Mi nombre es Sebastián Santander, tengo 32 años. Mis ocupaciones son varias, pero todas del sector del libro y la lectura. Soy bibliotecario documentalista de profesión, tengo una especialización en Lectura, Escritura y Educación por FLACSO Argentina y ahora estoy estudiando un diplomado de Innovación. Soy un emprendedor, tengo una consultora que se llama Bibliotank y somos especialistas en promoción de la lectura. Ahí me dedico a hacer clubes de lectura, formación, seminarios, hemos trabajado en ferias. Por el ecosistema del libro rondamos bastante, en diferentes áreas.
El registro en la bitácora fue un poco caótico porque hago hartas cosas en la semana y, como soy bibliotecario, soy obsesivo, entonces quería que fuera bien detallado, bien específico. Si hacía 10 cosas, las 10 cosas pensaba escribirlas, pero me di cuenta de que no podía anotarlo todo, no podía. Entonces ahí traté de regular, aunque igual tiene hartas cosas. Traté de jugar un poco, pero no pude hacerlo mucho.
Uno parte quizás al principio jugando, pero después el tiempo también te quita un poco la posibilidad de disfrutarlo.
En la semana del registro mis tiempos de ocio y trabajo se distribuyeron pésimo. En general, trabajo mucho. Me gusta harto lo que hago entonces estoy mucho tiempo del día pensando en ello, incluso cuando ya no tengo nada que hacer es como “Oh, se me ocurrió una idea nueva, ya voy a empezar…”, y tomo notas. De alguna manera, estoy siempre trabajando, aunque esté viendo un documental porque estoy pensando “Ya, ¿y esto como lo puedo vincular? ¿Cómo saco algo de esto?”. A veces tengo que parar. Me llaman al orden mi socia o mi pareja que me dice “Ya, ya está. Toma un momento para detenerte y dejar de pensar en la pega”.
En general, mis tiempos de ocio están asociados a la pega porque para mí el club de lectura es un tiempo de ocio; es productivo, pero es de ocio. O sea, hay que armarlo, pensarlo, pero cuando estoy en un club yo soy alguien más de ahí, lo paso bien, quiero opinar, leo con ellos. No es que tienes que estar ahí en un evento fome, entregando lápices, sino que es mucho más entretenido. Además, todo lo que armo de trabajo, lo armo pensando también en el disfrute personal, entonces si hago un taller también lo paso bien en el taller y cuando no lo paso bien, lo hago forzado y se nota. Trato de no hacer eso. Mis otros tiempos de ocio son domésticos, como hacer las cosas, cocinar. Cocinar es un tiempo de ocio muy rico porque ahí no puedo estar escribiendo. Incluso si va a ver una película, anotas en el celular una idea, anotas un dato, en cambio cuando estás cocinando, tienes las manos ocupadas, no puedes.
Creo que cocinar es el tiempo de ocio más real que tengo, una hora y media sin hacer nada. También escucho podcasts, eso lo hago harto. Es una forma de desconectarme porque me pierdo un poco en lo que cuenta la gente del podcast. Me subo a la micro, me pongo los audífonos y estoy una hora escuchando el podcast. A veces estudio inglés y juego videojuegos.
Para organizar los tiempos soy obsesivo, tengo una práctica de orden. Tenía un Google Calendar, pero uno de Bibliotank, mi pega oficial, que hace poco me di cuenta de que lo estaba mezclando con mi vida personal. Decidí cambiar mi correo y hacer uno más formal para reemplazar el de la infancia, así que ahora tengo un correo de mi vida personal, de mis proyectos propios y un nuevo Calendar para eso. Agendo todo: hacerse exámenes, estudiar inglés, tomarse el remedio. El Calendar es todo y lo bueno es que puedes moverlo, no es como la agenda de papel en la que te equivocas. Entonces los domingos, en general, me siento con una agenda, tomo el Calendar y cotejo “Ya, ¿esto sí va? Sí, lo anoto” o “Ah, esto no es seguro, entonces no lo anoto en la agenda”. La agenda es lo más oficial por semana, pero lo hago por semana siempre. Siempre tengo agendas que sean abiertas o, a veces, un cuaderno lo transformo en agenda. El año que pasó tuve una agenda anual, muy de caballero, café, puntitas plateadas y también lo hacía así, una vez a la semana. Me ha pasado que hay tareas específicas que son muy cambiables y se mueven, se mueven, se mueven hasta que llega un punto donde uno dice “Oye, esto ya lo he movido 8 veces, hay que hacerlo”. También tengo una task-list de tareas específicas. De repente voy a salir y para no olvidarme anoto en esa lista “Ah, hay que comprar el remedio”.
He tratado de ordenar los tiempos de trabajo, más con horarios que con días. Por ejemplo, hasta las 6 de la tarde es trabajo de oficina y las tardes son para clubes de lectura u otras actividades. El sábado trato de estudiar, de leer, ir a la feria, pero en realidad no tengo una estructura de los tiempos. Me gustaría ordenarme más. Hubo un tiempo en que me lo propuse, cuando volví a estar fulltime en Bibliotank después haber trabajado en una biblioteca de la Universidad Católica. Este periodo me permitió repensar mis tiempos para el trabajo y, pese a que llevo un mes y medio, he tratado de dejar un día libre o partir más tarde para tomármelo con calma. Pero me ha costado, sobre todo porque estoy con cambio de casa.
El registro evidenció que mi tiempo de ocio es mula porque siempre es un ocio productivo de “Ya, voy a hacer algo de ocio, voy a jugar”, pero jugar en la micro camino a una reunión, no es tiempo de ocio real. También cuando voy en la micro voy escuchando un podcast que me sirve para mejorar el inglés, entonces todo tiene una función. Lo que más hago y disfruto, que es de ocio propiamente tal, es escuchar el Café con Nata, de la Natalia Valdebenito. Ahí me cago de la risa, hablan harto de política. Eso es entretenido, me saca del trabajo. Lo demás lo he dejado harto, incluso los juegos de video. Antes jugaba mucho, pero ya no engancho tanto. Y leer me ha costado caleta este año.
Yo creo que algo que cambió respecto de hace 10 años atrás es que agradezco poder manejar mi tiempo, aunque debería manejarlo mejor por mi tranquilidad, mi ocio. Esa semana pude reflexionar respecto de eso, que llevo 3 años con Bibliotank, y de esos 3 años, sólo este año trabajé 10 meses fulltime en otro lado. O sea, 2 años y medio he trabajado para mí mismo, y aún así no he logrado equilibrar el tiempo de ocio y el tiempo laboral. Hace una década trabajaba fulltime y hacía clubes de lectura, pero estaba en otra etapa. El peso que tiene el trabajo es distinto porque, a pesar de que ahora es más libre en términos de tiempo, tiene más densidad que antes. Antes podía perder la pega, buscaba otra y daba lo mismo que pudiera ser cualquier pega porque sabía que no iba a ser la mejor pega de la vida, pero estaba recién empezando. Ahora tengo la pega que yo me armé entonces es una doble responsabilidad. También tenía más tiempo de ocio y más personas con las que compartir esos momentos de ocio. Cuando nos juntamos con mi socia, terminamos hablando de pega; con mi pareja parece que no hacemos tantas cosas porque no tengo tiempo y, por lo mismo, me alega a veces. En cambio, hace 10 años salía harto a carretear, podía ir a bailar un miércoles y llegar a las 6 a la casa, salir a las 7 de la mañana a la pega, trabajar y hacer un club de lectura en la tarde. Ahora no, con suerte bailo hasta las 4 de la mañana y es como “Oh, me quiero ir, estoy cansado”. También la gente sale menos, están todos más ocupados en ser adultos. Deberíamos ocuparnos menos de ser adultos y pasarlo bien, se nos olvida salir más y hacer nada. Estamos pensando en solucionar el mundo, inventar cosas, pero hay tirarse en el pasto un rato. Antes hacía eso, estar en el pasto 4 horas, preguntar “¿Qué onda? ¿Y qué hacemos?” y responder “¡No sé!”. Ahora estoy sentado en el pasto en una reunión productiva donde nos preguntamos “Ya, ¿y qué vamos a hacer? ¿Cómo solucionamos esto?”.
Soy bien crítico de los cambios tecnológicos, del Black Mirror que tenemos siempre cerca. Es súper útil para tener la información oportuna, responder de manera efectiva, pero nos cuesta poner límites y los aparatos tampoco tienen límites porque uno tiene que desconectar el internet para que dejen operar. Sería entretenido ponerle al correo de Google “Oye, yo trabajo hasta las 6, así que no entren correos hasta mañana” porque, por ejemplo, si quieres jugar en línea te va a llegar el correo. Me gustaría decirle a Google “No me informes hasta mañana a las 9 de la mañana porque ahí empieza mi horario de trabajo”. Antes veía el correo una vez al día y uno trata de tener esa práctica, pero como soy independiente… Si alguien te escribe un correo para pedirte una cotización a las 7 de la tarde no pasa nada si respondes al otro día, nadie se murió, pero uno le pone color. Entonces yo creo que se profundiza, se estrecha la relación, pero también hay que tratar de poner límites y es súper difícil, súper difícil. Además, te impide generar espacios de creación, porque, por ejemplo, muchas veces respondes puros correos durante una jornada entera cuando tendrías que haber generado en una jornada dos ideas entretenidas. Podía ser de otra forma y el correo no te lo permitió porque al verlo está la necesidad de responder, de que no haya nada en la casilla. Pasa lo mismo con WhatsApp, lo revisas y piensas “Oh, tengo 40 Whatsapps, pero filo, no pasa nada” cuando igual te incomoda, te genera la sensación de que falta responder algo.
Creo que el trabajo ocupa un papel más importante del que debiera tener. Este año me he dado cuenta y he entrado en crisis emocionales por lo mismo. Me he dicho a mí mismo “Ya, esto es vital para mí, pero no es la vida”, he intentado alejarme un poco. A veces me he visto diciendo “Hueón, esto es lo que quiero hacer toda mi vida”, pero ¿quiero hacer esto toda mi vida? ¿Realmente diciéndolo en serio? ¿Realmente es tan importante que estoy dispuesto a discutir con alguien? Intento bajarme del pony, relajarme. Si es entretenido, que sea entretenido, pero a veces no se vuelve tanto. Uno le pone una densidad que sí, es importante, por eso mismo trabajo harto, pero no se acaba el mundo. Además, tengo un rollo con el trabajo a nivel personal. Es uno de los pocos espacios en los que puedo decir que siento seguridad, autoestima. O sea, si algo hago bien, es la pega. Puedo hacer todo lo demás mal, pero la pega la hago bien. Cuido ese nicho que finalmente es una armadura.
No siempre fue así. La búsqueda de la independencia de cierta manera me ha insuflado cierto poder porque nunca estuve cómodo en los espacios, según las personas, por ser millennial, pero a uno le dicen que es millennial por opinar, por ser crítico. Incluso en la Universidad Católica dejé de trabajar por lo mismo. Me echaron o no me renovaron el contrato, que es lo mismo, porque estaba siendo demasiado innovador para la universidad, y la universidad va muy lento y yo voy muy rápido. Entonces me dijeron que querían que volara y que buscara otros espacios, pero yo estaba ahí, hacía la pega y quería estar allí. Es como si me dijeran “No, lo que creemos es que tú no quieres” cuando si yo no quisiera, no estaría. Ese no entender que alguien sea busquilla, que tenga intereses en crear cosas, en vincular, en hacer la pega, está mal, es un perfil que desconoce el sistema. En estos 10 años he trabajado en más de diez lugares. He trabajado en la Universidad de Chile, en la Universidad Católica, en colegios, en la Biblioteca Recoleta Domínica, en universidades privadas, en colegios, en sistema público, en el Ministerio de Educación y en todos los lugares me pasó lo mismo, excepto en este último porque tuve una muy buena jefa que supo poner bien los límites y tenía criterios súper claros de lo que quería hacer. Me dejaba crear cuando tenía que crear y nunca fue con motivo de “Ya, que lo haga para que se entretenga después”.
En otros espacios la gente fue violenta, al nivel de “¿Cómo que vas a renuncias? ¿Qué te crees? ¿En serio me estás diciendo esto?”. Hubo un espacio donde me acusaron de sindicalista, en la Universidad Chile. A una amiga mía, que en ese entonces no lo era, la universidad le estaba pagando la mitad del sueldo con plata propia y la otra mitad con un Fondo del Libro. Cuando se acabó el fondo, ¡querían seguirle pagando esa mitad que pagaban por el mismo horario laboral! Mi amiga dijo “Ah, bueno” porque no tenía otra pega y yo le dije “Oye, ¡¿pero cómo?!”. Fue a alegar, mencionó que yo le había dicho eso y, en fin, me llamaron y me dijeron “Oye, ¿qué vienes tú a meterte?” a lo que respondí que no me parecía justo. Esa persona que llamó nuestra atención se jactaba de la responsabilidad social, ganaba millones, y quería pagarle a alguien 200 lucas por hacer una pega de especialista. Los rollos del trabajo me han permitido reflexionar y no querer hacer todas esas malas prácticas. Por lo mismo, es más denso el trabajo porque no es sólo trabajo, sino que, si trabajo con alguien, quiero ser responsable con esa persona, que se sienta bien, tener buen feedback, que pueda crecer.
Siento que no hay límites del trabajo porque es un espacio de creación tan rico. En el trabajo que tengo siempre puedo estar pensando en cosas, siempre tengo tiempo para crear una idea. He generado algunos mecanismos para hacer cosas con esas ideas y el registro es importante para mí en ese sentido. Cuando se me ocurre algo o recuerdo que tengo que hacer tal cosa, lo anoto para sacarlo de la mente, lo extraigo y no lo sigo pensando. Si no anoto esa idea, me obsesiono y estoy ahí todo el rato. Entonces estoy carreteando, se me ocurre algo, anoto la idea, la guardo y ya, quedó ahí. Mi preocupación, como cualquier persona que piensa ideas, es que se te vaya a olvidar y después vas a decir “Puta, ¿de qué hueá que me acordé el otro día?”. He leído un poco sobre el tema y es una buena técnica porque muchas veces, si vuelves a leer la idea después y no te acuerdas qué era, entonces no era una buena idea. Si la lees y dices “¿En qué estaba pensando?”, no era una idea tan valiosa, pero si la vuelves a leer y sigue prendiendo en ti, hay que explorarla. Eso ocurre en ese espacio de trabajo y creación, no en la cama antes de dormir con tu pare al lado mirándote con cara de “Oye, ya para”.
Hay muchos aspectos de mi trabajo que son importantes para la conformación de mi identidad. Bibliotank nace, su antecedente más prehistórico por nombrarlo de alguna forma, cuando hice un club de lectura y diversidad sexual. Yo era activista gay en una organización y me di cuenta de que en mi carrera, en Bibliotecología, había un espacio para el activismo. También estaba estudiando temas como el edupunk y el bibliopunk, que estaban pasando en España, y que se referían a cómo desarmar los modelos actuales de biblioteca y abrirlos de mejor forma. Bueno, fui a un club de lectura que era sobre erotismo y en la primera sesión pregunté “Oye, pero esto es sólo erotismo heterosexual. ¿Es el único erotismo que existe?”. El monitor, que es mi amigo ahora, me preguntó “¿Cómo? No entiendo” y yo le respondí “Sí, porque la homosexualidad también tiene erotismo”. Él me dijo él “Ah, es que no pensé en eso”. Le comenté que, si uno va a hablar de erotismo, hay más erotismos aparte del heterosexual a lo que me dijo “Pucha, no lo pensé, y si tú tienes alguna idea, hazla acá. Te prestamos el espacio”. A partir de esta experiencia, decidí hacer un club de lectura, lo armé y partimos en junio. Justo a mediados del segundo semestre de ese año, hicieron un encuentro de mi carrera en la facultad. Vino un profesor de la Universidad de Salamanca, José Frías, que también era activista. Le contaron que estaba haciendo un club, me lo presentaron y me dijo “Qué bacán que estés haciendo eso”. Ahí le encontré más sentido a lo que hacía. Hablamos de activismo, pero no sólo de un activismo desde la identidad gay, sino de un activismo desde la profesión, de desarmar las estructuras añejas que te enseñan en Bibliotecología, sobre todo en Chile, en beneficio de lo que importa de verdad: las personas. Entonces eso ha compuesto a Bibliotank desde todos los aspectos, todo lo que hacemos tiene ese enfoque. Por ejemplo, ahora nos pidieron un club proyecto sobre pueblos originarios y nosotros planteamos: “Ya, pero ¿qué son los pueblos originarios para ustedes? ¿A quién están interpelando? ¿Podemos hablar de pueblos originarios desde acá o vamos a caricaturizar a esos pueblos originarios?” Si es así, nosotros no nos queremos sumar o nos sumamos invitando a la reflexión. Sentimos que había que definirlo porque no es justo, es colonialista decir “Oye, es que son así y así”. En general, puedes hacerlo con los clientes bacanes y los espacios en que trabajamos. Lo piensas, mandas propuestas, tienes reuniones, te lo cuestionas y es súper agradable. Hay otros con los que no hay feeling, no les entran las reflexiones. Así que finalmente nos quedamos con los que más reflexionan.
Un trabajo bien hecho tiene una planificación y un diagnóstico certero. Yo creo que es clave un “¿Para qué lo estoy haciendo?” porque para mucho en mi área que se hacen cosas por hacer nomás, ni siquiera con un proyecto detrás. Te dicen “Oye, hagamos un club”. Ya, pero ¿para qué lo estás haciendo? Por lo general, ese “Para qué” es “Para promover la lectura” y no puede ser. Si alguien te dice “Nosotros hacemos teatro para hacer teatro” es como “¡No!”. Cuando preguntan para qué es el teatro puedes decir porque es político, porque incide, porque permite cuestionarnos cosas. El sentido de lo que haces debe responder a las necesidades de las comunidades en las que estás trabajando, pero de manera sistemática, con una programación. No puede ser a tontas y a locas. Ojalá sean proyectos a un mediano plazo, porque si no, no impacta.
Los factores externos que legitiman mi trabajo o certifican que está bien hecho, en primera instancia, creo que son los mismos, sólo que los diría al revés. En este caso, las audiencias que son receptoras de los proyectos de manera natural lo agradecen. El otro día me pasó que terminamos un club de distopías y una chiquilla se sentó al lado mío en el bar donde fuimos a celebrar el cierre. Se sentó y me dijo “Seba, ¿Qué onda tú? ¿Qué es Bibliotank?”. Le conté un poco de que trataba y me dijo “Oye, gracias. Sabes que andaba buscando hace rato espacios para compartir con gente que pensara cosas que a mí me gusta pensar y reflexionar, aunque no estemos de acuerdo. Qué rico que hagan esto”. También me preguntó “Pero ¿qué ganas tú?” y yo le decía “Esto, ¿cachai? Este club es gratuito, el monitor lo hace gratis, la gente viene gratis, pero lo que tú estás diciendo es ganancia”. El club es un espacio que le permite a las personas reflexionar con otros y muchas veces no están de acuerdo, pero igual aplauden y yo creo que cuesta caleta que eso pase en esta sociedad. Ese es uno de los factores que dicen que nuestro trabajo está bien hecho y un segundo, es la sistematización. Nosotros terminamos con un informe de resultados y siempre pedimos una reunión de evaluación conjunta con la contraparte para que nos digan lo que faltó. Así aplicamos mejoras. Al principio, cuando uno parte, te duele todo, sientes que te destruyeron, pero después es más fácil integrarlas porque, además, muchas de esas cosas ya las habías visto. Nos damos cuenta de que nos equivocamos por lo que en la reunión no estamos tan perdidos. Yo creo que quienes legitiman que nuestro trabajo está bien hecho es la voz de la contraparte, los usuarios y los clientes, que son los que participan y los que pagan.
Sobre el éxito, yo creo que Bibliotank es una experiencia exitosa. Este año he tomado más el peso de las cosas que hemos hecho, he empezado a sentirme más exitoso, a pesar de que yo mismo no me lo creo muchas veces. La gente me dice “Seba, en serio, ¿qué onda?”, porque a mí me cuesta verlo. Hemos estado más de 2 años y medio sustentándonos solamente con los proyectos que hacemos, trabajamos en un nicho que es súper chico y lo hemos logrado de todas formas. Si lo pienso es como “Estamos logrando algo” porque Bibliotank ha permitido mantener a dos personas y es un proyecto que hace más de la mitad de las actividades gratis. Yo creo que el éxito, si profundizo en esta idea, es abrazar lo que uno logra. A mí me pasa que me cuesta visualizar las cosas logradas, siempre quiero más y siempre pienso en lo que nos falta, soy muy crítico. Por el contrario, el fracaso es resfriarse, es no poder pararse un día y dejar de hacer lo que tenías planificado. Cada vez que me pasa eso, me siento fracasado. Vivo el fracaso día a día, particularmente cuando no cumplo objetivos chicos. Mi socia es mejor en visibilizar el balance entre las cosas buenas y malas, ella me puede decir “Seba, cometimos este error y este error, pero logramos esto y esto. ¿Por qué no ves que logramos esto en vez de autoflagelarte por los errores que no son sustanciales? Los errores pasan y van a ocurrir esos u otros”. Me cuesta lidiar con esos errores, aunque sean pequeños. Me pregunto “¿Por qué? Íbamos tan bien”.
El trabajo y el dinero se han relacionado mal en mi experiencia. Me gusta experimentar y hacer muchas cosas gratis, por lo mismo, a veces se me olvida monetizar. Por ejemplo, nos pasa que enero, febrero y marzo son meses súper difíciles porque no hay pegas. Si estuviéramos pensando en el dinero, podríamos haberlo equilibrado mejor, pero finalmente llegamos a la conclusión de que no elegimos esto para ganar plata, o sea, sí para sobrevivir, para pagar el arriendo, pero no somos ingenieros en minas, sabemos que nuestro leitmotiv no es la plata. Entonces hay un equilibrio. Además, es cuático porque en nuestro medio las cosas que haces, todo lo que es gratis para nosotros es una inversión de ganancia: generas comunidades que después asisten a tus actividades, fidelizas clientes, visibilizas lo que estás haciendo, posicionas una marca. Si no hubiéramos tenido en este periodo ninguna pega, desaparece Bibliotank. Hay cosas que estamos haciendo porque creemos también que son medios de divulgación.
Mis condiciones laborales modelan mis tiempos de trabajo y ocio porque al ser independiente, soy mi propio jefe. Soy un jefe duro, trabajólico.
Los momentos de ocio son escuchar podcasts y caminar. Después de un día laboral me gusta caminar una hora, una hora y media hasta mi casa, escuchando un podcast. Ese es un momento de ocio rico. También ir a la feria, a la Vega, caminando relajado. Caminar es un tiempo de ocio bacán, me gusta harto. En ocasiones veo series en Netflix con mi pareja. Creo que es bueno tener un partner que te ayude a tener momentos de ocio. Este año me pasó caleta con mi pololo actúa que me llamaba mucho al ocio, como “Oye, ¿te tinca si hacemos unas pizzas?” y yo “¡Dale!” o llegaba a la casa, me preguntaba cómo había sido mi día y me proponía que vierámos una película, diciéndome “Deja el trabajo afuera, por favor”. Si me iba a poner a trabajar, me comentaba “Hueón, estás en la casa, hagamos otra cosa”. Eso fue bacán. Si no fuera así, me habría costado mucho más el ocio.
Mis amigos tienen un rol importante en el ocio, pero este año algunos estuvieron fuera del país. Una de mis mejores amigas viajó caleta, entonces no salí tanto. Ahora recién estamos encontrándonos. No tengo tantos espacios para generar amistades. En los clubes conozco gente, pero hay una distancia porque “son personas que van a los clubes”. Hay gente que me gustaría conocer, pero intento mantenerlo bajo control. Los chiquillos me dicen “Oye, después del club vamos a tomarnos algo” o te vas caminando con ellos al metro. Te motivan, te escriben, te mandan cosas con un “Oye Seba, mira este evento”.
Tengo conocimientos previos sobre el ocio porque en la universidad me enseñaron sobre el “ocio”, el “ocio productivo” y un montón de otros conocimientos challas, pero para mí el ocio es el tiempo de dedicarse a uno mismo por uno mismo, no para otro. Me pasa mucho que confundo eso. Por ejemplo, “Ya, voy a estudiar inglés” y obviamente no es sólo para mí porque voy a certificarlo. Detrás siempre hay algo productivo, “capitalista”, de “Voy a sacar plata”. Si te gusta mucho el arte, tomas un curso y certificas ese conocimiento porque puede tener un fin. No es ocio puro. Ocio es estar tirado un rato, haciendo cualquier cosa que no te implique producir. Yo creo que eso es un ocio más natural, más rico.
En la sociedad actual yo creo que el ocio no tiene ningún valor. No hay valor para el ocio, porque como dije, es falso. Es un ocio falso. Por ejemplo, si te compraste un abono para el Teatro Municipal, tienes que ir, aunque no quieras porque lo pagaste. Haces cosas que parecen ocio, pero es medio obligado. Además, en el mundo en el que vivimos te obligan a mostrar ocio. Tienes que ser productivo, pero también mostrar ocio. La gente se termina sacando fotos en la playa, diciendo “Oh, es una escapada” cuando pudiste haber estado en la casa, tirado de guata todo el día y no pasa nada. Yo creo que hay que quitarle el peso a eso. Además, la percepción del tiempo cambió caleta. Antes, para juntarte con alguien, decías “Juntémonos a tal hora” y te juntabas a esa hora porque si no tenías que tener $100 para buscar un teléfono público. Antes era difícil tener un plan telefónico, no es como ahora que todos tienen. Ahora avisas por WhatsApp y siempre se corre todo, siempre hay una fluidez del tiempo, es como si el tiempo se estuviera cayendo. No vale lo mismo, siempre hay un margen y creo que pasa harto en Chile. Cuando estuve en México o en Buenos Aires no era así, tienen un respeto muy diferente por el tiempo. Acá sabemos que 15-30 minutos más o menos es el tiempo de demora que tenemos los chilenos para las actividades que hacemos. Es inevitable, siempre llegan en ese rango de atraso.
El mundo en que trabajo el ocio se valora poco porque los que somos independientes estamos dedicados a producir. “En casa de herrero, cuchillo de palo” como dicen. Trabajamos para propiciar el ocio, pero nos cuesta hacernos los propios tiempos de ocio. Estamos haciéndole el ocio a los demás.
Yo creo que hay una relación social entre enfermedad y ocio. Estás en un peak de trabajo, dejas de trabajar, empiezas a tener tiempo de ocio y te enfermas. Tu cuerpo reacciona, te dice “Oye, qué onda” y te bajan las defensas literalmente. Conozco hartos amigos que les pasa lo mismo: te dan crisis, te da vértigo porque estás en un peak de estrés tan alto, que paras y el cuerpo dice “¿Qué onda?”, casi dopado. Siempre me pasa que paro de trabajar y me enfermo, me resfrío. Para mí es terrible enfermarme porque me atraso en cosas y significa que tengo que reagendar para hacerlas otro día. Uno gana flexibilidad con el tiempo, pero igual es un día perdido.
Los feriados ni los fines de semana son sagrados, para nada. Quizás el domingo es el día que respeto, como que uno lo cuida más. Si es que uno tiene plata se toma vacaciones, pero si hay pega, hay que trabajar porque no tienes sueldo fijo.
Me gusta la idea de la paternidad, siento que sería un gran papá. Estimularía caleta a mis hijos a pensar, a reflexionar, a escribir, a ser consciente, o quizás no porque uno piensa esto ahora, ¿pero después? Pero tampoco me gustaría, en mi caso, el rollo de comprar un hijo in vitro porque hay tanto cabro, soy consciente de eso. ¿Qué tan egoísta es o qué tan logro de una checklist vital es tener hijos? Si quiero tener un hijo sólo para tener un hijo, no me parece. Si el rollo es que hay alguien que necesita que lo cuiden y puedo apoyar ese cuidado, bacán, pero no al revés. No espero que sea como “Necesito que él esté acá para yo sentir que estoy logrando algo”. Yo creo que la crianza de un niño me calmaría un poco, en términos del tiempo que dedico al trabajo. Aunque también sería ultra prendido, una paternidad muy activa. Intentaría no ser de esos padres que dicen “Ah, ¡este cabro!” y que los dejan viendo tele. Tendría un Calendar de cosas con mi hijo, para mirar pajaritos y jugar con tierra. Anotaría “A tal hora voy a la reunión porque tengo que jugar con tierra en la mañana”. Me imagino con el cabro chico para allá y para acá, todo el rato. Sería un multi-papá.
Hoy lo primero que pienso sobre el retiro es “Me importa una huea” porque es tan falso todo el sistema de AFPs. He estado pensando en un modelo que una vez un caballero viejito me comentó, que era la posibilidad de ahorrar plata mensual. Es decir, de mi propia plata voy a ahorrar 100 lucas mensuales y así de aquí hasta que me retire voy a tener un fondo para sustentarme y poder manejar cuando quiera. De todas formas, me gustaría poder tener insumos de Bibliotank. En algún momento esto va a ir creciendo y voy a tener plata porque se va a repartir entre los directores, eso espero que pase. Para eso estoy metiéndole fichas y trabajo harto, para transformarlo en un modelo sustentable.