Soy Sandra Marín, un experimento, soy artista, diseñadora y creativa chilena. Tengo 33 años. Trabajo con las artes, trabajo en equipo, haciendo enlaces, trabajo con el diseño, trabajo haciendo acciones creativas. Eso es lo que mejor me podría definir.
No tengo un trabajo fijo. En general, mi trabajo es absolutamente aleatorio y he aprendido desde muy chica a valerme de esa manera. Siempre tengo 5, 6, 8 posibles trabajos andando y también estoy capacitada para sobrevivir 6 meses sin trabajo, a pesar de que nunca pasa. En el fondo, eso es lo que permite tener una estabilidad mental para poder ir llevando proyectos sin estar contratada: veo lo que va apareciendo y tengo confianza que lo que uno hace va generando una red que empieza a necesitar de ti. Entonces siempre eres una chispa que aparece en conversaciones y entre más tiempo pasa, eso se va co-activando y vas encontrando un lugar más fijo dentro de su cosa nómade.
Estudio Repisa nació cuando volví a Santiago, después de vivir 8 años en Valparaíso, porque sentí que había llegado a un tope de trabajo como independiente. Sentía que empezaba a trabajar en algo fijo o siempre iba a tener trabajos de muy baja remuneración. Entonces me vine a Santiago y me empleé por primera vez en mi vida en una revista, con una diseñadora y después con Mil Metros Cuadrados. Ahí fueron dos años de un proceso en que fui observando cómo trabajaba la gente porque antes había trabajado 3 años independiente absolutamente bajo mi propia ley, lo que me hizo ver cómo se podría estructurar un trabajo, cómo podía hacer mi trabajo. Así apareció la idea de armar un estudio de creatividad que se llamó Estudio Repisa porque la repisa es lo que estructura, lo que presenta, que muestra, que ordena. Armé los Repisa Talleres, Repisa Ediciones, Arte Repisa; todas las variables que se veían asociadas no a Sandra Marín, sino a un equipo que era un estudio. Entonces siempre fui un ente que sólo trabajaba conmigo, pero cuando había un momento de necesidad y necesitaba a alguien por un proyecto, me asociaba con otras personas. En el fondo, es distinto que contrates a Sandra a que contrates un estudio, pero fue lo que hizo el respaldo para poder crecer en este tipo de trabajos.
El estudio soy yo y mis 50.000 imaginarios, más los invitados por proyectos específicos. Me gusta hacer de todo, soy bien polifacética y multiactiva. Muchas veces hago cosas que pareciera que las hacen muchas personas, pero realmente invento que las realizan varias personas hasta en mi propia realidad. Entonces tengo varias personas trabajando para mí, pero, en el fondo, soy sólo yo. Me funciona súper bien, aunque mucha gente no era capaz de entender eso y se preguntaban “¿Cómo tú ibas a hacer todo el proyecto?”. Por eso, funciona muy bien el concepto de gente trabajando para mí, que eran mis otras personalidades. Al final cumplía la demanda necesaria, pero la verdad es que nadie me hubiera creído que yo lo hubiera hecho sola. Después les parecía que quedaba todo genial, bueno, regio, estupendo y decían “Me encanta tu estudio, todos trabajando”. La gente siempre me escribe correos como "Ustedes… y qué bueno lo que están haciendo". Me hace sentir también una autosensación de magnitud, de que todo funciona, de que todo avanza, pero al final eres tu propio minion detrás de escena. Cuando los proyectos eran realmente grandes contrataba un equipo: una subdiseñadora, un plegador, por ejemplo, un coordinador, un editor, un fotógrafo. Algunas veces tuve que redactar realmente cosas más textuales, pero la verdad antes me costaba mucho, entonces también contrataba a alguien que me ayudara a escribir a bajar contenidos nombrándolos. nóFueron muy contadas las ocasiones, en general era mi propia locura. Ahora ya he aprendido de toda esa experiencia.
Tenemos un objeto, la bitácora, que atesoré todo este tiempo; creo que fue un mes y medio que lo tuve. En general, hago este registro, es algo común en mi vida, aunque de otra manera, no es estructurado como está aquí. Voy anotando diariamente lo que hago, o lo que voy a hacer, a veces más o menos, tengo períodos. El año pasado en noviembre, octubre, estuve anotando todos los días todo lo que soñaba, por ejemplo, o todas las cosas que hacía. Otras veces son los proyectos, pero en este caso tenía esa duda de "¿Estaré anotando lo que tengo que anotar o no?". Además, cuando uno lleva una bitácora se da cuenta evidentemente de la cantidad de cosas al día que hace. Uno piensa "No, no hice nada" y en verdad son como 8 actividades. Cuando escribía no estaba segura de cuales poner: “Almorcé”, “Tuve una reunión” o, ¿todo? Era divertido, me encantaba poder ir escribiéndolo, me gusta el registro.
En cada actividad complementé el lenguaje escrito con una imagen porque mi mente interpretó los espacios de la bitácora como “Sector escritura” y “Sector dibujo”. Yo estaba dibujando, pero en acuarela y no me quise poner a acuarelar el libro porque el papel no era suficientemente grueso. Ahí dije “¿Sabes qué? En verdad la fotografía puede resultar más entretenido”. Siempre registro con fotos, siempre voy tomando fotos de todas las cosas que voy haciendo entonces dije “Cuando termine la bitácora voy a seleccionar fotos y las voy a imprimir. Entonces antes de ayer volví al tiempo en el celular, las imprimí y complementé. En el fondo, da un contexto a lo que estás diciendo, es como “Vino a visitarme tal persona, esta es la persona”, “Estábamos en este lugar”, “Vimos las obras de Marco, estas son las obras”. Las fotos volvían más entretenida la bitácora.
Mi vida es observarme. La bitácora es algo que tuve que hacer desde muy chica para lograr sobrevivir, o sea, si no me observaba y no era rigurosa con lo que hacía, sentía que no iba a poder generar el trabajo que yo quería hacer. Lo que vi acá es absolutamente mi vida, que ojalá fuera el 75% ocio, cosa que no pasa, pero el 50% es estar en la casa, almorzar, caminar, pasear, juntarme con gente y el otro 50% es construir, armar, dibujar, reuniones. Considero que al final toda esa estructura es trabajo porque hasta cuando me junto con alguien para ir a un bar estoy haciendo redes, haciendo lazos, poniéndome en el lugar de “Oye, ¿qué estás haciendo? Podríamos trabajar juntos”. Es algo que hago permanentemente, me cuesta sacármelo de la cabeza. Eso me hace sobrevivir.
Mi familia siempre ha meditado y la verdad es que nunca lo había tomado tan en serio. Desde el año pasado dije “Ya, esto es algo que yo sé que es bueno y no lo practico siempre". Me decidí a hacerlo todos los días y con la bitácora me di cuenta de que efectivamente todos los días en la mañana me levanto y medito. Lo anoté todos los días y era interesante porque cada vez que lo anotaba me sentaba y decía "OK, me senté en la mañana tal día, meditación". En la descripción ponía “Sentarse a meditar, aspirar", el objetivo era “Templar" y los efectos percibidos “Conexión, organización". Fueron siete veces que lo escribí y todas las veces iba observando algo distinto o quería contar algo distinto que pasó, o agregaba otra idea. Creo que fue lo que más me emocionó de la bitácora: darme cuenta de que había logrado adquirir el hábito y que cada vez que lo escribía podía entregar nueva información, o sea, todos los días me aportaba en algo. Fue lindo.
Hace una década tenía 23 años y desde entonces ha cambiado un montón mi rutina. Antes realmente carreteaba mucho más, esforzaba mi cuerpo a resistir mucho más, tenía menos noción de hacia dónde iban las cosas y los tiempos que quería entregarme entonces no creo que hubiera estado tan contenta con escribir la bitácora quizás. Mi vida ha cambiado un montón. Yo empecé a trabajar antes de salir de la universidad, a los 21 años más o menos. Comencé a trabajar en el Instituto de Artes, haciendo de montajista de la sala de exposiciones, hacía folletos y ayudaba con cosas a mis amigos, mis compañeros. Siempre estuve trabajando, pero no sabía cómo hacerlo, tenía miedo de cómo me iba a enfrentar al mundo social del trabajo. No quería emplearme. Yo creo que definitivamente el contexto siempre es súper importante para cambiar, la gente que te va rodeando y la gente que uno elige para rodearse, pero en este caso específico pienso que es una voluntad interior de decir "Hay algo que uno tiene y, ¿qué es? ¡¿Qué es?!". Esa búsqueda es lo que me hace siempre ir y querer encontrar un nuevo techo. Entonces uno encuentra un techo y piensa "Ya, ¿y qué hay más arriba?". Te subes a la escalera y ya arriba del techo dices "Oye, pongamos otra". Así vamos y hacemos un segundo piso, un tercero, un cuarto, un quinto, un avión, un helicóptero, un espacio sideral, estrellas. Siempre hay más. De hecho, ahora estoy en un momento específico de mi vida en que una gran pregunta es “¿Cuál es el octavo cielo?”. Siento que llegué a un lugar, estoy súper bien, me funcionan las cosas, pero… ¿Entonces qué? Estoy en un momento de muchas preguntas en mi vida, específicamente ahora me planteo "¿Esto es? ¿Cómo sigue?". En esta década, de los 23 a los 33 años, articulé algo súper fuerte en mí que es coherente y sé que funciona, o sea, yo aprieto “Play” a mi máquina y genera dinero, genera vías, genera tiempo, pero no sé si es exactamente lo que quiero que siga. Por eso me fui a vivir fuera de Santiago y dije "Ya, voy a ir alternando”.
Yo soy muy buena para hacer pop up con esto de que realmente invento personajes en mi cabeza para funcionar en distintas partes de mí misma, incluso las partes que no te gustan. Te pones en modo automático, lo mismo que pasa con ciertas formas de trabajo. Mi oficina en Santiago es nómade, a veces el taller de mi hermana, a veces el estudio de un amigo, que podría ser mi taller, pero aún no me he decidido a marcar esa huella. Cuando viene alguien a visitarme trato de montar un lugar de acuerdo a la persona, soy súper psycho en ese sentido. Me encanta combinar las cosas y decir "Quizás a esta persona le interesa más ver este cuadro" o tener estas cosas a mano, mostrar estos libros. Me encanta estar despertando intereses como "¿Qué cosa le podría gustar que ponga en la bitácora?... ¡Fotos! De repente es entretenido poner fotos". Mi pensamiento está siempre tratando de hacer algo que entusiasme a los otros, los despierte y arme un lazo. En ese sentido, ahora la tecnología me ha ayudado porque hago más video conferencia. Es normal que yo esté trabajando en Caleu y haga una videoconferencia con 3 personas en un mismo día, es como si estuviera en Santiago. A alguna gente le puede producir incomodidad que no esté en Santiago, pero no se nota, trato de que no sea tema, que sea una virtud.
Trato de tener mis espacios súper bien marcados acá y si uno pudiera nombrarlo, una clientela que también hay que cuidar. Hay que decir “Está todo bien, sigamos trabajando” a las personas con que uno trabaja. El estudio siempre fue mi casa, pero pasaba camuflado. La gente encontraba que era un estudio, pero otros días era mi casa, otros días era un living, otros días un taller. Siempre hay que ir encontrando los pasadizos para sobrevivir, sobrevivir con lo que uno tiene ganas de que sea chispeante, siempre estar alerta.
En mi vida encuentro que el trabajo es mi accionar, es lo que hago. No lo considero un hobbie, es mi trabajo, es lo que yo disfruto hacer, lo que estoy buscando compartir, crear, armar. Es un eje, un pilar en mi vida. Además, articula poder tener una casa, poder ir al supermercado y, por otro lado, poder descubrir mundos nuevos. Tiene esas dos variables, es un pilar.
Hay límites sobre lo que considero trabajo. Cuando no tengo lucas para hacer un proyecto ya no es un trabajo. Por ejemplo, estuve 2 años y medio metiendo plata en un libro, dibujando todos los días, pero no era un trabajo porque era algo en que yo invertía y lo pasaba súper bien. Después resultó que quedó bueno y como funcionó, pasó a ser una pega que duró un año y medio que, en el fondo, fue moverlo, venderlo, distribuirlo, copiarlo, dar entrevistas. El trabajo lo asocio con la subsistencia, con una retribución económica. Las cosas que hago, las cosas que salen, las tomo y las transformo para que pueda sobrevivir con eso. En general dicen “¡Pero nadie puede vivir del arte!” y obvio que sí, depende del lugar que le das. Quizás ahora nadie te está pescando con que hagas fanzines, o sea, cuando yo tenía 23 años hacía fanzines y a nadie le importaba. Ahora tengo 33 y están en el Centro Nacional de Documentación de las Artes. Ha sido mi pega mucho tiempo y gracias a que hice eso me salieron un montón de pegas, pero cuando lo hacía antes nunca fue una pega. Se transformó por darle interés a mi trabajo. Tengo una cosa bien magmática con el trabajo.
A medida que pasa el tiempo, cada vez más he elegido hacia dónde ir. Siempre ha sido una constante de la cual también me he tenido que defender un montón pues la gente dice “Pero ¿por qué vas a tener que hacer siempre lo que te gusta?”, clásica pregunta. Yo pienso “¿Y por qué no? ¿De dónde salió que no?”. Cuando tenía 23 años muchas veces tuve que hacer un folleto de algún artista que no me interesaba o de algo que no era mi pasión porque necesitaba las lucas en ese caso, pero ahora ya tengo cierta estructura. También he armado un colchón de subsistencia económica, por ejemplo, este año decidí que voy a tomar puras pegas que tengan más que ver con educación y comunidades, voy a intentar no tomar otro tipo de pegas. El otro día me llamaron y me dijeron “Oye ¿te interesaría hacer un folleto para Faber Castell?”, a lo que respondí “Ah, sí, en verdad si me encantaría”. Tiene que ver con arte, es igual una marca comercial, pero, en el fondo, voy siempre apuntando más y afilando más con quién te relacionas. Cada vez vas teniendo más poder de decisión porque sabes cómo han funcionado las otras cosas.
Yo creo que los criterios para definir un trabajo bien hecho son bien diferenciados. En mi forma de trabajar tengo ese tipo de distinción, o sea, en general si estoy haciendo un libro para otra persona veo a la persona, escucho a la persona, siento a la persona y digo “Ya, a esta persona le va a gustar que el libro sea más blanco y de líneas sencillas”. Quizás a mí me hubiera gustado que estuviera completamente lleno de colores y de papel bond, eso hubiera sido el libro que a mí me gustaría, pero he aprendido a mirar las cosas desde el diseño. El diseño me ha ayudado un montón: se nombra como el cliente dice, a otro le gustan las cosas más blancas, sencillas, delgadas, y con espacio. No era lo que yo prefería, pero, en el fondo, el trabajo terminó siendo excelente porque esa persona fue feliz, le encantó. Si me preguntas a mí no me gustó ese libro, pero depende del punto de vista. Las cosas que son excelentes, buenas o de alto nivel son las que atesoro en mi repisita. Cuando viene alguien le digo “Oye ¿te gustaría mirar esto? Está excelente”. Creo que los criterios tienen mucho que ver con para quién, hacia quién. Cuando hago algo para mí busco que sea mágico, que tenga ciertas coordenadas de misterio, de sorpresas, de alegrías, de inesperado. Espero que tenga espacios donde al otro se le mueva su interior. En general, lo que yo hago tiene que ver harto con el otro. Me pasa que yo siento los “Oh, qué está lindo” y cuando pasa eso algo está bien. No he querido entregar los propios finales en varias cosas en las que he trabajado y me los quedo, pasando piola. Hay veces en que me preguntan “¿Y te los vas a llevar?”, yo digo “Sí, me los voy a llevar” y la gente me mira con cara de “No queremos que te lo lleves”, así que finalmente respondo “Bueno ya, se los voy a regalar”. Cualquier tipo de persona hubiera dejado la cosa tirada, pero yo usualmente todas esas cosas las agarro y me las llevo. Cuando las personas te dicen “Por favor, déjalo”, contesto “Ya, bueno, ya, pero hagámosle una cajita para conservarlo” que son cosas que yo haría. Esas son cosas que sacan la sonrisita y con las que la gente hizo click.
En algún momento cuando era más chica, como a los 20, tendía a mirar mucho el campo alrededor porque si yo dibujaba se suponía que entraba en un sistema, pero mi propio trabajo lo hacía un poco a escondidas. Ahora ha ido pasando y, claro, al final el reconocimiento de tus pares tiene mucho que ver en cómo estás tú, porque para mí lo que uno hace siempre saca algo de uno. Uno dibuja, te dicen “Oye, se parece a ti” y piensas “Ah, sí, es verdad”. Cuando alguien dibuja muy oscuro, está heavy el compadre, está atrevido, está enojado, no sé. Pienso que las cosas que uno hace pienso transfieren mucho de cómo estás, de cómo es uno. Entonces el hacer, el reconocimiento de los pares tiene que ver con “¿Qué ven ustedes en esto?” y si encuentran algo que yo no he visto es genial, es una conversación con el otro. Más que ser súper bueno, o súper rara, o súper estrambótica, es “¿Qué viste tú?”.
He tenido proyectos que han sido un fracaso, en el sentido de que los he querido instalar en ciertos lugares. Por ejemplo, una vez hice un libro, “Siete Colores”, que tiene que ver con un viaje al sudeste asiático, así que pensé “Ah, seguramente a los del consulado de Tailandia les va a encantar”. Podemos hacer un proyecto, cartas, mucho tiempo. Llegué a hablar con el cónsul, quien me dijo “Olvídate, no estoy ni ahí con tu proyecto, no tiene nada que ver con lo que a nosotros nos interesa”. Fue tan un fracaso, me costó, pero, por otro lado, pasó que el libro en sí mismo mucha gente lo veía y me decía “Oh, amamos tu libro, es increíble”, “Lo necesito para mi sobrina”, “Lo necesito para mi tía”. El fracaso lo he aprendido a tomar desde donde lo veas. Para mí fue un gran aprendizaje darme cuenta de que hay ciertos lugares donde simplemente no resulta y está bien también. Siempre me cuesta fracasar, es algo que está súper marcado en mi vida, no fracasar. Haré todo lo posible por sobrevivir y por hacer lo mejor posible siempre, pero hay veces en que ya he aprendido a aceptarlo. El año pasado fue un año en que acepté decir “Oye, me fue mal”. Antes no lo hacía, era incapaz de decir que me había ido mal en la vida o en un proyecto.
Ante mi familia ha sido más difícil enfrentar los fracasos, particularmente ante mi mamá. Su figura me ha ayudado un montón a ser como soy yo porque ella ha sido la gran cuestionadora de cómo yo trabajo, de cómo yo vivo, de cómo yo armo mi tiempo entonces siempre me defendí un poco de esas miradas de “Ser superior madre”: “Oye, lo estás haciendo mal, esto no debería ser así”, “Te quiero, te amo, te adoro, pero ¿por qué no te empleas en un lugar?”, o “¿Por qué no haces tal y tal cosa?”. Ahora ya lo superé y tengo una relación súper buena con mi mamá, pero ella siempre, en el fondo, tiene ese punto de vista de “No estoy tan de acuerdo con que seas tan artista”. Por eso es más difícil decirle a ella “Sí, mira fui hice esto y no me funcionó, fracasé. Abrázame, por favor”.
Siento que el dinero es una coordenada que prefiero siempre tenerla a la vista, o sea, es algo que me importa, pero no me importa demasiado. Siento cierta confianza con respecto a que siempre llega. De hecho, creo que mis más grandes desafíos fueron cuando estaba independiente, no tenía trabajo y no iba a hacer de mesera de nuevo en mi vida nunca más. Ahí llegué a tener $350, pero me llegó una súper pega. Entonces mi posición siempre era decirles a mis amigos “Hasta que no tengas nada, dale, pero sobrevive en las cosas en que tú confías”. Para mí el dinero siempre llega, esa es mi premisa y prefiero tenerla al lado, conmigo. No es que te vaya a regalar las cosas, si puedes pagarme genial porque yo puedo hacer otra, no me da vergüenza. No tengo una relación amor/odio con el dinero como “Ah, no. ¿Cómo le voy a poner precio a mi dibujo?”, obvio que sí, lo hice. Si tú me quieres comprar un dibujo, te lo vendo y te digo “Vale $350.000”. Si me preguntas “¿Te lo puedo pagar en cuotas?”, súper, bacán. Si me dices “No, no tengo plata”, te pregunto cuánto puedes pagar. El dinero tiene mucho que ver con cómo uno lo mide. Si le estás cobrando a una gran empresa obvio que vas a cobrar 2 millones, pero si hay una persona que lo necesita y se lo puedes regalar también. Entonces tiene mucho que ver desde dónde se está mirando ese dinero. No le vas a cobrar lo mismo a una persona que a otra. Finalmente son cosas que van de la mano: si no tengo dinero no sobrevivo, si no sobrevivo se acaba el proceso, por lo que siempre es mejor tenerlo y mirarlo de frente. Es súper importante aprender a manejarlo, a invertirlo, a guardarlo, a moverlo, a conversarlo con tus pares. Cuando contratas a alguien, de acuerdo lo que te están pagando le pagas. Es muy importante tenerlo así, de frente, porque es una realidad importante.
Para mí el tiempo libre es mi más alto dinero. Creo que donde más gano dinero es en el tiempo, es lo que pago más caro. Siempre tengo tiempo, no tener tiempo es como lo administro. Si hoy día no hubiese querido hacer nada tengo derecho a hacerlo. “Oye, no, cancelo todo lo que tengo que hacer hoy día” y me quedo donde yo puedo. En el fondo, esa libertad es algo que es mega valioso, impagable; lo pagable es todo ese trabajo, todos estos desafíos y cosas que uno hace para decidir eso. O sea, cómo me siento para vivir con el biorritmo de mi interior y no de cómo está el mundo afuera, poder ser respetuosa con eso. Siento que existir, ser persona es una cuestión valiosa, tan única e irrepetible que es a lo que más le quiero dar importancia y un valor.
En mi tiempo libre hago cosas variadas. A veces estoy en la hamaca, me tiro en la hamaca y digo “Oh, estoy perdiendo el tiempo”, pero después pienso “Ah, no. Verdad que estoy invirtiendo mi tiempo, estoy invirtiendo mi tiempo”. Me dedico a mirar las plantas, a veces me concentro y me pongo a dibujar sólo por dibujar. Me gusta mucho hacer acuarelas, sentarme, nadar en los libros que colecciono e inventar ideas místicas. No tengo específicamente un patrón del uso del tiempo. Me gusta cocinar, pero porque a la hora de almuerzo me gusta mucho también mirar el techo. También me junto con amigos. En general, intento que en mi semana haya un encuentro social porque admito que me encanta estar adentro, conmigo inventando cosas, descubriendo cosas. Entonces me organizo para salir con mi mamá, ver a mi hermana, ver a mi sobrino o invitar a un amigo. Es algo que pongo en mi agenda mental: “Oye, hace tiempo que no salgo para acá”, o “No voy para allá”, o al revés “Ya fui a este lugar, no voy a ir”. Trato de repartir esos tiempos.
El ocio, el tiempo libre creo que es lo más valioso, así realmente lo que más importa en la vida. El ocio es el momento en el que eres pleno, ocio es estar haciendo nada. ¿Qué es estar haciendo nada? Es como “Ahh…”, una sensación de relajación que se produce cuando estás dibujando, o estás mirando el techo, o estás sentado, o estás comiendo con alguien y son puras instancias bacanes, son valiosísimas. El ocio, el tiempo libre creo que es donde habita la persona.
Definitivamente hay un desfase entre mi forma de entender el ocio y la de la sociedad. Cuando he trabajado en comunidades, sobre todo cuando es fuera de Santiago, tenemos cierto código con el ocio. Cuando estás más fuera el ocio es realmente algo así como “Oye, que eres ocioso, cabro ocioso”. No hay un valor en eso, para nada, está mal visto ese espacio. La gente dice “Este cabro lo único que hace es aburrirse” y quizás estaba inventado la teoría del Big Bang. Se le resta importancia al aburrirse que tiene mucho que ver con el ocio y que tiene que ver con que estabas pegándole a una maderita, se quebró y ¡wow! Se te ocurrió algo. Estabas sentado mirando la nada y se te cayó una manzana en la cabeza y ¡oh! La gravedad. No sé por qué, pero realmente pasan cosas en esos momentos.
Cuando estoy colapsada de información voy y me echo dos días, me obligo a estar echada. Es como si saliera una capa, lo que le sucede a las serpientes o a las arañitas. El ocio te entrega esa capacidad de dejar algo abajo y volverte a activar. He desarrollado una autotécnica que es un poco vergonzosa, pero es real. Si estoy un poco sobrepasada de mí misma me obligo a ver, por ejemplo, una serie, pero no la veo a un ritmo normal, sino estoy 13 horas frente a la pantalla. También lo hago con una película buena, lo importante es estar muchas horas. Algo en mi cerebro, atrás de la cabeza, se logra resetear absolutamente y de no querer hacer nada, de haber estado colapsada, me siento distinta después de esas 13 horas frente a una pantalla. Encuentro que la pantalla es un momento en que realmente evades todo, como si hicieras una capa. Hago ese ejercicio conscientemente y “¡Pun!”, realmente después de esas trece horas quedo limpia. Puedo partir de nuevo y me funcionan de nuevo otras cosas. Trato de no hacerlo tanto porque sé que es como un psicoactivo. Me resetea mucho el cerebro ese tipo de cosas, por ejemplo, obligarme a estar muchas horas sentada en el sillón. Tu cuerpo quiere todo el rato hacer algo, piensas “Debería ir a buscar…”, “Debería llamar a no sé quién”, se te ocurren miles de ideas y no haces ninguna. Es una técnica difícil porque a los 45 minutos ya tienes 5 ideas que hacer, pero no debes anotarlas. En el fondo, es lo que me ha ayudado mucho en la meditación diaria, en estos 20 minutos que medito. Antes sólo te sentabas y se te ocurrían 3 ideas, a los 10 minutos tenías 40 ideas y querías tener un lápiz al lado para anotar todas las cosas que te acordaste de que tenías que hacer. Es un ejercicio decir “No, en este momento no voy a pensar en las cosas que tengo que hacer, en las ideas que voy a tener, sino que simplemente voy a estar”. Ese mini reseteo mañanero, que antes también lo hacía en la noche, ayuda un montón a esa calma.
Yo creo que esta perspectiva del ocio es de la sociedad contemporánea. Santiago es un lugar en que puedes encontrar a gente que entienda este tipo de definiciones, pero sales a la sexta región, la séptima y en general a las afueras, a cualquier espacio que no está tan contemporaneizado y el trabajo con el ocio no están concebidos según este tipo de nuevas visiones, sino que la gente lo deja pasar no más y las dan por dadas. Son teorías contemporáneas que flotan en el aire sólo por estar conectados a Facebook. En mi caso, puede ser 100% la red en que yo me muevo que es súper acotada y que tiene que ver con artistas, diseñadores, gente que trabaja en trabajos sociales que le da un valor a eso. Para ellos, el ocio es una instancia creativa que da valor. Trabajo en la Residencia de Arte Colaborativo y uno de los puntos importantes es que en las instancias de ocio encuentras cosas o aparecen nodos, puntos. Eso no es normal escucharlo en otros lugares.
Me carga, me carga estar enferma. La enfermedad es un momento en que mi cuerpo está desarticulado, entonces significa que trabajaste mucho o hay una relación que te enferma, algo no está funcionando bien. Para mí la enfermedad es el mejor médico, el explicador de lo que te está pasando. Yo soy muy seguidora de la Louise Hay, pero porque mi mamá era muy seguidora de ella. Mi abuelo era doctor y toda la vida él vivía con los remedios y con la pastilla, por lo que mi mamá tomó mucho. Cuando nacimos nosotras dijo “No, no les voy a dar remedios” y todo el mundo “¡Pero cómo!”. Ella decía “Si está con fiebre es porque está cansada o está creciendo”. Mi mamá era enfermera también y obvio que con 40° de temperatura nos llevó a la clínica, pero si me aplastaba el dedo chico me decía “Pucha, el dedo chico tiene que ver con la familia y en general cuando te pegas en el dedo chico estás teniendo problemas familiares o es el dedo del corazón”. Son los primeros detalles que tienen que ver con las relaciones, o la guata, los nervios, o me hierve la hiel; hay muchos dichos populares. Encuentro que la enfermedad es tu mejor aliada, en el sentido de decirte que algo no está bien. Es como tu máquina, por eso digo que me carga. Cuando te pasa algo es como “Pucha, tengo que trabajar”. Si no escuchas la enfermedad y no la atiendes, te desgastas. También la escucho porque mi economía no está hecha para ir al doctor, no tengo una economía de “Ya, voy a ir a no sé qué porque me duele la garganta”, sino que me pregunto “¿Por qué me duele la garganta? Ah, me duele porque quizás no dije tal cosa”. Eso tiene mucho que ver con la medicina china, la medicina alternativa, todas las otras cosas que son gratis. Te puedes sanar sólo dándote cuenta de por qué las cosas te afectan y qué es lo que te está diciendo tu cuerpo. En mi economía de trabajo es súper bueno. Voy una vez al año al doctor chino que te mueve todos los huesos y te alinea los chakras, realmente tu cuerpo funciona mejor. Hay que escuchar la enfermedad, aunque a veces te da mucha lata.
Tomo vacaciones cuando es necesario. Por ejemplo, me tomo vacaciones cuando funciona el plan, pero también tengo una cábala. En febrero hay mucha pega en Santiago porque están todos de vacaciones y es un mes en el que estoy siempre disponible. En general, es un mes en el que trabajo mucho y quedo súper cansada. En cambio, en marzo cuando está sobre estimulada la ciudad, es un momento en que yo bajo la intensidad, estoy más tranquila, esperando, porque en general la mayoría de los proyectos se gestan y en abril te vuelven a pedir. Entonces siempre tengo un momento más tranquilo en marzo. Los fines de semana para mí no tienen ese sentido porque muchas veces el lunes es el día en que más descanso, el jueves o cualquier día. Por eso, siempre funciono con una agenda porque no tengo el lunes a viernes y el sábado o el domingo. Voy viendo qué día es hoy, qué planes hay. Me sirve un montón saber que va a haber un feriado porque ese día es mejor quedarse en la casa y no salir a la carretera. No hay que estar desconectada del quehacer diario del 75% de los seres humanos que están al lado tuyo. Es bueno saberlo, pero no es algo que rija mi actuar.
Hace 2 años la maternidad fue mega, mega, mega tema. En ese momento en mi vida pensé que no estaba capacitada para ser mamá. Errores grandes que uno tiene en la vida. Creo que, en ese sentido, como llevaba mi vida y como llevaba mi trabajo no me permitían generar la exigencia necesaria que creía que necesitaba dentro de la estructura mental que quería entregarle a alguien que fuera hijo mío. Ahora yo podría decir “Oye, qué exigente la niñita, hueón”. En este momento actual para mí la maternidad es una realidad súper posible, deseada incluso, pero también considero que es una responsabilidad, una buena responsabilidad. Me encantaría que si tengo un hijo tuviera un papá porque en mi familia tuve un papá que fue ausente, que le costó un montón y después las cosas fueron cambiando. Fue difícil para mi mamá, trabajando sola con dos hijas. El papá no apañaba, después se casó de nuevo, apareció mi padrasto que ha sido genial, muy buena onda. Me gustaría no replicar ese tipo de cosas, siendo más cuidadosa o por lo menos intentándolo. Pero también, ¿cuán cuidadosa se puede ser con la vida? Es algo que en algún momento me pasó la cuenta, quise tener más control del que yo creo que fue necesario. Quise ser más estructurada y ahora la verdad pienso que los niños son siempre una bendición. Me imagino que es súper estresante y heavy, por lo mismo creo que también disfruto a concho mi situación, soy consciente del valor que tiene. En algún momento le puse más valor que del que tenía y fui un poco egocéntrica en ese sentido.
Me encantaría retirarme. Encuentro que, en el fondo, me gusta la idea de estar siempre retirada, de ser siempre jubilada. No me gusta la idea de que hay una edad donde sucede eso. Me gusta vivir con la idea, cuan real o irreal sea, pero me gusta mucho creer que soy jubilada, que trabajo porque me gusta y que hago las cosas porque lo deseo. No estoy esperando un momento en que me voy a liberar de algo, sino que, al revés, vivo con eso porque me gusta que sea así, entonces tengo una relación súper feliz con la jubilación, porque yo me siento jubilada. Tengo una idea de tener siempre un respaldo para esa edad en que también tu cuerpo te da menos, tengo la confianza en que por algo uno crece. Tengo 33 años, cuando tenga 66 años voy a tener el doble de la edad que ahora tengo y me imagino la cantidad de cualidades que se van a haber desarrollado de las que no tengo idea ahora. Entonces tengo mucha confianza en esa época, en el futuro, la vejez, en el tiempo, en la belleza que aparece cuando uno crece. Es una belleza demasiado distinta y tiene otra magia. Tengo mucha fe en esos tiempos, o sea, me gustaría seguir viva.