Mi nombre es Sebastián Calfuqueo, soy artista. Además, soy profesor de artes visuales en enseñanza media en un colegio Waldorf en donde imparto clases de modelado y cerámica, con una educación diferente para Chile, más experimental. Este modelo ya llegó hace unos años pero sigue siéndolo. Allí, trabajo 30 horas semanales por contrato, así que me demanda mucho tiempo. También, aparte, hago talleres de cerámica en mi casa y en Valparaíso. Dado que vivo en Santiago, por lo menos cada dos meses, tres veces en el mes a Valparaíso. A lo atenrior, se suma que estoy cursando el magíster de Artes Visuales de la Universidad de Chile: ese es otro de mis grandes problemas. Estoy en la tesis, que ahora está programada con cursos para que la terminemos. Por lo mismo, tengo que leer mucho para la universidad. Ahí está el problema de todo.
Lo más gracioso que me pasó con la bitácora es que anotaba, pero nunca podía terminar porque siempre estaba haciendo algo; por ejemplo, venía la otra clase, o entremedio tenía que ir a alguna parte. Nunca terminaba de rellenar la ficha completamente y lo tenía que hacer después. Y lo segundo, es que me di cuenta que casi todos mis tiempos libres los paso con amigos, consumo alguna droga, o solamente me relajo. Son tiempos en la noche, más o menos después de las 9. Tengo muy establecido que esa es la hora para mi desconexión del mundo un rato. Todos mis vínculos de alguna forma tienen relación con el trabajo. Por ejemplo, tengo las clases, pero luego voy a la casa de mis papás como excusa para hornear cerámica en el taller que tengo donde ellos. Ellos tienen una casa muy, muy grande en Lo Prado, entonces puedo tener un taller grande que cuente con la electricidad que necesito. La casa donde yo vivo en Santiago Centro, cerca de Biobío, es muy antigua por lo que las instalaciones eléctricas pueden generar un corte o un incendio, así que allá no horneo.
Mis papás no son artistas, son feriantes. En algún momento me di cuenta que las conversaciones que yo tenía con ambos cuando los visitaba también aportaban a mi producción artística. Hace un tiempo estaba investigando una parte de mi historia familiar con mi papá; entonces, iba a tomar once con él para preguntarle cosas. Al fin y al cabo, todas las visitas a mis papás repercutían en lo que estaba investigando o haciendo. Mi investigación no solamente está en un libro o está en una página web: también está en las personas. No me doy cuenta de eso, pero lo veo acá, digo: "ya, conversé con mi papá sobre esto, ¿qué efecto tiene en mi trabajo?”. Evidentemente tiene efecto, porque está ahí haciendo ruido. Es raro, porque finalmente los afectos también están en función de lo laboral. Nunca tengo mucho espacio solo para mí, a menos que sean las vacaciones de verano, que ahí es muy diferente porque solamente tengo tiempo para hacer mis cosas.
Mis papás viven en Lo Prado, yo vivo en el centro, y trabajo en Ñuñoa. Entonces, trabajo en Ñuñoa, me vengo al centro, después voy donde mis papás y así. No es tan lejos, pero los trayectos igual son largos en metro; por lo menos a Lo Prado son 40 minutos. Ahí leo o utilizo alguna aplicación del celular para entretenerme. Otras veces, el vieja en metro no es muy significativo porque el trayecto es más corto. Por ejemplo, de mi casa a mi trabajo son 10 minutos en metro así que no tiene mucho sentido leer un libro. Cuando voy a la casa de mis papás, leo. Pero no siempre: hay momentos y momentos.
Volviendo a la bitácora, justo antes de que me la entregaran, estaba rindiendo FONDART. Estaba peor aún con las cosas que tenía que hacer, peor de lo que estaba cuando hice el registro en la bitácora. Mientras escribía en ella, pensaba todo el rato: "estuve mucho peor y ahora por lo menos tengo tiempo para escribir esta bitácora", porque antes no tenía la posibilidad de nada. La presión que ejercen los plazos es fuerte. Y aparte que uno nunca se termina de desconectar mucho del trabajo. Los tiempos libres que yo tengo me dedico a ver videos o me dedico a ver películas, y creo que eso también tiene que ver con la práctica de lo que estoy pensando, de lo que quiero ver, de lo que quiero hacer. Todo el rato, como un bucle. También me he preguntado cómo eso se vincula con mis relaciones afectivas, amorosas, que no me funcionan con gente que no sea del mundo del arte. Yo creo que tiene que ver con ese ritmo que nosotros llevamos, muy intenso, de no parar nunca.
Yo creo que este ejercicio sería muy distinto en otro momento de mi vida. Ahora mi trabajo se ve muy beneficiado por los medios, por las redes sociales, y todas estas cosas. Evidentemente las redes sociales antes no funcionaban de la misma forma, y la oportunidad que tengo como artista joven de hacer más visible mi obra es muy distinta a la que experimentaron colegas de mi edad hace 10 años atrás. Todo antes era mucho menos accesible, por ejemplo, las postulaciones. Ahora uno lo manda por internet y listo. El FONDART antes había que llenarlo manualmente. Había otros lenguajes y otros conflictos de por medio. Ahora es mucho más simple, entonces ahorras harto tiempo, pero también te bombardeas de muchas más cosas. Estás más bombardeado de estímulos, y de cosas que tienes que cumplir, y postulaciones. Y estoy todo el rato ahí metido, no puedo escapar de eso, aunque me lo he propuesto. Por ejemplo, cuando me he ido al sur o de viaje, ahí suelto el celular y me desconecto, pero si fuera otro el caso no pasaría.
Yo creo que todos los artistas que estén visibles en el medio artístico son artistas que trabajan. No creo que a los que les va bien o medianamente bien sean hueones flojos, ni cagando. Es una carrera donde si no pones el 10.000% tuyo no funciona. Por eso pienso que toda la gente que se dedica a la práctica artística es súper dedicada y que gasta mucho tiempo y energía en eso. Pienso que a todos nos gustaría ser artistas a tiempo completo, tener talleres como la principal actividad, pero a todos nos da un poco de miedo. A mí personalmente, me pasa que tener poco tiempo me ayuda a administrar todo; me sirve harto para ser muy productivo.
Siempre supe que quería ser artista, pero no tenía tan claro qué era ser artista. Fue un poco terrible ese descubrimiento porque había muchas cosas y capas de por medio, como la institución, el ego del otro, el ego propio. Luchar contra todo. De todas formas, es súper gratificante igual, porque terminas haciendo lo que tú quieres.
Lo que motiva mi producción son proyectos de cosas ya armadas, como exhibiciones que vienen. En general, ya no estoy postulando mucho a proyectos dirigidos. Me pasa que en general no quedo, por lo que siento que es una pérdida de tiempo cuando sé que mi trabajo no sigue la línea de lo que esperan en la postulación. Cuando pienso que sí, ahí lo hago; pero cuando noto que el perfil del artista que quieren es otro, sé que es una pérdida tiempo y energía. Antes yo postulaba a todo. Todo lo que se abría, yo postulaba. Ahora ya no, filtré yo mismo para no desgastarme tanto.
La forma en que mido el valor de mi trabajo es la forma en que interactúa con otro. Tengo unos criterios de percepción muy altos sobre mí mismo, así que me exijo mucho. Siento que me cuesta llegar a lo que quiero. Así que cuando otra persona ve mi trabajo y dice: "está bien", pienso: “basta de sobreexigirte. Ya, lo logré, no es como yo quería, pero sí funciona para los otros”, que es algo que me importa harto. Los “otros” son amigos, el mundo del arte, gente, no sé. En uno de los últimos trabajos que hice, mi intención era que se reconocieran ciertas cosas en el espacio público y pasaron. Cuando estaba haciendo el acto en vivo, y me empezaron a gritar cosas. Dije: "ya, lo logré". Ahí recién puedo descansar; cuando siento que todo lo trabajado estuvo bien hecho.
Las veces que pensé que el arte no era para mí y me frustré por lo mismo ocurrieron mientras estaba en la universidad. Cuando hacía proyectos algunos de mis profesores me decían que lo que hacía no tenía sentido, porque el feminismo no era importante o porque el pueblo mapuche ya había muerto. Hoy en día, si alguien me dijera algo así, probablemente en esta etapa de mi vida lo denunciaría. Pero en ese momento era chico y no me pude hacer cargo. Estaba súper bombardeado con esta gente que me bajaba todo el rato y decía: "no, esto no está bien"; "esto no lo hagas”. Cuando salí de ese lugar pensé: "puedo hacer lo que yo quiero, y parece que funciona hacer lo que yo quiero". La gente sí lo considera, sí lo encuentra importante, sí lo encuentra un lugar posible; el margen, salirse de esta cuestión tan armadita.
La inserción en el mundo artístico llegó a una edad muy temprana para mí, fue muy rápida. Tenía 24, 23, estaba muy chico y no me sentía para nada listo. Había terminado la universidad a los 22. Empecé a postular a cosas desde que estaba en la universidad, era súper busquilla. Desde los 20, 21 años ya estaba postulando a todo lo que se abriera. Por eso también decidí dejar de postular ya que en ese momento mandaba por mandar; no mandaba proyectos que fueran interesantes o que pudiesen quedar. Mandaba toda la carne a la parrilla, pero ahí había un problema de no saber cómo mirar. Cuando empezaron a pasar cosas fue fuerte, porque empezó a haber mucha más atención respecto a mi trabajo. Se escapó del mundo del arte y empezaron a entrevistarme medios como El Desconcierto. Pensé: “qué raro que me pase esto ahora”. Me daba cosa porque nunca los periodistas me mandaban lo que iban a publicar; entonces, salía la noticia y era como: "¿por qué hicieron esto?
Ahora estoy trabajando sobre el tema de la identidad como este lugar fijo donde la gente te quiere categorizar, este lugar estable: "tú eres un mapuche y tienes que cumplir ciertas cosas"; o "tú eres homosexual y tienes que ser de esta forma". Busco que mi trabajo se escape de esos lugares y los bombardee. En mis proyectos actuales estoy cuestionando harto eso, mi identidad propia, el encontrarme con alguien que se parece mucho físicamente a mí que es mujer, por ejemplo. También me refiero a la transexualidad mapuche. Así, hay muchas cosas que empiezan a romper un poco esta imagen de lo común, del estereotipo, de lo que uno tiene que ser. Por ahí va enfocado mi trabajo.
Creo que son pocas las actividades de tiempo libre u ocio que realizo. Son re pocas, de hecho, me obligué a mí mismo a poner algunas que yo no las consideraba. Por ejemplo, yo encontraba que visitar a mis padres era ocio, aunque también tenía que ir a hornear a la casa de ellos. Limpiar la casa y la cocina, esa es otra. Los días que no están permeados por el trabajo los termino dedicando a ordenar mi pieza, a ordenar el material que tengo que utilizar o leer, no sé. Ahora estoy con Duolingo aprendiendo portugués, entonces esos son realmente mis momentos de ocio. Pasa también que mi estrés lo compenso con comida: "ya, me voy a comprar una cena en un lugar rico". Voy y me como la cena solo. Ese tipo de cosas me hago a mí mismo. Eso si casi nunca salgo.
Todos mis amigos me dicen que no entienden como yo logro hacer cosas con el poco tiempo que tengo, pero es porque, de verdad, tiempo que salgo de clases o que no estoy en clases, estoy produciendo. Estoy pensando, haciendo, trabajando de noche, y me quedo hasta las tantas. Solamente recurro a la desconexión de este mundo cuando estoy muy cansado. Eso no pasa todos los días, pasa un par de veces a la semana.
Esa semana, la de la bitácora, fue nula en cuanto a actividades de ocio. Todo el mes de marzo y el mes de abril he estado súper corto de tiempo. Las actividades que considero de ocio son, por ejemplo, ir al supermercado o juntarme con amigos. El ocio está vinculado a otros: tomarse un té y fumarse un pito. Pero no son muchos en realidad. Por ejemplo, la ultima actividad de ocio fue la limpieza de la casa.
Personalmente no puedo trabajar volado, por eso es un tiempo que no relaciono con el trabajo. Hay harta gente que lo puede hacer, pero yo no puedo. Yo me vuelo para salir del trabajo. De hecho, no hago clases ni hago cerámica volado ni hago ningún acto manual volado, porque no tengo coordinación motriz. Se me va todo, como que soy otro ser. Entonces, mis momentos de dispersión son con la marihuana; es el momento en que me puedo desconectar y solamente estar conmigo mismo.
La palabra ocio la asocio a un tiempo de dispersión o tiempo donde también se puede acceder a cosas que no accedes en tu cotidianeidad. Por ejemplo, la literatura o el cine, ese tipo de cosas para mí es ocio, a pesar de que no las hago constantemente. Creo que es un tiempo necesario para escaparse de este mundo tan violento que te dice que hay que trabajar, trabajar, trabajar, trabajar. El ocio permite nuevos campos, nuevos lugares, entrar a otras cosas. La misma lectura sirve harto para eso, para abrir nuevos espacios, encontrar nuevos imaginarios o encontrarte cositas mínimas que te hacen click en algún momento. El tiempo de ocio hace que el otro tiempo sea productivo. Sin el tiempo de ocio, es como... no sé, si no me fumara el pito después de estar tan estresado y me tomara una taza de té, yo creo que no podría continuar, colapsaría.
No sé si la sociedad le da mucha valoración al ocio, pero ciertamente no le da mucha oportunidad de ser. Trabajamos mucho, estamos mucho rato haciendo. Yo creo que depende de la cantidad de trabajo que tienen todos, pero la gente que está ligada al mundo del arte supongo que trabaja mucho. Yo, al menos, trabajo mucho. Creo que casi toda la gente que trabaja en el mundo del arte trabaja harto, excepto la gente que está dentro de los cargos del gobierno, que obviamente no trabajan tanto. En general, todos los demás sí, porque es luchar básicamente contra un enemigo invisible. No hay nada que te respalde, no hay ningún seguro de salud pública, ningún seguro de Isapre, nada. Si te mueres, nada, no existe nada. Entonces todos los días hay luchar para por lo menos guardar o para generar más.
La relación con el ocio de alguien que no está en el mundo artístico es muy distinta. Por ejemplo, mucha de la gente que he conocido, afectivamente, de otros campos de campos de profesión, tienen harto tiempo para ir al gimnasio, tienen harto tiempo para hacer actividad física, para tomar talleres, cosas que yo no puedo hacer. Yo no tengo tiempo para tomar un taller. He querido ir natación desde hace dos años y todavía no voy. Ese es mi panorama actual: todos los días quiero mover el cuerpo y mi cuerpo como que sigue moviéndose en otros sentidos.
Tuve un choque hace dos años que me tuvo diez meses con un cuello ortopédico. No me podía mover, me quebré la cervical. Estuve a un paso de quedar inválido. Guardé reposo al principio, aunque nunca hice caso y me movía igual. Estuve internado en el traumatológico un mes y medio. Al principio me tenían hasta que bañar, a ese nivel. En el segundo mes dejaron que me parara. Yo creo que lo más fuerte de estar postrado o estar inhabilitado es que piensas mucho. He ahí el problema de todo humano, pensar mucho. La fuente de todos los problemas es pensar mucho. Yo tenía toda una cosa en mi cabeza, pensé mucho en ese tiempo y no podía dejar de pensar y no podía parar...
Recuerdo que hice una muestra con el cuello ortopédico, no sé cómo. Todos los días tenía que estar acostado, y yo no estaba acostado, estaba en el taller trabajando. Era una muestra muy importante para mí en el MAC: "la hago o no la hago, no tengo otra opción". Me acuerdo que tenía que grabar unos videos y yo salía con el equipo de grabación. Todo el mundo me daba el asiento del metro. También hartos amigos me ayudaron con los proyectos. Por ejemplo, en el montaje me ayudaron casi todos mis amigos. Yo no podía sostener una estructura que medía 5 x 3,5 metros. Era imposible que la pudiera desplazar, así que ellos me ayudaron a armarla, a montarla y a todo eso. No podía hacer fuerza y aun así todos los días taladré palos. Hasta que terminé toda la cuestión y la monté. Por esto, esa experiencia de inhabilitación no fue tal, nunca la llevé a cabo. Al final igual me curé. Se supone que cicatricé bien, pero tengo controles de aquí a 10 años más, o sea de aquí a 8 años más porque la fractura se sana luego de 10 años aproximadamente. Cuando hace frío no más me duele un poco.
Por otra parte, no pienso en nada que sea trabajo en las vacaciones, me desconecto. Siento que también tiene que ver con mi experiencia desde chico. Mi abuela es del sur, así que me iba para allá y solamente tenía campo y animales. Mi experiencia en el sur no era ver tele, era desconectarme totalmente y estar con los animales jugando, corriendo. Cuando voy al sur trato de no tener mucho el celular y no estar tan pegado. Estoy ahí en la tierra, en el espacio. En general trato de salir, no solo voy al sur. Por ejemplo, ahora en mayo me voy a Sao Paulo, como pseudo-vacaciones, pero no vacaciones como tal. Y también, allá no funcionan los iPhone para llamar o tener internet, por lo que solamente me voy a conectar cuando pueda conectarme. Allá no me genera ansiedad esta situación, acá probablemente sí.
Los fines de semana y feriados son iguales a los tiempos de trabajo. Por ejemplo, estoy yendo a trabajar a Valpo todos los sábados de este mes. Y a pesar de que carreteo, lo paso bien y como rico, allá igual estoy trabajando. Voy a estar cuatro horas sentado dando un taller: es estar con la gente para ver sus cosas, entonces igual me toma un tiempo y me agota. Aparte que siempre soy buena onda con los talleres, siempre termino excediendo el tiempo y me paso dos horas, no sé. Mi gran problema es que nunca puedo decir que no.
Sobre la paternidad, no, nada. Tiene que ver con que me gusta mucho mi tiempo conmigo mismo, y no podría compartir ese tiempo con un otro que dependa de mí. Y lo otro es que sale muy caro tener un hijo. Por ahí se me va todo a la mierda, entonces de verdad no.
Creo que no voy a vivir hasta tan viejo, siempre he tenido una idea y una noción de que no voy a ser Nicanor Parra que a los 103 años se murió, ojalá que no. Para mí la vida a los 103 años sería agotadora. Yo creo que ochenta todavía sigue siendo mucho rato.
Aunque me jubile siempre voy a estar pensando, y ese va a ser mi mayor problema; siempre voy a estar preguntándome cosas. Yo creo que cuando uno parte en el mundo del arte no tiene escapatoria, porque nunca vas a poder responderte la pregunta, esa pregunta que te hiciste al empezar. O va a surgir una nueva, que es lo mejor o peor que te puede pasar. Es entretenido, pero no sé si hasta los ochenta años voy a querer seguir haciendo obras.