieron en el área sin una formación estética. Aparecieron estas carreras técnicas de dos años, y se desató esta carrera loca donde lo creativo no tenía mayor relevancia porque venía la persona que solicitaba el diseño y planteaba: “Yo quiero que esto sea así”. Las soluciones y propuestas que tú dabas dejaron de ser válidas y para qué probar algo nuevo si este patrón ya está probado y funciona, entonces mejor copiamos. Entonces Finalmente, el diseño –dentro de todas las áreas creativas– es la más funcional. Está supeditada a otros requerimientos que llegan a ser estrictos en términos de que no te puedes expandir, no te puedes desbordar mucho.
Para mí un trabajo bien hecho es aquel que es armónico. Cuando uno estudia este tipo de carreras en donde se incorporan elementos de composición, colores, formas… hay algo que se construye dentro tuyo, es difícil de explicar. Yo me siento satisfecha cuando veo algo armónico, también cuando responde al objetivo del mensaje, por ejemplo, si es una promoción, que vaya unido a lo que la gente quiere ver sin salirte de los bordes de la moda. No respondes a tus singularidades e inquietudes de artista, sino que hay ciertas restricciones y asociaciones de color y forma que funcionan en los otros que van a recibir el mensaje. Por decir una tontera, para mí puede ser que el cielo no sea azul. Puede que sea morado porque es mi experiencia. Pero si yo no uso íconos o convenciones que nos identifiquen a todos, no sirve de nada porque me estoy alejando de la funcionalidad del mensaje, de que cumpla su objetivo. A lo mejor podría ser entre morado y celeste, se puede poner un tono de creatividad, pero de alguna manera tengo que aludir a lo que tenemos como inconsciente colectivo.
Mi trabajo está muy expuesto a la aprobación de los otros. Me siento frustrada cuando siento que he hecho algo bien, pero no lo aprueban. O no sé, cuando tienen otra idea. Pero me he dado cuenta en la historia de mi vida, que en la medida que me involucro mucho con el trabajo y con la contraparte de ese trabajo, concibo un vínculo más cercano y los resultados siempre son positivos. Puede haber correcciones en el camino, y cambios seguramente, pero en la dinámica cercana hay otra manera de aceptar y corregir más amable. Una dimensión más humana y social del trabajo que no siempre está visibilizado como parte de la tarea del diseñador.
En mi experiencia he tenido que tomar ciertas decisiones para compatibilizar mis expectativas materiales con mi inquietud y desarrollo profesional. Creo que me he quedado en una zona de confort en donde obtengo una buena remuneración, y por otro lado, he realizado otras cosas paralelamente que me sastisfacen mucho. Por ejemplo, esa pega que mantuve de mi época freelance, es una revista que hago para la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior (DICOEX) del Ministerio de Relaciones Exteriores. Más allá de las lucas –que son buenas– me gusta hacerlo. Entonces, independiente que estoy en esa zona de confort que no me sastisface absolutamente en términos profesionales, siempre busco otras cosas que me llenan gráfica y creativamente. Más mis hobbies, así compenso.
El tiempo de ocio aparece después de la pega, a eso de las siete de la tarde. En esta época en que el día se acorta por el frío, y además porque ya no soy la de antes, esos espacios se reducen. El ensayo del grupo folklórico es de siete y media a nueve y media, cuando ayudo a mi hija cuidando a mi nieto también es tarde, o a veces, excepcionalmente, tengo que pedir permisos que me descuentan de las vacaciones. Lo de la radio está detenido, pero también era en ese horario, siempre después de la pega. Y bueno, los fines de semana, trato de ir al cine o salir con amigos. Ahora, la pega se queda en la pega. No existe ese personaje que te anda persiguiendo, tampoco en los trabajos que hago por mi cuenta. He desarrollado un nivel de confianza con las personas –incluso de afecto– porque son muchos años y ellos saben que trabajo tiempo completo y a veces me puedo demorar. No tengo drama con eso.
En mis hobbies y aficiones los amigos son relevantes. Con el grupo folclórico llevamos tantos años que hemos forjado un nivel de amistad para juntarnos en otros momentos paralelamente. Y con la radio también. Hay una relación muy especial y cercana con las chicas a pesar que todas son más jóvenes. También hay otro grupo de la vida que entre otras muchas cosas, como la vida misma, nos une intereses comunes como es la lectura. Somos amigos de juerga, de conversa, de compartir nuestra historia, de reflexiones. Pero la lectura ha tomado un rol bien protagónico, siempre estamos hablando de lo que hemos estado leyendo. El trabajo no entra mucho en ese espacio, más allá de que a veces una tiene un problema en la pega y se desahoga, esa cosa emocional de querer sacarte la rabia de encima.
Si hace unos años me hubieran preguntado qué era el ocio, habría respondido que es perder el tiempo. Pero con los años empecé a darme cuenta que es súper creativo, es el espacio para desarrollarse, para volarse y pensar. El espacio para decir por qué esto no, o por qué sí no sé. Además, cuando supe que el origen de la palabra negocio es “negar el ocio”, entendí por qué los grandes pensadores y creativos de la historia fueron gente subvencionada por familias acaudaladas. Yo creo que la sociedad no lo valida ya que cada vez hay menos espacio para estos tiempos. Todo es muy vertiginoso y la gente se llena de cosas que hacer. Pero muchas veces en esos haceres no hay trasfondo, no repercuten en tu vida, y por eso es muy relevante tener tiempo para pensar. Hacerlo –en mi experiencia– ha sido la consecuencia de madurar. He ido entendiendo cosas, reflexionando respecto a los fondos.
Yo creo que mi generación tiene un tema con la enfermedad. Es algo que he conversado con gente de mi edad, la enfermedad está mal, tiene mala prensa en términos de que un trabajador no debería enfermarse. Fuimos criados en el rigor, crecimos en dictadura y construimos esa imagen del trabajador que responde siempre y no da espacio para enfermarse. Y si te llegara a pasar, tienes que estar ahí igual. Puedes ir a trabajar muriéndote, porque esa es tu responsabilidad. A mí me pasa así, aunque no tengo mala salud. Pero hace seis años me tuve que operar de un manguito rotador y túnel carpiano al mismo tiempo, y estuve tres meses fuera. Me costó usar mi tiempo. Ha sido un trabajo reconocer las vulnerabilidades que uno tiene como persona y que son válidas como potencialidad de trabajador. Ver dos aristas y darles el mismo valor al final, uno no es infalible, el cuerpo a veces falla.
Respecto a las vacaciones y fines de semana, siempre he intentado hacer la máxima actividad social posible y los aprovecho muchísimo. Siempre estamos organizando cosas con los amigos y la familia, es raro que me quede en la casa. Es un espacio que diferencio totalmente del trabajo.
Con la experiencia de la maternidad fue complicado. Tuve dos hijos, y cuando nació la mayor estaba trabajando en una agencia y vino esta cosa del pre y postnatal. Me costó mucho enchufarme de nuevo porque tenía un concepto de maternidad híper desarrollado respecto a la responsabilidad. No quería dejarlos en sala cuna y estuve un tiempo sin trabajar. Y luego surgió la idea de ser independiente para responder a mi rol de madre y formar a mis hijos. Tengo un tremendo hoyo en el tema de las imposiciones, gigantesco. Pero fue mi opición, no responsabilizo a nadie porque creo que dio buenos resultados. A lo mejor no fueron los mejores tiempos en lo económico, bueno, nunca lo han sido en realidad. Pero pude estar con ellos y me logré organizar.
Y respecto a la jubilación, para mí financieramente no es posible retirarme. Yo voy a tener que trabajar hasta el día que me muera porque tengo una tremenda laguna de imposiciones. Pero en términos de actividades, me gustaría tener más tiempo para hacer otras cosas. Seguir con lo creativo de forma independiente para tener otra remuneración. Tenía los tiempos distribuidos más equilibradamente, trabajando siempre, pero también dedicando más espacio a las cosas que me gustan. No creo que vaya a colgar el diseño, siempre ha sido parte importante de mi vida.