Mi nombre es Javier Barría, tengo 39 años y soy músico. Actualmente, la mayoría de mi trabajo, de mi desempeño laboral, es de productor musical de otros artistas. Eso lo compatibilizo con una carrera de músico cantautor, o sea, cantante de mis propias canciones, que es más bien intermitente, tiene épocas y épocas. En eso estoy ahora. Ocasionalmente hago clases particulares y música para medios audiovisuales como publicidad o teatro, pero es muy esporádico.
Hice la bitácora desde el 26 de enero hasta el 2 de febrero, una semana. Me pilló en un mes, en un verano súper trabajólico, con más trabajos que ocio -por lo que me di cuenta viendo los datos a la rápida-. Al terminarla, el balance entre ambos tiempos era tal cual como lo imaginé.
Fue interesante el ejercicio, me recordó a los diarios de vida que uno tiene cuando es niño, creo que una vez tuve uno. Me hizo ver pequeños detalles de los que suelo no darme cuenta, sobre todo la parte que decía “Efectos percibidos” y sobre cómo mi vida cotidiana en este último tiempo, que es básicamente lo mismo que hago hace 2 años más o menos, no ha cambiado mucho. En general, me ayudó a reparar en cómo me están afectando para bien y para mal mis rutinas.
El registro emocional de los tiempos de trabajo dependía. Al momento de escribir la bitácora, había 5 o 6 proyectos de otros artistas, 2 finalizando y 3 que estaban en curso. No todos me entusiasmaban de la misma forma entonces unos tenían una especie de carga de que hay que cumplir y terminar, lo más profesional posible, y otros tenían una carga más de goce, creo que lo puse con esa palabra, “goce”. Aparte, disfruto mucho la parte creativa.
Fue una semana con súper poco espacio para mi desarrollo musical más personal. Por ejemplo, me invitaron a cantar un día como cantante, como Javier Barría., pero actualmente es algo bien esporádico. En general, este verano no he tenido muchos momentos para dedicarle, ya que estoy enfocándome en cerrar proyectos y avanzar un poquito porque ya que me tomé unas vacaciones desfasadas. Más bien antes, en diciembre, por ende, no podía tomarme tan a la ligera enero y febrero.
Fue una semana un poco agendada, aunque no con tanta anticipación, por lo menos con una. Desde el viernes o el sábado de la semana anterior, ya estaba viendo qué estaría haciendo de lunes a viernes con la gente que trabajo principalmente y, por lo mismo, también me dejaba visualizar los espacios libres y pensar e imaginar qué puedo hacer con eso. Por ahí fui al cine, fui a ver a mi madre; cosas de ese tipo y familiares también las dejo en los espacios ventana que tengo, los que puedo ver de antes.
Hace 15 años, cuando tenía 25 años, hubiese sido súper distinta la bitácora. Había mucho más tiempo para el ocio y, en realidad, había tiempo para ambas cosas, pero a lo que más me dedicaba era al trabajo creativo en mi música. Sabía ocupar el tiempo en eso y tenía bastante tiempo. En esa época trabajaba más bien tocando en eventos sociales, malls. Era un músico de covers y esa era una pega que, si bien incluía un tiempo de ensayo pequeño, ocurría en la tarde-noche, era más bien nocturna. Ese rango de tiempo en que yo percibía rentas era bien acotado. No hay actividades nocturnas la semana que registré, sólo hay una cosa familiar. Mi trabajo ahora está circunscrito al día, jornada de oficina hasta las 8 de la tarde a veces. Es una situación que se ha ido dando pues con el paso del tiempo la noche ha sido menos productiva. Estoy más cansado y prefiero salir, prefiero el ocio, pero siempre tirando para la noche, no en el día.
Yo creo que antes dedicaba más tiempo a mi trabajo personal porque el costo de la vida era más barato hace 10 años, es algo que se nota en esta ciudad. Mi trabajo propio, autoral, en esa época no me daba mucho dinero, para nada, tenía un carácter que algunos llaman despectivamente “hobby”. Para mí significaba todo, pero sabía que era un privilegiado que podía compatibilizarlo con lo otro. Tenía cierta ilusión de que algún día mi trabajo creativo iba a ser un trabajo durante mi época siguiente de los treinta y tantos, cosa que fue, se transformó en eso, pero hace 10 años no tenía ese carácter, era una cosa mucho más relajada, lúdica, inocente. Recuerdo esa época con mucha nostalgia y cariño, sobre todo por esa inocencia de crear por crear y sin esperar, sin tener expectativas o querer algo a cambio, cosa que cambió a la década siguiente. Se transformó en un trabajo remunerado principalmente por las actuaciones en vivo que era lo que más hacía hasta hace 3 años. Bueno, esto cambió con el aumento del costo de la vida en general y esta veta de producir a otros artistas que se me abrió no hace mucho, hace unos 3 o 4 años, más o menos el 2015. Antes lo había hecho esporádicamente, pero el 2015 tuve un trabajo importante y a fines del 2016 también y a partir de ese disco no paré de tener trabajo produciendo, o sea, llevo tres años sin parar de trabajar en producir discos. Eso ha relegado a un lugar secundario mi trabajo creativo, a mi pesar de repente, es parte de un cambio nomás. Aparte, yo disfruto un montón este nuevo trabajo. En la bitácora pongo que son momentos que disfruto.
Las tecnologías han sido un súper cambio, es algo que no me gusta mucho de esta época. Creo que las nuevas tecnologías interfieren para peor como las redes sociales o la adicción al celular. Hace 10 o 15 años mi relación con el internet era revisar el correo una vez al día, si es que había correo, a veces no había. En el 2006 recuerdo que me definía como “cantautor digital” porque estaba la posibilidad de exhibir el trabajo en plataformas digitales como Myspace, de ponerlo ahí sin pasar por intermediarios. Antes tenías que llevar la música a la radio, en cambio, ahora no, está ahí disponible. Ocupaba Myspace para eso, pero invertía poco tiempo, es decir, hacer el upload de la canción, cambiar la foto de portada, cosas así. Era bien fea esa red. Te podías poner en contacto con personas que jamás hubieras podido conocer y contestabas sus mensajes, era como las proto-redes sociales de hoy, pero el tiempo que uno ocupaba era poco, comparado con el que dedicaba a crear.
Actualmente estoy medio retirado de mi trabajo autoral, por lo que no necesito alimentar mucho las redes sociales y más bien éstas cumplen la función de distracción. De repente paro de trabajar cada 2 o 3 horas, que es lo recomendable, pero son pausas pequeñas, por motivo de salud. Los oídos se agotan un poco entonces se recomienda parar de recibir ondas sonoras. Me tiro en un sofá, reviso Twitter, tomo momentos de relajo de 15 a 20 minutos, a veces hasta duermo después de almuerzo. Tengo esos hábitos de parar incorporados. Ahí las redes sociales, el celular, aparecen como un distractor. Veo noticias, memes, toda esta basura digital que aparece y me sirve para relajarme un rato. Cuando estoy trabajando el celular está lejos, todas mis notificaciones están silenciadas, no recibo estímulos, desaparezco prácticamente. No sé si es algo muy común, pero noto que mucha gente está pendiente todo el rato. En mi caso, elegí que no haya interferencia, un poco para no perder ese espíritu de hace 15 años. Si me metí a trabajar no me dan ganas de ver el mail. Creo que he tratado de mantenerlo, aunque sí he pasado por épocas en que me han absorbido más de la cuenta las redes sociales, o épocas de difusión de lo que hago que implican estar muy metido y conectado. Eso es una interferencia que no sé si es tan buena, creo que afecta el trabajo creativo. Es una medida casi de salud mental, de hastío de esta cultura digital de la hiperconectividad. Hay redes que no me parecen la gran cosa actualmente, de hecho, algunas ni las uso como Facebook. Entonces, en parte no las uso porque ya no son la gran cosa y también para no interferir en el trabajo, en la concentración en el trabajo creativo.
En mi biografía, en lo único que he trabajado, tanto remunerada como simbólicamente, ha sido en el ámbito musical, salvo una breve pasada por el teatro que fue una anomalía. Estuve actuando y tocando en un proyecto medio multidisciplinario hace tres años más o menos. Salvo esa experiencia puntual, el resto ha sido en la música. En términos creativos comenzó en mi adolescencia, en la pubertad, apenas toqué un instrumento cuando tenía 13 o 14 años. Esa parte creativa creció rápidamente y la habilidad derivó en crear música, por lo que son varios años en que he desarrollado esa habilidad. En términos de trabajo remunerado, todo eso fue actuando y tocando en vivo, primero música de otros hasta ya entrada mi adultez, cuando empecé a tocar música propia. Entremedio también hice clases.
Siempre he tenido la duda de “¿Qué hubiera pasado si me dedicaba a otra cosa?” y lo más tormentoso es el “Pucha, quizá sí hubiera ganado más plata en otra profesión”. No deja de aparecer de repente, pero lo desecho rápidamente. Si me preguntas qué habría estudiado, no lo sé. Quizá algo también relacionado a lo creativo. Siempre pensé que podría haber sido arquitecto, a lo mejor periodista, diseñador, no sé. Son puras suposiciones que no voy a confirmar si es que no cambio de rumbo algún día. La posibilidad de reinventarme es recurrente, aunque en periodos de crisis económica o vocacional. He sobrevivido a todos esos vaivenes, y se mantiene el gusto por lo que hago, el apasionamiento, pero no sé si es pasión a veces. Hay momentos en que estoy en piloto automático, pero también tengo momentos de goce, donde disfruto mucho. Ya son un montón de años en que no he perdido eso. Ha ido cambiando de rubro, de giro, de enfoque, pero afortunadamente no se detiene. Ahora estoy haciendo algo nuevo que lleva poco tiempo, 3 años, entonces no puedo tener una perspectiva, no puedo hacer un balance de qué tan bueno ha sido. Lo único que puedo ver es que, en términos económicos, ha sido mejor que lo que hacía antes, así que es una razón de peso para seguir en esto y quedarme un buen tiempo.
Me encantaría dedicar más tiempo a mi creación personal, pero ya me parece, una cosa medio ilusa, una quimera. Estuve metido en mi trabajo creativo casi exclusivamente por cerca de 8 años, 8 años en que no hice más que eso. Fue bonito, súper agotador, pero no me daba para vivir completamente. Implicaba hacer música, gestionarla, moverla, cosas que no sé si estoy dispuesto a transar o a reformular, eso ya me estresa un poco pensarlo. No sentí presiones concretas para hacer algo distinto, yo mismo me las ponía. Tuve suerte, hay canciones que pasan hasta hoy en la radio, cosas que me permiten sentir que valió la pena dedicarse un buen tiempo, valió la pena dedicarse con exclusividad. Además, no podría haber sido de otra manera. Bueno, volver a eso y transar la tranquilidad económica que me da lo otro, no sé. Ya voy a cumplir 40 y no sé si estoy dispuesto, es medio idealista a menos que me gane un premio, una beca o algo, que puede pasar. En este momento no lo veo tan cercano, pero como todas las cosas son cíclicas, puede que en 5 años más diga “No quiero más música de otros, quiero hacer más música mía, me nace hacer eso”, lo que no está sucediendo ahora. Hay que tener paciencia, lo veo como algo que no me está naciendo.
Yo creo que la calidad de un trabajo está en un balance entre el perfeccionismo y la efectividad del resultado final, de cómo se comunica el mensaje o lo que uno quiere proyectar. No me refiero a la recepción del público, sino a cómo presento el producto final, y también el perfeccionismo. A veces mucho perfeccionismo puede arruinar el producto final, dejarlo sin alma, sin sangre de tanto detallismo y perfección. Son 2 cosas que están siempre ahí luchando. A mí me gustan las cosas imperfectas, un poco amateur y creo en el equilibrio entre ambas partes, principalmente cómo eso lleva a un producto final que es entendido y recibido, que se sienta bien hecho, pero no perfecto. O sea, no sin alma, no frío. Ese creo que es un equilibrio bien delicado. De todas formas, cada artista con los que trabajo tiene su visión de eso. Me han tocado conflictos pequeños en cuanto a la visión final, precisamente por temas de perfeccionismo. Es un doble filo porque, por un lado, yo ofrezco un servicio, me comprometo a entregar un producto, un material discográfico, pero en el precio que cobro no incluyo un exceso de perfeccionismo. Me hago un tiempo, un orden, una carta gantt y ahí llega un punto donde no puedo dejar la voz perfecta, o los golpes de la batería a tiempo si el instrumentista no tocó bien. Ahora todo se puede dejar como robot, pero eso ya es muy meticuloso. Yo podría pasar noches editando y corrigiendo detalles de interpretación, buscar la perfección, pero no me están pagando ese tiempo. O sea, delimito un poco lo que puedo entregar. Me ha pasado lo contrario también con un proyecto que está muy bien tocado, ensayado, que hay que editar lo mínimo porque el puro registro está súper bueno. Están esos dos extremos, aunque hay de todo en realidad. Hay gente que quiere que uno haga magia, gente más obsesiva que otra, gente que suelta mucho que casi me deja hacer lo que yo quiera, gente que confía mucho en mi criterio o que desconfía también. Es bien variado, depende del artista.
El reconocimiento de los pares es importante porque entrega un sentido de pertenencia, de “Yo pertenezco a esta aldea, a este lugar, comparto con esta gente”. No somos tantos tampoco los que nos dedicamos a la música de manera más profesional, por decirlo. Entonces es importante el reconocimiento y lo he sentido desde hace harto tiempo, incluso en mi época más amateur y precaria del Myspace. Siempre recibí apoyo, buen recibimiento. También reconozco ciertas limitaciones. Por ejemplo, por años me he negado a sonar más radiable o más acorde a los gustos mainstream, los que van cambiando todos los años obviamente. Siempre he mantenido una cosa media marginal en busca de una marca más autoral. Ha sido bueno porque ahora precisamente recurren a mí por esa marca autoral y no porque quieren sonar como lo que va a pegar el 2020. Yo no sería el indicado para eso. Ese es uno de los reconocimientos que me han hecho de manera implícita o una consecuencia que me ha mantenido en una posición marginal, pero en un buen sentido de “margen”. Por lo general, a mí recurre gente que conoce lo que he hecho. Hay casos en que no, de todas formas, pero la mayoría sí. Conocen la voz, la estética, el sonido y quieren ese mismo toque para su música, pero eso es porque pasaron años en que yo desarrollé eso. En resumen, es importante el reconocimiento. Yo no podría hacer vista gorda de lo que pasa en el medio y de cómo nos relacionamos, no vivo solo.
El éxito y el fracaso han estado súper presentes, quizás a una escala bien personal, propia, porque fracaso puede ser un concierto al que llegaron 10 personas, lo que me ha pasado varias veces. Una vez llegaron 2 y hay que tocar igual. En el caso del éxito para mí es seguir trabajando en esto porque a lo largo de los años uno ve tanta gente haciendo música, pero también ve gente que desaparece de este mundo generalmente después de los treinta y tantos porque ya no hay tiempo o no funcionó su proyecto. Desaparecen. Siempre fue un fantasma que me perseguía, el “ojalá algún día no tener que tomar otro trabajo, otro rumbo”. Seguir en esto yo lo veo como un éxito, no es fácil. En general, me imagino que el trabajo en el arte es bien hostil en un país como este. Eso para mí es una vara de éxito, aunque también manejo éxitos cuantitativos como cantidad de reproducciones u otros indicadores porque actualmente todo se valora en números. Hay canciones mías que tienen ciertas cifras y yo puedo decir “Sí, tengo 3 éxitos” en mi escala, obviamente. En términos más mediáticos, gané un Premio Pulsar, pero no sé si sigue siendo tan prestigioso. No había un premio de ese tipo para la música chilena en aquel momento. Ahora hay 2 premiaciones más, paralelas y acotadas al rubro independiente. Por lo menos, yo me tomé Pulsar como un reconocimiento importante y le he sacado partido en cuanto a la imagen que uno proyecta, para eso son esos premios.
El trabajo y el dinero están íntimamente ligados. Desde que era joven aprendí y me acostumbré a que actuar en un escenario era remunerado, o sea, desde las primeras ocasiones sabía que yo no iba a tocar gratis. Me negué varias veces donde no hubo discusión. En cuanto a la música, al comienzo yo no me imaginé que podía ganar plata, era un ideal, así que no había para cuando. Eso cambió a fines de la década del 2000, cuando dejé de hacer covers en los conciertos y me dediqué a hacer mi música. Recibía plata por eso y entremedio un par de canciones empezaron a pasarlas por la radio. Yo era socio de la SCD, lo que también empezó a generar una entrada económica. A partir de ahí, mi música tiene siempre, siempre un precio; salvo situaciones de beneficencia.
A lo largo de los años voy actualizando mi escala y trato de ser súper irreductible con el valor de mi trabajo, el que pongo yo y lo acreditan hechos, como el Premio Pulsar. También lo compenso o lo balanceo con cifras. Soy consciente de que mi música no es masiva y manejo cifras discretas. Puta, me sale todo el economista amateur que tengo ya que pienso que debo compensar entre cierto prestigio y años de carrera y las cifras reales de convocatoria que no son tan altas, porque yo tampoco he hecho esfuerzo por aumentarlas y porque he dejado de tocar. Entonces ahí siempre estoy haciendo un equilibrio. Es como el dólar, va y viene. En resumen, tengo una relación complicada con el dinero, están íntimamente ligados y vivo de ese trabajo.
Una experiencia laboral más estructurada que se me viene primero a la mente es la del teatro que mencioné antes. Estuve en una compañía de teatro de gira por tres meses con horarios y contrato. No es habitual en mí, siempre he estado acostumbrado a ser, en general, mi propio jefe o por muchos años fue así, Esta otra situación fue todo lo contrario y fue súper buena experiencia verlo del otro lado.
Hacer clases para subvencionar el trabajo creativo es una especie de fantasma que anda rondando. Lo he hecho en épocas que he necesitado tener esa entrada, pero pasa que es algo que no me gusta mucho. Esa parte del trabajo siento que no la disfruto mucho y no soy muy bueno. Carezco de herramientas, de experiencias, pero sí he hecho cada 2 o 3 años. De hecho, voy a hacer la otra semana unas clases particulares. De repente me solicitan, me preguntan “Oye, ¿tú haces clases de esto o esto otro?” y a veces soy bien honesto y digo “¿Sabes qué? No, no manejo eso, no es mi mundo, te estaría puro vendiendo la pescá”. Pero, por ejemplo, ahora hablé con alguien sobre unas clases que nunca me habían pedido de un instrumento y tuvo un efecto en particular. Dije “Claro, te puedo enseñar eso”. Fue bacán, es algo nuevo para mí. Me han ofrecido clases en universidad, y ahí no he aceptado por la cantidad, por tiempo en verdad. Me quitaría tiempo, o sea, perdería tiempo en lo que más estoy haciendo que es producir. Lo puse en la balanza y en realidad no me daba el tiempo, me habría estado sobre exigiendo. La docencia es como la parte más débil que tengo. Es súper intermitente y nunca he podido desarrollarla. He hecho talleres también, colectivos. Sin embargo, no ha sido la parte económica la que me ha llevado a la decisión de no hacer clases, a la larga pasa por el uso de mi tiempo. Es casi un tema de salud, de cuánto puedo dar y dedicar al trabajo.
Las actividades que hago en mi tiempo libre son tres básicamente. Hay una es de espacios abiertos: escucho música generalmente en los trayectos de la casa al trabajo o en otras partes. Tengo la mala costumbre de escuchar música en la calle y digo “mala” porque no es bueno para los oídos por los volúmenes altos, es peligroso. Pero, nada, son los momentos que tengo para eso. También lo hago cuando voy en bici, aunque esta semana he andado a pie. A mí me encanta escuchar música, creo que lo puse por ahí en la bitácora. Es mi actividad favorita, es algo que nunca he dejado de hacer, siempre lo he hecho. En general, me gusta escuchar música, ponerle atención. Es como ver una película o leer, estoy sólo en eso. A veces hago el aseo con música u ordeno archivos en el computador con música de fondo, pero en general prefiero disfrutarla, vivirla como una línea de tiempo. como estar ahí. A pesar de que cuando estoy en la calle nunca estoy 100% porque hay que estar atento a cosas. Es un momento que a mí me gusta mucho.
Ver vídeos, tutoriales, YouTube, películas, series, ver material audiovisual es algo que hago en mi casa, en la cama con el computador. No lo hago tan seguido, pero es parte del ocio. También voy al cine, aunque muy ocasionalmente. Voy cada vez menos y me encantaría ir más. Y, bueno, lo que menos hago, a mi pesar, es leer. Me doy poco tiempo, por ahí creo que anoté una ocasión donde me senté en una plaza a leer. En las noches me da sueño leer o ver una serie.
Estas actividades están muy relacionadas con lo que hago, sobre todo escuchar música. Hay una escucha que hago como parte de mi trabajo, que puede ser analítica, de referencia o del material que estoy trabajando y que eso no es ocio quizás. Pero, por lo general, la escucha de música que más practico y que me gusta es puro placer nomás.
Los registros sonoros son influencias, son referentes siempre y van mutando con las épocas. Lo que hago ahora, lo que escucho, es distinto a lo que hacía hace 2, 3 y 5 años. Aunque no tan distinto porque siempre estoy revisitando música. Tengo una especie de banda sonora de la vida que nunca abandono. Pueden pasar años que no escucho a algún artista, pero lo vuelvo a escuchar y ya trae una historia conmigo, o sea, de años atrás. Hay un componente muy emotivo entonces lo necesito, es una cosa súper terapéutica en momentos que me siento medio perdido en la vida. En momentos bajos siempre la música es una conexión con mi historia, con quien soy y de dónde vengo. Ocurre con la música que escuchaba de adolescente o más joven, no sé. Hay un factor terapéutico, me hace sentir acompañado, contenido. Pero a la vez me encanta conocer música nueva a mis 39 años, música que no conocía antes. Me encanta, es como enamorarse un poco, conocer gente nueva. También pasa eso con la música.
Mis amigos, mis familiares o mis pares son súper importantes en estos tiempos de ocio, pero estoy pasando por un periodo súper ermitaño desde hace un tiempo entonces no los veo tanto como querría, o como me gustaría en realidad porque de querer, hay que querer. Por ejemplo, ahí en la bitácora aparece una visita a la casa de mi madre y por lo menos voy cada dos semanas o una vez a la semana. A mi padre también lo veo, ellos son separados. Siempre hay una instancia, una vez a la semana o cada dos, para compartir con ellos. Las juntas con los amigos se han hecho difíciles porque estamos todos con las agendas hiperrecargadas. Durante la semana que registré en la bitácora hubo almuerzos, cafecitos y salir a tomar algo en la noche. Yo no salgo a tomar solo, por ejemplo, nunca entré a un local, a una barra solo. No tengo esa cuestión. Siempre la excusa es compartir con amigos, ya sea con varios o bipersonal para ponerse al día. Esa es una actividad que, por lo menos, necesito hacerla una vez a la semana y, en el mejor de los casos, la llaman la maldición gitana, eso de carretear desde el lunes. Ha pasado, martes, miércoles y así sucesivamente, aunque depende de la época. Este verano trabajé tanto que no he visto tanta gente la verdad. En general, este tipo de encuentros son una parte del ocio.
El límite entre el trabajo y el ocio no siempre fue así, antes era más difuso. Hace años era súper difuso en realidad. Hace años no estaba organizado ni siquiera en horarios, era un desastre. Para bien igual, era otra forma de vivir. Antes, cuando me dedicaba a mi música, era todo el día, no había planificaciones. Ahora que lo recuerdo, era bien despelotado. La única rigurosidad que había era ensayar, era decir “Toda esta mañana voy a ensayar” o “Voy a ensayar después de almorzar”, pero en la parte creativa podía agarrar la guitarra a las 3 de la tarde y podía estar haciendo una maqueta, un demo, hasta las 2 de la mañana si estaba embalado porque no tenía otros compromisos. Podía pasar eso un día de semana, por ejemplo. Cuando iba de gira, tomaba un bus al sur, podía hasta escribir una letra en el bus y también escuchar música y ver las vaquitas. Todo se mezclaba, aprovechaba las instancias para crear. Llegaba a la ciudad, tenía que probar sonido, ir a alguna radio, pero también podía ir a turistear o me sacaban a comer mariscos entonces estaba todo mezclado. No sé si era bueno o malo, era distinto nomás. Ahora me cuesta más eso. Necesito tener la separación, necesito desconectarme. Valoro también las tardes libres, los domingos trato de no trabajar o no trabajo. Las ocasiones en que trabajo son muy especiales.
Creo que para mí y también para mucha gente el ocio tiene una carga de lujo, un lujo que no mucha gente se puede dar, no mucha gente puede disponer así del ocio. En ese sentido, me asumo y me siento privilegiado por trabajar en esto porque sé que es una condición inalcanzable para mucha gente no sólo de mi generación, sino de la generación que viene antes.
A mí me gusta no estar estimulado. Me gusta pasar una mañana entera sin haber revisado internet o haber visto una serie. Trato de no considerarlo como pérdida de tiempo. Me cuesta ahora porque, considerando que trabajo harto, se me hace más valioso el tiempo de ocio, el que destino. De repente me enfrento a tener una mañana libre y digo “¿Qué hago?”. Siempre tengo que aprovechar de ver esto o, incluso, ahora ocupo una buena parte del tiempo para estudiar cosas relacionadas a mi trabajo. Ahí deja de ser ocio. En ocasiones dedico una mañana a estudiar un tutorial de alguna máquina que estoy ocupando, entonces para mí igual se me ha hecho más valioso. El tiempo de ocio es menos y lo tiendo a considerar cada vez menos como mirar el techo. Tengo que ocuparlo.
Tengo terror a las enfermedades. He tenido generalmente buena salud entonces nunca he sufrido accidentes graves o que me inhabiliten para trabajar. He tenido mucha suerte con mis muñecas y mis manos, han estado siempre sanas. Lo más común son las gripes. Llega el invierno, me dan dos gripes anuales y si tengo que quedarme tres días en cama, lo hago nomás para sanarme. No es una inhabilidad seria, puedo hacer cosas. Pero si hay algo que me da terror es perder la audición, la vista, una parte del cuerpo o estar postrado en un hospital. Sería terrible. Vivo con ese temor igual, de que algo me inhabilite, aunque, en rigor, uno puede hacer música dictando notas de voz al celular. Beethoven escribió las sinfonías sordo. Hay gente con parálisis completa para la que han desarrollado tecnologías con sensores de captura que te permiten dibujar, escribir con la punta de la pupila, a ese nivel. En rigor, nada puede impedir que salga lo creativo, pero me imagino que es un periodo de adaptación traumático nomás.
Las vacaciones siempre las considero, creo que dentro de lo normal o quizás un poco más. Intento que ocurran un par de veces al año. Generalmente trato de dármelas relacionadas con viajes; nunca me tomo vacaciones en esta ciudad, no podría. Si están todas mis herramientas a mano, termino trabajando igual, va relacionado a viajes. Las escapadas de una semana o de 10 días son fundamentales, súper necesarias, pero nuevamente es un privilegio poder decidir “Ya, me voy a tomar diez días”. Yo puedo disponer de eso.
La paternidad es un tema hace harto tiempo, pero hasta el día de hoy he decidido que no, o sea, no quiero ser padre. Ha sido una decisión consciente, pero yo sé que no es para siempre. La decisión tiene que ver con lo que hago y también porque no me interesa. No quiero traer vida al mundo, no quiero vivir esa parte por ahora. Yo sé que son cosas que no son para siempre porque, claro, podría tener otro trabajo y ganar mucha plata, pero capaz que tampoco querría. Es caro y es complejo tener hijos, es un aspecto que fríamente lo tengo considerado.
En el caso de los trabajos creativos, yo creo que la jubilación o el retiro se ven súper difíciles. Hay una delgada línea que tiene que ver, más allá de las edades de jubilación, con que el cuerpo te dé. Como contaba recién, yo hasta postrado en una cama me las arreglaría de algún modo, si necesito crear, para crear. Entonces se ve súper difuminada esa línea de cuándo o cómo retirarse, porque yo sé que en mi vejez hipotética va a haber un momento en que no voy a poder emitir sonido, o sea, la voz no va a salir, las capacidades van a estar súper mermadas o las extremidades no me van a responder. Quizás podré mover un mouse y secuenciar algo hacer música en un computador, no sé. No podría establecer una línea final. En términos prácticos de jubilación, yo impongo hace un tiempo, como independiente, pero sé que va a ser una hueá miserable. De todas formas, estoy afiliado a la SCD que tiene una serie de beneficios y detalles contemplados para la vejez de los músicos. Tienen hasta una casa de reposo. Es un tema que hay que pensar y ya se va a venir, entre ahorros y cuidar de la salud. Llevo una vida relativamente, saludable. Los prejuicios a los que me he enfrentado siempre por la música eran el alcoholismo, la drogadicción, el maltrato al cuerpo y en mi caso nunca llegué a caer en eso y ya no lo hice. He tenido la fortuna de tener buena salud y cuidados mínimos. Ando en bici, camino. No tengo una vida sedentaria, pese a que mi trabajo implica pasar sentado varias horas en el computador.
* Fotografía de Pablo Montt.